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Dashing rapscallion

@mrawxsomx / mrawxsomx.tumblr.com

Al, 21 [he, him] | Rolplayer español | Selectivo | Multi-verse | Multi-muse | Multi-ship | OC Friendly | Es indispensable leer las normas y la información de mis personajes antes de pedirme thread.
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A Jordan le encantaba estar entre la multitud, en saludar a la gente que estaba deseando poder hablar con él antes de empezar algún discurso o charla sobre su famosa Teoría del Caos. Era un hombre con bastante carisma y solidaridad, muy raramente se le podía ver solo y sin una sonrisa en su rostro. 
Entre saludos y comentarios, añadiendo algún que otro autógrafo sintiéndose un completo rockstar, Jordan se tropezó con aquel extraño.
“Vaya, perdona. La gente aquí está emocionadísima por aprender más mátemáticas.” dijo Jordan con una carcajada mientras llevaba la mirada a él durante un momento y después se llevó la mano hacia la cara, apoyando su codo en la mano contraria que tenía abrazada a su torso. “Vaya, vaya… Mira lo que tenemos aquí. Pero si es el mismísimo Jay Knight.”
Sabía que podía irse un poco de la lengua, pero al analizar su apariencia se dio cuenta de que él no quería ser descubierto. Así que habló de manera baja y le dedicó una sonrisa amplia. 
“Muchacho, soy fan incondicional de tus películas.”
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No pasa nada, lo he notado —mencionó el muchacho de claro acento inglés antes de que el otro le reconociese. No era algo nuevo, muchas veces lo reconocían cuando salía por ahí, pero cuando le dijo “Jay” le recorrió una cierta nostalgia, hacía una década que no usaba ese nombre y que no se topaba a alguien que le llamase de aquella manera. Sonrió un poco volviendo a ponerse las gafas, con el pelo recogido bajo la gorra y aquellas gafas sería difícil de reconocer si no fuese en una distancia tan corta como aquella—. Es todo un honor saber que al doctor Jordan Zalkind le gustan mis películas... Aunque con eso de Jay me hace pensar que le gustan más las de mi etapa con Disney —bromeó con una sutil sonrisa en los labios, sabía que no podía borrar todos sus años de trabajo cuando no era más que un niño—. Ahora la gente me suele decir Jamie —explicó, siendo un apodo con el que él se sentía mucho más cómodo en la actualidad.
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RonanW: El trabajo estable suele tener la pequeña pega de ser constante
RonanW: Ya sabes, tengo que ir todos los días, tengo que pagar un piso, unas facturas...
RonanW: Y mis alumnos me necesitan
RonanW: Seguro que en tu Starbucks pueden echarte de menos un finde
RajIsAKing: El finde trabajo en la escuela de surf, ahí sí me echarían de menos
RajIsAKing: Y yo trabajo en verano, no como los profesores de secundaria...
RajIsAKing: ¿En Irlanda tienen clase también en verano?
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Comprendió que aquel momento no era el más adecuado para que charlaran sobre lo que iba a pasar en un futuro. Edgar era un hombre lleno de inseguridades cuando salía de su zona de confort y aquello era como haberse distanciado kilómetros. Todo era nuevo para él y, eso, era lo que le provocaba más ansiedad que nada. 
“Habláme así siempre.” dijo con una sonrisa mientras suspiraba y se apoyaba junto a él, tomando como iniciativa de que aquello era un oasis de paz para ambos, antes de que todo su mundo se cayera a pedazos. Edgar sintió que todo aquello le daba igual si Fletcher se mantenía a su lado, aunque sabía perfectamente que él siempre optaría por su familia, aunque supiera que haber estado con él de aquel modo, en aquella tesitura, podría romper el corazón de su hermana. Por un momento se sintió más que culpable. 
Cerró los ojos durante unos segundos, calmando sus ideas y organizando sus pensamientos para quedarse por completo en blanco. Ahora comprendía por qué su amante había puesto velitas y música de fondo para tomar aquel baño: la calidez de las velas y la música como un susurro hacía que Edgar se olvidara de todos sus problemas, pero más aún cuando notaba el rebotar de la voz de Fletcher junto a su oído. 
“Y eres un bruto, pero por algo fuiste boxeador, ¿no?” comentó Edgar con una risita para luego elevar la mirad hacia él y suspirar sin dejar de acariciar su barba. “Eso y estampándome contra la pared para decirme verdades como puños… Aunque seas un bruto agradezco que lo hayas hecho. Me moría por ver esos ojitos verdes de cerca…”
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Quería poder disfrutar de él, dejar el mundo fuera y poder pasar aquel rato juntos sin preocuparse de lo que alguien más podría decir sobre ellos, porque eso ahí no le importaba lo más mínimo. Quería concentrarse en la música, en el suave olor de las velas y la tranquilidad que le daba tenerle entre sus brazos, eso era lo que necesitaba, unos minutos donde el mundo le importase una mierda para poder ser él mismo. No tener que esconder lo que sentía ni pensar en todo lo malo. En ese momento eran Edgar y él.

