Cómo superar la autoexigencia y vergüenza al aprender algo nuevo
Resulta paradójico, pero las ganas de aprender y de mejorar pueden ser una de las mayores barreras que impiden el aprendizaje. ¿Cómo es esto posible?
Muchas personas se motivan a aprender pensando en el objetivo: desarrollar una habilidad, mejorar en algo, o conseguir alguna meta. El problema de esto es que si uno sólo se fija en esta meta final, es más probable que se motive a través de la exigencia de alcanzarla, y se avergüence cuando da señales de estar todavía lejos de ella. A su vez, esta vergüenza y autoexigencia generar presión y frustración, haciendo que abandonemos el proceso de aprendizaje.
Un par de ejemplos
Alicia (nombre y datos modificados), una mujer de 30 años que atendí, era terriblemente autoexigente y se sentía muy incapaz. Creía que no sabía hacer nada bien y no tenía esperanzas de mejorar. Cuando le pregunté sobre sus experiencias de aprendizaje, entendí en gran parte lo que le pasaba. Ella me contó lo que le ocurrió la última vez que trató de aprender algo. Para complementar su trabajo, se inscribió en una clase de computación. Al principio ella estaba contenta yendo a las clases, pero luego de un mes la subieron al nivel 2 y ahí empezaron los problemas. Cada vez que había algo que ella no sabía hacer bien, surgía una voz interna que la retaba y le decía que era una inútil, que cómo no sabía eso, y le surgía una vergüenza terrible de que el profesor y los demás compañeros notaran sus deficiencias. Esto hacía que ella no preguntara sus dudas, y además la ansiedad disminuía su capacidad de concentración y memoria, de modo que le costaba asimilar la información, y el temor al fracaso hacía que no se atreviera a practicar los ejercicios. Finalmente, no lo logró tolerar más y abandonó el curso, “confirmando” una vez más que no era capaz de aprender y mejorar.
El anterior es un ejemplo un poco más extremo de algo que nos ocurre a menudo. Por ejemplo, como fanático del ping pong, durante años hice lo que pude para enmascarar mi falta de técnica en el remache y el ataque. Cada vez que intentaba remachar, me salía o un tirito o un tiro fuerte pero terriblemente desviado. Para compensar mi debilidad, desarrollé una defensa decente y algunos efectos que me permitían no perder el 100% de las veces. Muchas veces traté de mejorar mi remache, pero el mejorar implicaba ensayarlo, y siempre pasaba lo mismo: lo intentaba ensayar un par de veces pero me salía tan mal, y me daba tanta vergüenza y frustración el que me dieran paliza mis amigos o mi hermano chico, que finalmente volvía a jugar usando mi fuerte que era la defensa rápida.
¿Cómo superar la vergüenza y autoexigencia al aprender?
Lo primero es entender el sentido de la vergüenza y de la autoexigencia. La vergüenza cumple la función de proteger nuestra imagen ante los demás y por lo tanto nuestros vínculos sociales. A su vez, la autoexigencia cumple la función de empujarnos a alcanzar nuestras metas[1].
Luego de entender esto, podemos aplicar dos sencillas técnicas:
1. Para superar la autoexigencia: Diferenciar entre modalidad “profesional” y modalidad “entrenamiento”.
Ambas modalidades tienen metas totalmente distintas. En modalidad profesional, el resultado final es la clave, y debo esforzarme por entregar un producto lo más perfecto posible. En modalidad entrenamiento, la meta es practicar y ensayar lo mejor posible. En modalidad entrenamiento el enfocarse en el resultado final es una distracción y un error.
Por ejemplo, si estoy practicando piano y hay una sección de una canción que me sale mal, es mucho mejor ponerme la meta de “practicar esa sección concentradamente 10 veces” a “tocarla bien”. Si tengo la meta (muchas veces implícita) de tocarla bien, me frustraré, estresaré, y abandonaré o tocaré con mucho sufrimiento. En cambio, si mi meta es practicar de manera concentrada 10 veces, es mucho más probable que pueda cumplirla sin tanto estrés, y eso facilitará mi aprendizaje y hará más probable que quiera continuar.
2. Para superar la vergüenza: Declarar públicamente que estoy en modalidad entrenamiento
Admitámoslo, a menos que seamos un monje Zen o creemos que todo lo hacemos perfecto y todos nos admiran, probablemente nos preocupe el quedar bien ante los demás. Esta estrategia sirve para proteger nuestra imagen mientras entrenamos.
Por ejemplo, hubo un verano en que finalmente pude mejorar mi remache y ataque en el ping pong, y fue gracias a esta estrategia. Lo que hice fue decirle a mi hermano y amigos que esos días estaba practicando mi remache, no estaba jugando normal. Eso bajó mi presión de ganar los partidos y me permitió que aunque los perdiera todos, me sintiera victorioso (y relativamente inmune a sus burlas por las palizas que me daban) ya que estaba cumpliendo mi meta: mejorar mi remache. Al final del verano había logrado tener un remache bueno y mi nivel general mejoró mucho, pero los primeros dos meses mi rendimiento bajó notablemente porque estaba aprendiendo algo nuevo y cambiando mi técnica.
Conclusión
Quizás lo óptimo sería que nos lográramos centrar en el proceso y no le demos tanta importancia a las metas, y que nos contentáramos en nosotros sentirnos bien y no le diéramos tanta importancia a nuestra imagen. Sin embargo, casi siempre nos damos cuenta que sí tenemos metas y nos importa conseguirlas, y que sí nos importa quedar como ineptos o expertos ante el resto. Esperamos que estas técnicas les ayuden a afrontar estas barreras para el aprendizaje.
Por Pablo Herrera S., para Ceres Desarrollo Humano
 [1] Esto obviamente es rescatando su sentido o intención positiva, pero muchas veces se expresan de manera disfuncional.