August 13, 2011
También la arena: Lugar en el que se lucha, especialmente en un anfiteatro o circo romano.

Puedo sorprenderme en el medio de la noche; solo, sola, cuando aún no puedo dormir y mi juicio se achica, como en el aprisco de un pequeño rancho, donde uno se queda asentado, especulando sobre las cualidades de la arena. Pistas areniscas, así habituales, tan resbaladizas… eso tan difícil de contar, que se queda pegado y llega a donde le lleves. Si no sabes cuándo se desprende y se deja en alguna calle con la intervención de algún otro viento de arenisca, piensa que también hay veces sin saberlo quedan trazos de ella, porque se divide infinitamente. Hay veces, si no se lo permites, tendrás la locura de darte un baño que le elimine para siempre, tal cual te llegue a la boca y te produzca un tormento de dientes. Si no es así, algo persiste, y solo se revela al tacto o a un destello de luz, y te engaña, haciendote pensar que es polvillo de luna. Arena que se queda en tu cabello… que hace que te rasques la cabeza y pienses en el mar, sin saber por qué, algo tan grande y más grande es su fondo, que todo lo trepa y lo recubre, también de arena. O es sílice que se queda oculto, el ópalo y demás, que han tenido pies en tierra y se transforman así metamórficos, por sabiduría. Hasta el más sabio pedazo de roca puede ser transportado, prendido de coletas mojadas de agua y sal, luego rebotado en las cobijas y las almohadas exhaustas de un día de sol. Al descansar, tan fuerte y cristalino, que afortunado sería verle de verdad mientras persiste, tan terso si se deja demoler suavemente, que se entrega en tantos brillos, tan estable y de tantas formas perfectas, que tiene un respiro, tan elevado y frío con su aliento,  hay veces otras noches sin luna.  Tan abismal es la arena, tan permutable… así mira!  mira las montañas que forma, que esculpe y que puede derrumbar así con el tiempo. 
Tengo miedo de la arena, tengo miedo de esa materia. 


Azilef Senemi