Lo haré —susurró como respuesta sin dejar de acariciarle, permitiendo que todo su cuerpo soltase esa tensión acumulada que le había torturado. Bajó la mano lentamente de su cabeza a su pecho, acarciándole con cuidado. Aunque fuese antiintuitivo, le gustaba mucho más tratar a la gente con delicadeza, dejar que sus dedos simplemente rozasen su piel, aún cuando se había hecho famoso por sus puñetazos y su dureza cuando estaba en el cuadrilátero. A Fletcher le gustaba estar tranquilo y dar mimos.

Eso ha sido un golpe bajo... Me gusta pelear, pero eso no significa que te vaya a tratar como un trapo cuando estamos en casa —replicó abriendo un ojo cuando mencionó que le gustaba verlos de cerca, dibujando una leve sonrisa en sus labios, quizás hablaba más de lo que él acostumbraba, pero podía acostumbrarse a que no se callase si le decía esas cosas—. Lo hice así porque parece que con sutilezas no era capaz de comunicarte el mensaje —explicó con calma antes de cerrar los ojos—. Lo siento si me pasé, pero necesitaba que abrieses los ojos y aceptases la realidad.

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𝒋𝒐𝒓𝒅𝒂𝒏'𝒔 𝒇𝒊𝒓𝒔𝒕 𝒔𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆𝒓
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             “No sufráis más, queridos.” gritó divertido y bromista Jordan en una de sus convenciones en la feria estatal de ciencias y matemáticas. “El rey del Caos ya está aquí.”

Si le hubiesen dicho que acabaría en una convención de ciencias y matemáticas, James se hubiese reído. Todo aquello se le daba mal, si leer se le complicaba, sumado a los números y los términos que se utilizaban, él estaba más perdido que un pulpo en un garaje. ¿Qué le había llevado allí? Aceptar interpretar a un matemático en una película, por lo que su manager creía una buena idea que se lanzase a la aventura de los números y fuese allí. Con una gorra de béisbol, una sudadera y unas gafas de cristales transparentes, el afamado actor trataba de no llamar la atención. Claro que ante la presencia de aquel hombre supo que podría haber ido como siempre y nadie le hubiese mirado dos veces. 

Llevaba un rato intentando comprender alguna clase de ecuación cuando simplemente se sintió abrumado y resopló. Eso iba a ser un fracaso, ¿cómo podría fingir ser un experto si le costaba comprender lo más simple? Se quitó las gafas con un suspiro, eso le podía.

