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Pensamientos un día demasiado tarde: Lo que podemos aprender de Peaches Geldof y otros “wild childs”

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Cuando me enteré –por Twitter, como de todo– que la célebre party-person-turned-badass-housewife Peaches Geldof había muerto, lancé un grito ahogado parecido al que emití cuando leí sobre el suicidio de L’Wren Scott.

Nadie en la oficina me hizo caso y, como con L’Wren, cuando les dije qué había pasado no le dieron demasiada importancia. Como pasa a casi todas las fashion persons, a veces parece que vivimos en otro mundo cuando mencionamos nombres. Pero no me importó mucho.

En ambas ocasiones tuve, muy a mi pesar, un sentimiento de pérdida ilegítima, como si no tuviera derecho a estar impactada por estas muertes, porque el contacto más cercano que tuve con estas mujeres fue a través de una pantalla, y ellas no tuvieron nunca contacto conmigo.

Y sin embargo, y hablaré solo de Peaches porque con la diseñadora me desahogué en mi actual job, creo justificado pensar que con la muerte de la socialité y periodista británica se pone en una luz negativa a algo que no debería estarlo: la alegría de vivir.

Todavía no sabemos qué le pasó a la joven de 25 años –cifra impactante porque yo los cumpliré en unos meses. La autopsia no fue concluyente y no había carta de despedida ni drogas cerca del cuerpo de Peaches, que además tenía dos buenas razones para vivir: sus hijos Astala y Phaedra.

Paula Yates, su mamá, murió por una sobredosis cuando Peaches tenía 11 años, y es difícil creer que la escritora repetiría la historia voluntariamente. Me encontré, entonces, deseando que la causa de su muerte hubiera sido una falla inesperada del cuerpo, que simplemente se rindió después de años de supuesto abuso.

Seguramente muchos leerán esto y pensarán que obviamente se trató de un problema con drogas y lo tomarán como una lección. Pero, en lo concerniente a Peaches, a quien no conocí y en ocasiones taché de irresponsable y descocada, la lección más importante estuvo en su vida, y no en la forma en que murió, sea la que sea.

¿Por qué? Porque quienes sí la conocieron coinciden: Peaches llevaba luz a dónde iba, y ese es el tipo de persona que aspiro a ser, aún si creo que tomó muchas, muchas malas decisiones. Aquí está lo que creo que podemos admirar de una mujer que pasó muchos años confundida. 

  1. No tengas miedo al qué dirán. Peaches pasó de blanco de los tabloides a madre dedicada (y blanco de los tabloides), y estar toda la vida bajo el reflector le enseñó a ignorarlo. Ante todo, Peaches era quien era, y lo fue cuando fue una wild child tanto como lo fue cuando su Instagram comenzó a llenarse de videos de sus hijos. Vístete como quieras, haz lo que quieras y que digan lo que quieran. No pidas disculpas por ser la persona que eres.
  2. Aprende de tus errores. No puedo garantizar que la vida de Peaches haya cambiado, ni que hubiera sido terrible en primer lugar. Pero la apariencia de su vida indicaba una transformación, en la que sin dejarse atrás a sí misma (ver punto 1) se convirtió en una mejor versión. Que no pidas disculpas no quiere decir que no puedas, y debas, querer mejorar.
  3. Diviértete. Ama con locura. Sonríe sin razón. No tengas miedo de sentir. Una vez Peaches invitó a un six de cerveza a los paparazzi que la seguían, y en otra ocasión recorrió el metro de Londres con unas pequeñas fanáticas a las que se encontró y que quedaron impresionadas al verla. Nada es tan serio como para dejar de divertirte. Sé impulsivo, sé irracional, puedes tener todo bajo control sin perder la sonrisa. Sé siempre agradecido.

Nada mal para una wild child fuera de control.

Un beso,

P.