~ The Wandering Magi ~

“There is music” _Given volume 5_

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honestly, someone should inspire me to finish this.

Since it’s Hanami season now, I figured it was the right time to share this doujinshi about Okita’s last time seeing the cherry blossoms.

Considering how bad his condition at this point in the series already is, the setting isn’t very canon but the artist drew this around 2005, so there was no way she could’ve known.

Artist: Kisaragi Manami

Just a side info, in case you happen to go to Tokyo and go to Mandarake (a shop that sells second hand doujinshi): You can find some of Kisaragi’s PMK doujinshi in some of the stores. There’s no Peacemaker section but the artist is popular in the Hetalia fandom and has an own section there. You can find the Kisaragi Manami section next to the USUK doujinshi and while most of her doujinshi there are USUK as well, her older PMK doujinshi tend to be sorted in there as well.

No le molestaba, claro que no, si había formado una cabaña ahí mismo, era por algo en concreto. Pareciese que la falla misma llegara a un acuerdo con la naturaleza: Si quería a un guardián, si quería a ESE guardián en concreto, entonces tenía que haber oscuridad. Yunan amaba la oscuridad y su pequeña cabaña era todo aquello que necesitaba. Pero, mientras estaba entretenido , como siempre, ordenando unos cuantos objetos que había dejado ahí, notó también una presencia. Para ser honestos fue el rukh quién le susurró de lo que estaba sucediendo ahí: Kougyoku Ren, había aparecido en el interior de la falla.

La sorpresa se apoderó de sus facciones, sus azulados ojos se abrieron suavemente y sus labios siguieron el mismo destino. ¿La Princesa? ¿Qué hacía ella ahí? ¿Por qué? Habría podido esperarla, permanecer quieto en su cabaña y esperar, tranquilamente, a que aquella joven muchacha se acercara. Podría iluminarle el camino, hacer visible al rukh. Podía hacer muchas cosas, pero, entre todas prefirió ir de persona, tampoco le sería demasiado complicado. Su cuerpo, lentamente, fue desapareciendo, como si nunca hubiera existido desde un principio.

En la más honda oscuridad un pequeño destello de luz se fue formando, la corriente de rukh comenzó a tomar forma incluso para aquellos que fueran incapaces de verlo y ahí, en la nada, una verdosa figura comenzó a tomar forma. Rodeado de luz y con una amistosa sonrisa en sus labios, el Magi errante tomó forma. Su mano se levantó hasta su sombrero, sujetandolo con sus dedos a la par que lentamente, su cuerpo iba descendiendo hasta posar sus pies en el suelo, varios metros de la muchacha.

— Kougyoku Ren… Nunca esperé tu visita. — Era extraño, acababa de enterarse de que ahí había aparecido. ¿Qué extrañas cosas estaban sucediendo en las afueras? Aun así, habían muchas cosas que carecían de lógica… Como el hecho de que le hubiera hablado, sin tener en cuenta si ella le conociera o no. Así era él, así era Yunan, no habían muchas otras respuestas a ello.

                                     ❝Ríndete, no hay ninguna salida...❞

Una voz similar a la suya, conocida como subconsciente, sonaba dentro de sus pensamientos mientras el camino que ansiaba aún no aparecía frente a sus ojos. No quería darse por vencida, detenerse en plena oscuridad ni lamentarse por su vida, la cual estaba libre de peligro por el momento. Seguiría caminando. Seguiría obligando a sus piernas moverse por más cansada que estuviera y, hasta que una luz no la iluminara entre todo el sombrío lugar, no pararía. Ansiarse, sentir miedo o nervios no eran signos de una persona débil, sino de una fuerte. Los humanos eran capaces de sentir muchas emociones en un mismo minuto o menos.