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Esteban se murió un poco de ternura por la manera tan tímida que tenía responderle. Sus hijos no sabían lo que era la vergüenza ni el decoro, salvo Sean que desde que entró en el instituto comenzó con aquella leve rebeldía típica de adolescente pero, aún así no le ocultaba ningún secreto. Aquello le hizo ver que había criado bien a Sean. 
Se sorprendió cuando vio que Greg era el hombre del que Daniel no dejaba de hablar desde que asistió a aquella charla sobre la seguridad civil y los bomberos. Daniel correspondió aquel choque manos y sonrió ampliamente comenzando a hablar a su padre. “No me puedo creer que seas amigo de un superhéroe”
“Ya ves, Dani, los superhéroes son amigos entre sí.” dijo guiñándole un ojo a Greg y después agarrar la mano de Daniel para que no se fuera muy lejos. “Me ha sorprendido, así que eres tú la persona que no ha dejado de mencionar mi hijo pequeño. Ahora sí que es un placer conocerte. Mi hijo quiere ser bombero gracias a ti y estoy muy feliz por eso.”
Comentaba mientras veía a su otra hija algo desanimada o tal vez era así siempre. De todas maneras, Esteban quiso alegrar los rostros ajenos con un: 
“¿Tienes mucho que hacer? Podemos ir a comer juntos con los niños algún día de estos.”
Sonrió al pequeño por un momento, le gustaba saber que influía de manera positiva en los niños y que gracias a algo tan pequeño como hablar sobre seguridad y su oficio los inspirase para algo más. Él veía su inspiración e impacto en casa, sus hijas querían llegar a estar en el cuerpo algún día y eso le enorgullecía, sabía que cuando él dejase aquel oficio habría grandes personas para cubrir su falta.

Lo siento si te ha dado la lata con el cuerpo, pero... Es que los bomberos somos demasiado guays —dijo haciendo que su hija menor asintiera dándole la razón. La mayor de las dos no hizo ninguna clase de comentario al respecto, aunque le padre acarició con cariño su cabeza antes de bajar la mirada. Quería saber qué estaba mal para ver si podía arreglarlo.

La verdad es que no tengo muchos planes, bueno... Pasar la tarde con dos de las chicas de mi vida, ¿tienes muchos deberes, Nellie? —preguntó, más bien para tantear el terreno en el que se estaba moviendo, ella pareció sentir un gran rechazo por el apodo apartándose de su padre. “No tengo muchos”. Greg respiró hondo, iban a tener que tener una charla sobre aquello cuando estuviesen solo. Entonces llevó la mirada al otro hombre—. ¿Qué tal si me das tu número y así podemos organizar algo? —cuestionó sin saber si su hija estaba molesta por su apodo o por la idea de ir por ahí con gente nueva.

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Correspondió aquello con una sonrisa. Comprendía aquello con perfecta claridad, haciendo que asintiera. En México eran más… expresivos, era la mejor manera de explicarlo. Sabía que la cultura de las armas no era tanta como en Estados Unidos, pero sabía que todas las familias tenían al menos una pistola. 
“Bueno, eso es mejor que estar en casa por miedo a que te caiga una bala perdida en Navidad.” dijo divertido, aunque era completamente cierto. Su padre, bastante conservador, le pedía que disfrutara con él de los tiros pero a él nunca le llamaron la atención. Siempre pensó que la violencia era la solución de los ignorantes. “Hola, pequeña. Me llamo Esteban… Soy amigo de tu papá.” se presentó, sonriendo adorable por la manera en la que tenía ella de esconderse detrás de su padre. 
Dejando que la pequeña fuera a los brazos de su padre, Esteban estuvo atento al siguiente curso que salía por la puerta. Agradecía que lo hicieran por orden, porque sería bastante imposible encontrar a su hijo entre una marabunta de niños correteando hacia sus padres. Al ver a Daniel, sonrió amplio y le saludó para que le viera y en cuanto Daniel se situó, fue corriendo hacia él para darle un abrazo correspondido por su padre junto con un despeine de cabeza cariñoso. Cuando descubrió que su padre estaba acompañado, llevó la mirada hacia la niña que se escondía detrás de Greg y fue a saludar. 
“Este es Daniel, mi hijo menor. Tiene nueve años. Estoy seguro de que os habéis visto ya, ¿no es así?” preguntó Esteban, viendo cómo Daniel asentía con una sonrisa. 
Al estadounidense no le gustaba demasiado su país, cosa bastante irónica siendo que su apodo era “Capitán América”. Veía muchas cosas injustas, situaciones que le parecían lamentables y cada vez que veía las noticias perdía un poco de fe en la humanidad. Su piel estaba marcada por las desgracias, pero realmente era su alma la que se iba perdiendo con el paso de los tiroteos y descontrol del país. 

