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Tiempos modernos
Detrás de esa pequeña puerta roja se adivina un negocio tradicional de los que ya no quedan.
Cabría hablar de paredes que dejan patente su historia, del taller que amablemente nos enseñaron, de artesanía, de paciencia, de las cosas... Tiempos modernos
Detrás de esa pequeña puerta roja se adivina un negocio tradicional de los que ya no quedan.
Cabría hablar de paredes que dejan patente su historia, del taller que amablemente nos enseñaron, de artesanía, de paciencia, de las cosas... Tiempos modernos
Detrás de esa pequeña puerta roja se adivina un negocio tradicional de los que ya no quedan.
Cabría hablar de paredes que dejan patente su historia, del taller que amablemente nos enseñaron, de artesanía, de paciencia, de las cosas... Tiempos modernos
Detrás de esa pequeña puerta roja se adivina un negocio tradicional de los que ya no quedan.
Cabría hablar de paredes que dejan patente su historia, del taller que amablemente nos enseñaron, de artesanía, de paciencia, de las cosas...

Tiempos modernos

Detrás de esa pequeña puerta roja se adivina un negocio tradicional de los que ya no quedan.

Cabría hablar de paredes que dejan patente su historia, del taller que amablemente nos enseñaron, de artesanía, de paciencia, de las cosas hechas con cariño y del padre que dejó este oficio a sus hijos.

Pero lo que realmente me admira es cómo han llegado a ser paradigma de modernidad vendiendo algo que podría parecer tan caduco como una bota de vino. Lejos de dejarse arrastrar por los “tiempos modernos” y quedarse lamentando porque su producto artesano ya no encaja en este mundo, han sabido adaptarse con una naturalidad envidiable.

Aunque ya no vamos a comer al campo, ni a merendar a los toros y en las fiestas de pueblo se bebe de todo menos vino, los Domingo han aprovechado sabiamente este cambio de costumbres.

Han ampliado su catálogo con botas de todos los colores adaptadas a cualquier bebida, se hace realmente dificil elegir una, y ya reciben pedidos desde Japón a través de su tienda online.

Es esperanzador ver que siguen en marcha manteniendo la esencia del negocio familiar, aunque seguro que el señor Valentín nunca hubiera imaginado que una urbanita como yo, tuviera pensado llevar su bota azul, llena de mojito fresco, a un festival de música al que voy a ir en primavera.

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