La importancia del “salir del clóset” (para tod@s)
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Aunque nunca me consideré homofóbico, nunca entendí las marchas de orgullo gay. Las consideraba exageradas, y no representativas de los homosexuales “reales”. Cuando las veía en la tele, las consideraba una parafernalia muy lejana a mí y un evento que probablemente hacía un flaco favor a las minorías sexuales.
Esto siguió así hasta que, por casualidad, llegué a San Francisco (EEUU) en pleno día de la marcha del orgullo gay más famosa del mundo. Como otra gente con la que viajaba dijo que era algo “imperdible”, luego de dejar mi bolso en el hotel fui a dar una vuelta. Y luego del shock, vino la curiosidad, y luego la comprensión de que este tipo de marchas representan la forma más potente de salir del clóset de todo aquel que ha sido discriminado y ha sentido vergüenza por ser como es, ya sea gay, ñoño, extranjero, gordo, flaco, moreno o pálido.
¿Por qué creo que son un buen modelo? Primero hay que entender qué significa estar en el clóset y cómo no son solo las minorías sexuales las que muchas veces viven dentro del clóset, sino tod@s nosotr@s.
¿Qué significa “estar en el clóset”?
Vivir dentro del clóset es la forma más extrema de vivir asustado, culposo y/o avergonzado de mostrarme como soy ante los demás. Esta es una respuesta adaptativa si pienso que los demás me rechazarán, atacarán o despreciarán por ser como soy. Entonces, oculto parte de mí para protegerme, ya que me siento amenazado ya sea por los demás o por mi propio crítico interno, que desprecia o considera pecaminoso un aspecto de mi ser.
Hay veces en que la amenaza es real y muy evidente. Hay ocasiones en que si muestro esa parte oculta, seré objeto de violencia física o sufriré consecuencias muy concretas (como perder mi trabajo). Sin embargo, en otras ocasiones la amenaza no es tan concreta, y seguimos ocultándonos, seguimos culposos, temerosos o avergonzados de nosotros mismos. Esto ocurre porque somos mamíferos, programados para el apego y los vínculos sociales. La opinión del resto nos importa mucho, y esto no es signo de neurosis, sino de que necesitamos el afecto de los demás para sobrevivir desde nuestro nacimiento. Necesitamos pertenecer a un grupo, y nos duele tanto el rechazo que estamos muchas veces dispuestos a sacrificar una parte de nosotros mismos por ser aceptados. Ya sea por miedo, verguenza o culpa, ya sea ante una amenaza muy concreta (violencia, perder trabajo, etc) o más sutil (sensación de rechazo o dejar de pertenecer a un grupo), muchas veces vivimos dentro del clóset, ocultando espectos de nuestro ser.
¿Cuántos de nosotros hemos tenido la experiencia de mostrar a un otro aspectos que antes censurábamos, y ser recibidos con aceptación? Es una experiencia maravillosa que alivia nuestra tensión, aumenta nuestra auto-aceptación y nos hace sentir más cercanos a los demás. Sin embargo, es muy difícil experimentarla en la vida cotidiana, porque casi nunca nos atrevemos a mostrarnos completamente. El riesgo es muy alto, y preferimos prevenir, ya que ¿qué ocurre si salgo del clóset y soy rechazado?. Vivimos aspectos de nosotros como monstruosos, in-amables, o tememos que los demás los vean así.
Es por esto que las marchas de orgullo gay son un modelo perfecto de cómo salir del clóset, no solo para las minorías sexuales sino para tod@s. En ellas, se combinan distintos factores clave:
- Se da una experiencia de grupo, de comunidad.
- Se muestra de manera exagerada la parte que antes se ocultaba y trataba de minimizar.
- Esto lleva a que la persona tenga una experiencia de que ese aspecto que antes ocultaba no solo es aceptable, sino que es motivo de orgullo, y de que no me hace ser rechazado de mi comunidad, sino que me hace pertenecer a mi comunidad.
Luego de ver la marcha en San Francisco, y de conocer procesos similares de otras personas que han sido discriminadas (pero por temas totalmente distintos a la sexualidad), estoy convencido de que el aspecto que antes consideraba “exagerado” es esencial, tanto como el aspecto comunitario. Un ejemplo bien distinto pero donde se aprecia la misma dinámica es con el tema del orgullo ñoño vs el ñoño de clóset.