Esta es Julie, ¿le quieres decir cuántos años tienes? —preguntó a la niña, quien seguía cómodamente acurrucada entre sus brazos. Se mantuvo callada como una tumba, observando al otro unos cuantos segundos antes de decir “Seis” casi en un susurro. Eso le arrancó una pequeña sonrisa al mayor, no era sencillo hacerla hablar cuando no tenía confianza con la gente que estaba cerca. Estaba trabajando en aquel asunto.

Miró de nuevo a la puerta, su otra hija estaba en quinto curso, así que aún le quedaba un poco de espera para tener a sus dos pequeñas y poder irse a casa. Al ver al hijo ajeno, una sonrisa decoró sus labios, conocía a aquel niño, ¿cómo no? Era el que más preguntas hacía cada vez que aparecía por allí para hablar sobre los bomberos o les enseñaba el parque. Bajó a su hija menor al suelo cuando la vio algo más cómoda.

Así que tu hijo es mi ayudante, ¿eh? —bromeó, la última vez que había ido allí había pedido voluntarios y el pequeño fue el que más entusiasmo mostró para ayudar a un bombero—. ¿Chocas esos cinco, Daniel? —le preguntó al pequeño ofreciéndole la mano.

Instantes después salieron los niños de quinto y su hija mediana se acercó hacia ellos para abrazar a su padre, con aire algo desganado. Iba a tener que interrogarla en casa para saber qué había pasado en clase para que estuviese de mal humor.

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Ella se había levantado con buen humor, deseando pasar un buen sábado con sus niñas y hacer su postre favorito, comer macarrones y ver Anastasia por decimoctava vez. No le importa tragarse un musical infantil con tal de ver a su pequeña bailar con su tutú azul y a la grande cantar junto a su hermana. Sabía que tenía una vida que muchas envidiarían, pero sabía que todo aquello no tenía la mitad de sentido sin su padre para disfrutarlas también. 
En cierto modo se sentía culpable por haberse ido, pero por eso mismo se fue: para evitar problemas y tener una oportunidad de ver a sus hijas crecer, aunque luego tuviera que hacer como si su padre solo fuera un banco para el bienestar de las pequeñas. 
No había estado con nadie salvo con Yuri, no quería estar con nadie más aunque él fuera un hombre peligroso. Tal vez por eso le gustara tanto, porque era distinto a los padres repipis que veía en la escuela cuando habían reuniones o en los cumpleaños de los compañeros de sus hijas. Dentro suya que todo aquello se podía haber disfrutado mucho más a su lado, pero las circunstancias de su oficio eran las que eran y Nina no podía hacer otra cosa salvo que mantener las distancias. 
Nina se quedó observando el rostro de él cuando le acarició la mejilla y de repente el dolor, la rabia y el odio que sentía hacia aquel hombre por haber estropeado su día perfecto se disiparon como el humo de su cigarro en el  viento. Tenía que decírselo, en su mirada podía leer perfectamente aquella pregunta que todavía no se había dignado a pronunciar. 
“Se llama Tanya…” dijo en tono suave mientras dirigía la mirada a la pequeña, que estaba jugando con su hermana mayor al escondite. “Tiene seis años…”
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No era seguro para ninguna de las tres chicas que él estuviese cerca, su trabajo le había labrado muchos enemigos. Aunque quisiera estar cerca y verlas crecer, era consciente de que su mera presencia les ponía una diana en la espalda de un tamaño inconmensurable. Era uno de los tipos más peligrosos de toda Rusia. La policía lo quería muerto y el resto de mafias soñaban con ponerle unos zapatos de cemento y dejar que se hundiese en uno de los helados ríos del país, perdiéndose como un diente de león en el aire.

