No estoy hecha para ser un “follower” y en un país de followers y de clases; de inseguridades que resultan en tener un gran coche y usar ropa de marca, resulta que es más importante agachar la cabecita, calentar el asientito, hacer la chambita -asì en diminutivo- que proponer o comprometerse de adeveras.
No pertenezco -y por piedad espero estar siempre bien lejos- a un mundo donde la energía principal de las personas se centra en vender, y a eso le cuelgan mil etiquetas y se inventan muchas cosas pero no hay sustancia, al final es todo hueco. No quiero. Siento que pierdo mi preciadísimo tiempo.
Dios, ayúdame a agarrar mi camino, el mío, ese que tú y yo sabemos que es para mi.