Como actuar egoístamente sin sentirme mala persona (parte 1)
Muchas personas altruistas y generosas tienden a descuidar sus propias necesidades. En general, ese descuido se relaciona con temores de que si actúan egoístamente, dañarán a otros, serán malas personas o generarán rechazo en los demás. Finalmente, ante el temor de perder el aprecio de los demás, se postergan y siguen consiguiendo el cariño a través de priorizar las necesidades del otro.
Este artículo aborda este problema con ejemplos e ideas prácticas sobre cómo resolver estos conflictos internos.
1. Por qué nos postergamos y descuidamos nuestras necesidades
Es evidente que el vivir en sociedad implica cierto nivel de auto-postergación o frustración de necesidades. Ya lo dijo Freud en sus escritos socioculturales, así como también lo expresa el viejo principio de mi libertad termina donde empieza la del otro. Sin embargo, este artículo no versa sobre la postergación normal que nos permite vivir en sociedad y nos aleja de la psicopatía o la anarquía. Este artículo se ocupa de algunas personas que sistemáticamente se auto-postergan, con efectos dañinos para ellos y/o los demás.
Hay personas que ni siquiera reconocen sus necesidades, mientras que otros las reconocen pero siempre sienten que las deben inhibir o reprimir. Eso les da rabia, frustración, o simplemente una vaga sensación de desesperanza y apatía.
Uno podría pensar que es algo básico encargarnos de nuestras propias necesidades, tal como hacen todas las especies animales. ¿Por qué alguien podría descuidarse sistemáticamente?
Hay dos razones principales:
- Mi capacidad de escucharme y captar mis propios sentimientos, señales y necesidades está bloqueada. Si no sé qué quiero, no podré encargarme de ello. Simplemente seguiré lo que me dicen los demás, o lo que se espera de mí. Posiblemente nunca se desarrolló, o está inhibida ante frustraciones reiteradas (el cuerpo deja de sentir hambre si pasa mucho tiempo sin recibir comida; esto se llama psicológicamente desesperanza aprendida).
- Puedo darme cuenta de lo que necesito, pero no lo expreso por temor. ¿Temor a qué? A ser egoísta o controlador, y así dañar al otro, generar rechazo y quedarme solo.
Si el problema es el primero, es necesario desarrollar la capacidad de contacto con uno mismo. Esto puede involucrar ejercicios corporales o de darse cuenta. Sin embargo, la mayoría de las veces el problema es el segundo. Incluso si hemos bloqueado nuestra capacidad de tomar conciencia, muchas veces no basta con entrenarla, sino que también es necesario trabajar el temor del paciente de volverse egoísta, malo y finalmente quedarse solo.
Y acá llegamos a un problema con muchas teorías y terapias psicológicas. Tal vez inspiradas en un mal entendimiento de los escritos originales, o quizás por qué razón neurótica, se ha planteado la siguiente oposición:
Yo vs Sociedad Necesidades propias vs Imposición externa Placer vs Represión Impulsos vs Normas sociales Ser auténtico vs Adaptarse al resto
Ante esta oposición, la mayoría de estas terapias tienen una postura anti represión y pro rebelión / expresión del deseo propio.
Aunque estos modelos pueden ser efectivos (yo personalmente me he visto muy beneficiado), mantienen el supuesto de que estas fuerzas son incompatibles.
Este supuesto tiene dos errores clave:
- Todo ser humano necesita ser querido, adaptarse y calzar, estas no son necesidades de la sociedad, sino que son necesidades organísmicas. Tenemos necesidad de autonomía, placer y libertad, y también necesidad de calzar, ser querido y no ser rechazado por los demás. Como han planteado muchos autores desde Bowlby, el apego es una necesidad primaria y básica para la supervivencia. Venimos programados para buscar ser queridos y tener aprobación. Somos seres sociales desde el nacimiento, porque si no lo somos nos morimos.
- Plantear ambas necesidades como opuestas genera personas neuróticas. Algunos se van para el polo de adaptarse al resto, y se vuelven chicos buenos, autopostergados y sin autenticidad o placer en sus vidas. Otros, se van para el extremo opuesto y desarrollan personalidades bordeando lo psicopático, privilegiando su necesidad egoísta y generando conflicto constante con los demás. Muchos oscilan entre un polo y el otro, nunca satisfechos.
Suficiente desvío por la tangente, volvamos al tema principal. En resumen, nos postergamos generalmente por temor (consciente o inconsciente) a convertirnos en personas egoístas, controladoras, malas. Finalmente, tememos ser personas que generan rechazo terminan solas.
2. El problema de postergarnos sistemáticamente
OK, hasta ahora hemos explorado por qué ocurre el fenómeno. Pero no hemos aclarado cuál es el gran problema.
¿Qué tiene de malo que haya gente altruista que se siente querida por los demás y se dedica a aportar a la sociedad, aunque se postergue un poco con sus otras necesidades menos “sociales”? ¿Acaso no hay lugar en el mundo para santos o Madres Teresa?
Si alguien se siente feliz contribuyendo a los demás, excelente. Pero esa persona no va a terapia para trabajar el tema.
Acá voy a hablar sobre las personas que tienen conflicto o sufren en relación a esto. Ya sea identifiquen este tema como su problema, o sufran sin saber que esta es la fuente de su dolor.
(O sea, los santos felices y las nuevas Madre Teresa no se deben dar por aludidos).
La tragedia del Perder / Perder
La mayoría de estas situaciones problemáticas generan una situación tragicómica: postergo mi parte egoísta, pero esa parte no se queda tranquila perdiendo la batalla y se venga, haciendo que la parte altruista también pierda. Finalmente, se genera un equilibrio en que pierden ambos lados, ambas partes de mí. Ambas necesidades se ven frustradas.