Quizás esa era la señal que necesitaba para dar de lado todo su negocio, olvidar todos sus trapicheos para ser un padre y marido, seguir de cerca el desarrollo de las niñas que jugaban a unos cuantos metros de ellos. El destino era caprichoso, Yuri quiso pensar que era su manera de indicarle que debía cambiar de aires, centrarse en lo que había creado con Nina. Podrían ser felices sin todos los lujos de su trabajo, ellos, las pequeñas y... Si la ocasión se terciaba podrían incluso ampliar la familia. Lo cierto era que en su cabeza no sonaba mal tener tres hijos con Nina, quizás con el tercero consiguiesen que alguien heredase el cabello de ella.

Sus ojos claros viajaron de ella a las niñas cuando recibió aquella información nueva. Tanya. Aquel nombre le gustaba, podía verse llamándola para cenar o para que se diese prisa porque llegaban tarde al colegio. Sonrió levemente, tenía dos hijas llenas de vida a las que se moría por conocer.

Tanya —repitió en voz baja, sin apartar la mano de su rostro, su mirada fue de nuevo a ella—. ¿Las niñas saben quién soy yo? —preguntó entonces, sin saber si quería recibir un sí o un no como respuesta. ¿Qué clase de padre creerían que él era después de haber pasado tanto tiempo ausente?

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okay but a m/m plot based off of ‘hotter than hell’ by dua lipa where muse a is a priest at the local church and muse b is the town’s troublemaker and one day after muse b gets into a fight and has his face all busted up muse a finds him and takes care of his wounds and they talk and they are such polar opposites because muse a is a nice gentle man and muse b is a hurricane-shaped person but they hit it off anyways. and it can be a slow burn where they slowly fall for each other or it can be a whirlwind of feelings where that same night muse b kisses muse a and he pushes him away but he can’t resist him and they end up hooking up and muse a feels so freakin guilty about his sin while all muse b can think of is when does he gets to get into his pants again and they sneak around and fight a lot and muse a’s filled with internal conflict about it and maybe muse b makes his mission to show muse a all the good things about life that he thinks he’s missing and they go out to the cities near theirs and go to bars and get muse a drunk for the first time and they go to movies and muse b goes down on him inside the theater or something but just… two guys discovering a world world together and falling in love (✿◠‿◠)
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“Ooh… Eso sí que es profundo.” respondió el mexicano mientras suspiraba asintiendo y cruzándose de brazos. Para él también fue difícil la separación con su ex mujer, pero por suerte no tuvieron que luchar mucho por la custodia de los niños porque ella había decidido empezar de nuevo su vida, ya que no estaba a gusto con su pareja e hijos. “Es cierto lo que mi padre me dijo una vez: Cuando seas padre comerás huevos y entenderás por qué un hijo cambia la vida…” 
Esteban soltó una risita mirando hacia la puerta, recordando buenos momentos en su país natal, del cual tuvo que emigrar para poder darle una mejor vida a sus hijos. 
“Así que no seas tan tiquismiquis y compórtate como un buen hijo” terminó de decir, recordando con una risa. 
Escuchó las palabras del otro y simplemente se rió negando un poco con la cabeza, su padre decía cosas bastante diferentes. Cosas que le podrían tachar de americano profundo a pesar de ser de la ciudad de Boston—. Eso suena mejor que lo que decía mi padre “Cállate y dispara ya—recordó negando un poco con la cabeza, ese hombre no estaba en sus cabales cuando él era un crío ni lo hacía en la actualidad, pero no tenía más remedio que aceptar aquellas locuras.