A la oscuridad no le temía, más bien le temía quedarse ahí, en ese lugar extraño y sombrío, por toda la vida sin haber encontrado a una sola persona que la ayudara. Sabía que no debía depender de los demás para resolver sus problemas, pero a veces una voz o una mano tendida era la luz de la esperanza. La esperanza que aún no decaía y seguía intacta. Lo peor que ella podía hacer era quedarse quieta, dejar que sus propias emociones la controlaran y repetirse a sí misma que nunca saldría de ahí por más que caminara. Si era fuerte, si confiaba, pronto su camino se vería iluminado y volvería a su hogar en cuanto menos lo esperaba.

Y, milagrosamente, así sucedió. Una pequeña luz comenzó a aparecer mágicamente frente a ella. Sus párpados se mantuvieron más levantados que antes, sus manos entrelazadas entre sí y sus ojos, con el brillo recuperado, no dejaban de observar la ‘transformación’ de aquel destello. A juzgar por la forma que estaba tomando, parecía un humano, pero no estaba muy segura si se trataba de uno. Esperó, esperó y esperó hasta que dicho cuerpo o, más bien dicho, individuo fue revelado. No tenía palabras para hablar, no por el momento.

— Tú… Tú eres… —esa vez que el medium fue derrotado, ese hombre de sombre verde había aparecido repentinamente y al costado del actual Rey de Sindria, Sinbad. Desde el primer momento que lo vio, siempre se preguntó quién era y de qué tipo de persona se trataba—. Tú eres el hombre de aquella vez... ¿Có–cómo sabes mi nombre? —preguntó, desconcertada. ¿Cómo era posible que él supiera su nombre? Nunca se lo había dicho.

Sin embargo, a pesar de surgir varias incógnitas, se sentía aliviada de haberse topado con una persona en plena oscuridad. La soledad que había estado sintiendo en esos minutos y los pensamientos negativos desaparecieron una vez que él hizo acto de presencia. No sabía si considerarlo un milagro o buena suerte, pero se sentía feliz consigo misma por no haber permitido que su propio subconsciente terminara con ella y la desesperara.

El miedo. El miedo era capaz de cambiar a una persona, de cerrar cualquier destello de esperanza que en ella habitara. La oscuridad era el principio, los seres humanos sentían miedo por ella y ahí era cuando su “yo” comenzaba a a desaparecer. Como si la oscuridad fuera siempre más fuerte que la luz, que la esperanza, como si se lo tragara todo, devolviéndolo a la nada. Si... El nada... Quizás ese lugar conociese demasiado bien la naturaleza humana y, como queriendo proteger algo, utilizando como guardián el peor enemigo de la humanidad: El miedo.

Él era un ser peculiar, le agradaba la oscuridad y era capaz de ver el rukh, él no estaba nunca realmente solo y en completa oscuridad. A su alrededor siempre había cierta luz, una reconfortante luz que siempre había permanecido a su lado. Pero, lo que más le sorprendió fue ver aquellas mismas mariposas de luz, a ojos humanos invisibles la mayor parte del tiempo, provenir de aquella joven princesa. Ella no había perdido la esperanza... Aunque había tenido miedo no se había dejado vencer... Había seguido adelante, lo había superado por ella misma.

Viendo algo que solo él y aquellos que compartían su mismo destino podrían ver, esbozó una suave y cortés sonrisa en sus labios a la par que entrecerraba suavemente sus ojos en el proceso. Permaneció observando a la princesa ante suya mientras que el ruh seguía iluminándolos en aquella eterna oscuridad. Ella era... Una persona realmente maravillosa... Desconocía pero si era Alibaba quién había infundido en ella aquella luz o la poseía desde un principio. Lástima que Sinbad...

— Ah, lo siento... Tal vez hice algo grosero. Lo escuché. Puedo escuchar todo lo que sucede en esta valle, al igual que todo lo que sucede a ambos lados de la falla.  — Cerró sus ojos, ladeando suavemente su cabeza hacia un lado al pronunciar aquello. Era inevitable ser pasado por alguien sospechoso... ¿Cierto?— Mi nombre es Yunan... Soy el guardián de este valle. —Él sabía todo de ellos, o al menos, aquello que podía escuchar... Las cosas pero cambiaban del otro lado, ellos, seguramente sabrían poco de él, después de todo, aquello no le molestaba tanto.    

