{✿‘゚・ noctemprayers ‘゚・✿}
Su trabajo era su vida; era eso que hacía que su mundo tuviera sentido y lo que día a día lo ayudaba a ponerse de pie, sin embargo, estar de vuelta ahí después del anuncio público de su hermano donde lo calificaba como un suicida potencial, como riesgo para su persona... Peter no se sentía exactamente cómodo dentro de su propia piel. Las miradas constantes que expresaban únicamente lástima y los murmullos que parecían encontrar el camino hasta sus oídos, no eran exactamente de ayuda. Aún así, se negaba a retroceder, a simplemente irse a casa a lamer sus heridas. Él no era esa persona, él era un Petrelli y de algo debía servir el orgullo que tanto su madre como su hermano transmitían cuando hablaban de su apellido.
Se dijo a si mismo que no era nada del otro mundo, que podía lidiar con todo si simplemente se dedicaba a hacer su trabajo y no a prestar atención a los rumores. Al menos nadie sabía la otra parte; esa que incluía su sueño de poder volar. Porque así lo había denominado Nathan. Una fantasía derivada de una mente demasiado creativa que anhelaba resaltar entre el resto. No obstante, esa no era la personalidad del moreno, él jamás había querido ser diferente a pesar de que por dentro se sintiera fuera de lugar. Él era el hermano que ni siquiera había podido hacer lo correcto y convertirse en un médico real. El soñador que se aferraba a la necesidad de creer que había algo más allá, algo extraordinario escondido entre las cosas que día a día ignoraba el resto.
Fue a la hora del almuerzo cuando se debatía entre soportar una comida más rodeado de personas sintiendo pena por él o simplemente irse a casa cuando decidió elegir la tercera opción. El hospital era lo suficientemente grande como para elegir un punto sin tener que encontrarse con nadie. Por mera ironía, eligió el techo. Las únicas personas que iban ahí, eran los que fumaban o los que como él, necesitaban tiempo a solas. Llegó al último piso y empujó la puerta metálica antes de caminar hasta la orilla. Su mirada se desvió al horizonte y luego al asfalto que se encontraba al menos diez pisos por debajo de él. Algo en su estómago se removió, la misma sensación que lo embargó la última vez estaba ahí. La sensación de que si ponía un pie en el viento, podría mantenerse en el aire sin problema alguno, podría volar.