Las puertas del colegio se abrieron y empezaron a salir los niños de primer grado. Fue entonces cuando una pequeña rubia vestida con un peto vaquero y una camiseta blanca, salió corriendo en su dirección con los brazos abiertos y gritando “Papi”. El pelirrojo suspiró con una sonrisa antes de agacharse para recibir a la niña y alzarla en sus brazos—. ¡Hola, mi princesita! —dijo a la pequeña llenándola de besos. Entonces comentó emocionada que tenía razón y no se le habían deshecho las trenzas mientras jugaba en el patio—. ¿Ves? Eso es porque tengo un doctorado en trenzas —bromeó, antes de que la chiquilla se acomodase contra su pecho, momento en el que reparó en el otro hombre y casi se escondió contra su progenitor, era tímida.

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Aunque estuvieran preocupadas del por qué las habían apartado de su hogar con tanta prisa, aún disfrutaban de las pequeñas cosas de la vida, algo que Nina envidiaba con grandeza y que intentaba aprender de ellas todo lo posible. Su vida era mucho más sencilla antes de enamorarse de Yuri y de haber tenido su primera hija. Pero lo hecho, hecho estaba y ella debía hacer lo mejor para con sus hijas. 
No decidió mirarle a los ojos, estaba completamente atentas a sus hijas por si les pasaba algo pero pudo oler el tabaco desde ahí aunque no lo hubiera encendido. Tenía muy bien olfato. Pero cuando habló de su hermano ella se quedó completamente perpleja, mirándole por primera vez a los ojos. 
“Dios… ¿Vadim?” preguntó como intentando procesar aquello. El temor y el miedo aumentaron cuando él comentó que eran el blanco del clan enemigo de su ex pareja, haciendo que ella llevara la mirada hacia las pequeñas, queriendo ir a abrazarlas y no dejar que se separaran ni dos metros de ella, pero sabía que eso sería alarmarlas demasiado. “Gracias por venir a por nosotras…”
Fue lo único que pudo salirle de la garganta al sentir aquella diana en la espalda, como bien había explicado Yuri. Intentó comentar aquello con la mayor empatía posible aunque aquel comentario excluyéndola de sus deseos de que no murieran sus hijas hizo que ella se sintiera como un estorbo. Sabía que no habían tenido la mejor relación desde que decidieron distanciarse pero aquello le llegó al alma. Una parte egoísta de Nina hizo que ella comenzara a soltar lágrimas por los ojos al pensar que ya no era importante para él, aunque sabía que la prioridad de ambos es que sus hijas estuvieran bien.
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Había mil preguntas en su cabeza, la mayoría de ellas sobre aquella criaturita que jugaba con la que tenía la certeza que era su hija. No sabía si ella había rehecho su vida, si esa segunda niña también era de él, ¿podía ser de su última noche juntos? No lo sabía, pero tampoco le agradaba saber que quizás ella había empezado a salir con otro hombre y había tenido una hija con este. Precisamente por eso la distancia había sido la mejor decisión, poder seguir como si nada, aunque él seguía perdidamente enamorado de ella.

No quería hablar de la muerte de su hermano, de lo desgarrador que había sido para él ver el cuerpo de su hermano menor de aquella manera. Agachó la cabeza por un momento, tomando una buena bocanada de aire, no había tenido tiempo de hacer un funeral o siquiera llorar por él, porque tan pronto como supo lo que planeaban puso pies en polvorosa sin mirar atrás. Poco le importaba morir, pero no soportaría que le arrebatasen a Nina o a las niñas.

Yo os metí en todo esto, es mi deber sacaros de esta situación —respondió entonces el hombre recibiendo un mensaje de que ya habían dispuesto las habitaciones como él había pedido—. Ya está todo listo... Deberías hacer una lista con las cosas que necesitéis, mandaré a uno de mis hombres a buscar lo que veas indispensable —comentó antes de fijar sus ojos claros en ella y notó como sus ojos estaban empañados en lágrimas. A pesar de que no debería hacerlo, se acercó a ella para limpiar su rostro con su mano, muy suavemente, sólo había que mirarle para darse cuenta de que todavía estaba loco por ella.

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