Levantado sus párpados, observó a su alrededor con extrañeza mientras por sí misma se paraba del suelo que no podía ver. No oía voces, no veía individuos ni algún otro ser vivo andando por aquel oscuro lugar. ¿Dónde se encontraba? ¿Por qué no había luz? ¿Qué le ocurrieron a los demás? Parecía estar viviendo un sueño. Un sueño demasiado real y escalofriante que provocaba un ligero temblor en su cuerpo.

Estuvo caminando cerca de tres minutos. Seguía sin oír nada, sin encontrar una puerta o una luz que le indicara la salida a ese tenebroso lugar. Su respiración, a causa de los nervios y ansiedad, estaba agitada y su rostro no dejaba de empaparse de varias pequeñas gotas de sudor. Quería llorar, gritar; sin embargo, estaba conteniéndose.

— ❝Tengo que ser fuerte, pronto encontraré la salida...❞ —pensó, entrelazando sus propias manos y posándolas encima de su pecho. Parecía dar vueltas al mismo lugar una y otra vez, pero estaba segura que si seguía caminando encontraría la salida.

Oscuridad. Una eterna oscuridad que parecía tragarse toda creación en aquél lugar, en aquella gran falla cuyo guardián era él: Yunan. Resultaba irónico pensar que siquiera él que estaba viviendo ahí desde hacía tanto tiempo que no recordaba, era simplemente incapaz de entender porque la oscuridad era única soberana, porque la luz no se atrevía a iluminar el paisaje. ¿Quizás para proteger lo que había al otro lado? Él, Yunan, lo sabía, sabía demasiado bien que había ahí y aun así, aquella pregunta siguió resonando en su mente: ¿Por qué tanta oscuridad?

No le molestaba, claro que no, si había formado una cabaña ahí mismo, era por algo en concreto. Pareciese que la falla misma llegara a un acuerdo con la naturaleza: Si quería a un guardián, si quería a ESE guardián en concreto, entonces tenía que haber oscuridad. Yunan amaba la oscuridad y su pequeña cabaña era todo aquello que necesitaba. Pero, mientras estaba entretenido , como siempre, ordenando unos cuantos objetos que había dejado ahí, notó también una presencia. Para ser honestos fue el rukh quién le susurró de lo que estaba sucediendo ahí: Kougyoku Ren, había aparecido en el interior de la falla.

La sorpresa se apoderó de sus facciones, sus azulados ojos se abrieron suavemente y sus labios siguieron el mismo destino. ¿La Princesa? ¿Qué hacía ella ahí? ¿Por qué? Habría podido esperarla, permanecer quieto en su cabaña y esperar, tranquilamente, a que aquella joven muchacha se acercara. Podría iluminarle el camino, hacer visible al rukh. Podía hacer muchas cosas, pero, entre todas prefirió ir de persona, tampoco le sería demasiado complicado. Su cuerpo, lentamente, fue desapareciendo, como si nunca hubiera existido desde un principio.

En la más honda oscuridad un pequeño destello de luz se fue formando, la corriente de rukh comenzó a tomar forma incluso para aquellos que fueran incapaces de verlo y ahí, en la nada, una verdosa figura comenzó a tomar forma. Rodeado de luz y con una amistosa sonrisa en sus labios, el Magi errante tomó forma. Su mano se levantó hasta su sombrero, sujetandolo con sus dedos a la par que lentamente, su cuerpo iba descendiendo hasta posar sus pies en el suelo, varios metros de la muchacha.

— Kougyoku Ren... Nunca esperé tu visita. — Era extraño, acababa de enterarse de que ahí había aparecido. ¿Qué extrañas cosas estaban sucediendo en las afueras? Aun así, habían muchas cosas que carecían de lógica... Como el hecho de que le hubiera hablado, sin tener en cuenta si ella le conociera o no. Así era él, así era Yunan, no habían muchas otras respuestas a ello.

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