Algunos ejemplos:
Hago lo que quiero, pero con culpa
Me invitan a salir con mis amigos. Lo planteo a mi pareja. Ella acepta pero me reclama o pone mala cara.
Si hubiera puesto cara de felicidad, todo habría sido más fácil. O si hubiese sido idea de ella que yo fuera… pero no, se lo dije y no le gustó.
Lucha interna. Por un lado no quiero molestarla o que me rete, pero por otro no me quiero dejar dominar. ¿Qué hago?
Voy, pero estando allá estoy nervioso, mirando mi reloj a cada rato. No me relajo ni lo paso tan bien como querría. Siento culpa.
Luego vuelvo y la veo. Estoy molesto porque no me dejó pasarlo tan bien en mi salida. Esa molestia se expresa en actitudes pasivo-agresivas, o rabia directa.
Conclusión: la parte egoísta que quería pasarlo bien con los amigos quedó insatisfecha; pero también mi parte altruista quedó insatisfecha porque dejé a mi pareja sola y más encima luego fui pesado con ella por “controladora”.
En otras situaciones me rebelo y hago lo que quiero, con rabia y a través de una pelea. Esto se da en momentos en que no doy más, y obviamente genera luego tanta culpa, que me vuelvo a postergar con más ímpetu que antes. El resultado es el mismo.
Cedo pero con rabia
Otra invitación de mis amigos, pero esta vez es con pareja y con baile. Tengo muchas ganas de bailar con mi pareja pero ella está cansada y al otro día quiere ir temprano al supermercado. Quiero que me acompañe, pero sé que ella está cansada. Tímidamente le pregunto si no tiene ganas de bailar. Me dice que quizás, pero está cansada y mañana hay que hacer las compras. Recuerdo la vez anterior que ella quedó frustrada porque yo salí. Ella se queda leyendo y yo miro el reloj. Pasa el rato y se hace muy tarde. Me da rabia que ni siquiera durmió, sino que se quedó despierta. Podría haberme acompañado. Le doy un frío beso de buenas noches y a la mañana siguiente la acompaño al supermercado para mostrarle que yo sí la apaño. Mi cara llega hasta el suelo, porque también quiero mostrarle que puedo hacer sacrificios, cosas que no quiero hacer, por amor a ella. Ella no valora mi esfuerzo y se enoja por mi cara de culo. Nos peleamos y yo pienso que nadie entiende a las mujeres.
Conclusión: Tal como el ejemplo anterior, quedo frustrado con mi deseo de bailar, y la dejo frustrada a ella porque estoy expresando desprecio o molestia al acompañarla. Nadie gana.
Acá pueden leer otro artículo que muestra el mismo problema.
Me adapto, pero me distancio o pierdo interés
Tengo que hacer un trabajo, estoy colapsado. Me gustaría que ella me ayudara, pero no quiero molestarla. Esto siempre pasa, siempre para las cosas difíciles tengo que hacerlas solo. Gradualmente, pierdo interés. Me siento cada vez más insatisfecho con la relación. Me distancio o me quedo, pero apático.
Conclusión: Mi necesidad queda insatisfecha, y la de ella (tener una pareja que la quiera y muestra interés) también.
Me postergo y sufro, generando preocupación
Hoy es el cumpleaños 60 de mi madre y prometí llevarla a almorzar a un restaurante que hay en el cerro. Sin embargo, me siento medio enfermo, hace un calor insoportable y me angustia deshidratarme en camino al local. Pienso que puedo resistir un rato más, pero ya es tarde y todavía no salimos. Me complica mencionarle a mi madre cómo me siento, porque no quiero arruinarle la celebración. Hace tiempo que quería ir al cerro, a ese restaurante. Pasa el rato y yo sigo esperando que ella esté lista. Mi ansiedad sube creo que vamos a llegar cuando esté lleno, y me cargan los lugares con mucha gente. Aguanto. Sube mi ansiedad pero lo tolero porque es mi madre y es muy importante que ella lo pase bien en su cumpleaños. Vamos, no me enojo ni le recrimino nada. Eso sí, llegamos en la hora de más calor, con un taco miserable y una fila de mucha gente esperando mesa. Mi estado empeora, me impaciento. Finalmente cuando llevamos 30 minutos esperando mi madre se fija que estoy sudando y con taquicardia. Nos llaman a la mesa. No tengo una crisis de pánico pero lo paso pésimo. Mi madre, tan linda ella, ni siquiera pide postre para poder volver rápido a la casa, porque se preocupa de mi salud. Yo le agradezco mucho.
Conclusión: Mi necesidad de descanso y quedarme en casa se ve insatisfecha, y mi deseo de darle un rico cumpleaños a mi madre también (porque ella come rápido y estresada por mi estado de salud). No la daño a través de la rabia o el distanciamiento, pero le arruino la fiesta igual. Eso sí, me ahorro la culpa y la rabia porque fui una víctima que tenía puras buenas intenciones.
3. Cómo ser egoísta sin sentirme mala persona
Tal como ha sido la tradición de los últimos artículos largos, dejaré esta parte para la próxima semana. En el próximo artículo hablaré de cómo canalizar ambas necesidades. Cómo reemplazar la culpa por actos reparatorios que sí ayuden o aporten al otro. Y cómo reemplazar la rabia o distancia por actos asertivos que sí me aporten a mí, sin dañar al otro o generar rechazo.
Finalmente, cómo dejar espacio para ambas necesidades, generando experiencias en que ambas puedan ser satisfechas.
Por Pablo Herrera S., para Ceres Desarrollo Humano