El ejemplo del orgullo ñoño
Quienes se consideran ñoños también han sido discriminados (no de forma tan brutal como a otras minorías, evidentemente) y por lo tanto también se les presenta el siguiente dilema: avanzar por el camino del orgullo ñoño, o ser ñoño de clóset. Quienes han tenido la oportunidad y valentía de avanzar por el camino del orgullo ñoño, han encontrado una comunidad de personas con intereses similares donde se sienten aceptados. Además, participan en rituales donde muestran de manera acentuada las cosas que fuera de esa comunidad podrían ser rechazadas. Se disfrazan, van a convenciones de Comics, marchas zombies, y otras instancias que cumplen el fin doble que mencionábamos antes: pertenencia a una comunidad y transformar en motivo de orgullo el rasgo que antes era motivo de vergüenza.
¿Qué ocurre cuando no avanzamos por este camino? Se dan dos opciones:
1. Ser ñoño sin comunidad, excluido y sin vínculos pero sin ocultarse (el camino más difícil, que lleva al ostracismo y casi nadie lo recorre).
2. Ser ñoño de clóset.
El ser Ñoño de clóset significa ocultar ese aspecto que temo genere rechazo, y tratar de ser distinto, aspirando a alcanzar ese ideal ajeno a mí, pero que anhelo porque me dará el respeto y admiración de los demás. Es el ñoño que trata de ser taquilla, similar al gay de clóset que sale en cruzada contra los homosexuales o que se muestra hiper-masculino en un esfuerzo de negar su propia sexualidad. El ñoño de clóset hace cosas que no van con su forma de ser (por lo tanto, que no le pueden hacer feliz sustentablemente) para acercarse a esa imagen de cómo quisiera ser, para ser aceptado o admirado por esas personas que en realidad no forman parte de su comunidad natural. Por ejemplo, busca parejas lindas para sentirse top, aunque no tengan tema de conversación, lo traten mal o tenga que someterse a su voluntad; está preocupado por ir a cierto tipo de locales, ocupar ropa que llame la atención, o cualquier cosa que lo haga acercarse a ser admirado o aceptado por quienes en el pasado lo rechazaron. El ñoño de clóset rechaza parejas y vínculos que lo pueden valorar por como es, y por lo tanto vive en constante insatisfacción.
Un ejemplo desde la psicoterapia
Obviamente, esto no se aplica solamente para minorías sexuales o ñoños. Recuerdo una paciente que podría ser clasificada de “grave”, con serios problemas relacionales, impulsividad, y una autoestima por el suelo. Ella sentía que no valía, que no podía enfrentar situaciones básicas de la vida (como una relación de pareja, o un trabajo), y llegó a terapia buscando ser distinta. Al profundizar en sus expectativas, me di cuenta de que ella quería ser como su hermana, que era “canchera”, “ganadora”, “fuerte”. A su vez, ella se veía como débil, inestable, demasiado sensible. Explorando esto, me di cuenta de que ella no se sentía tan cómoda siendo como su hermana, y de hecho pensaba que su hermana era egoista y poco empática. Finalmente, la mayor intervención de la terapia, y que la ayudó a salir de alta en muy poco tiempo, fue re-definir su meta. Ya no sería ser como su hermana, sino empezar a valorar sus propios aspectos positivos, sin esperar ser distinta.
Entonces, ella pudo afirmarse en su capacidad de empatía, en su sensibilidad, y en su humildad, y empezó a ver estos rasgos como válidos, lo que la hizo menos insegura. Y a medida que empezó a aceptar su forma de ser en vez de tratar de ser distinta, cambió. Pero no cambió en el sentido inicial, de ser fuerte y ganadora como su hermana, sino que cambió en el sentido de dejar de aspirar a ser distinta, y validarse con sus propias cualidades, necesidades e intereses. Se podría decir que dejó de ser “sensible de clóset” y que la terapia le brindó un espacio social que validó su forma de ser.
En el caso de esta paciente su comunidad empezó a formarse en un especio terapéutico, pero para otros puede formarse en un grupo espiritual, en otro como la Sociedad Tolkien, o en cualquier otro lugar.
Conclusión
Todos necesitamos sentirnos aceptados y apreciados dentro de una comunidad. Pero para que no caigamos en la neurosis de tratar de ser distintos y vivir una vida falsa dentro del clóset, necesitamos encontrar una comunidad apropiada, que nos permita mostrarnos y especialmente que valide y resalte los aspectos que más nos averguenzan de nosotros mismos, que más tendemos a ocultar.
Tal como la abejita de este video, cuando encontramos esta comunidad, y nos atrevemos a dar el salto al vacío que implica salir del clóset, podremos sentirnos realmente vivos.
Por Pablo Herrera S. (gracias a las ideas de María Guiomar Miranda), para Ceres Desarrollo Humano