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you make me feel alright

@loganwilliamsbass

Logan Willliams. Australiano residiendo en California. Actualmente en el reality YouTube house. Futuro padre. Bajista y músico. Youtube /aussiebassist. "You can't live on planet rock star 24/7; you have to be down and dirty and have some fun."
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awezoeyness
Parecía que había escogido todas las palabras equivocadas, había dicho todo lo que no tendría que haber dicho. ¿Cómo podía ser que hubiesen llegado hasta ese punto? ¿Después de todo lo que habían luchado? ¿Valía la pena? En este preciso momento no parecía que fuese para nada productivo estar en LA, aunque le fuese a facilitar estabilidad financiera toda su vida, se estaba perdiendo lo que realmente su vida. Nervioso, casi al borde de un ataque de nervios en toda regla, se levantó del sofá y se puso a dar vueltas por el salón a medida que escuchaba las palabras de la chica. Tenía razón, y Logan era el primero que lo sabía. Cada palabra de la joven hondaba más en su corazón, en su pecho, le hacía sentir mayor peso sobre sus hombros, más responsabilidad. Pero de la mala.
Nada le rompió tanto el corazón como la mera mención de sus hijos. Esa tema era mucho más que su talón de Aquiles, era mucho más que su punto débil; era aquello que podía hacerle sentir peor en este mundo. Había intentado tantísimo no ser como su padre; había intentado ser un ser humano decente. A pesar de las adversidades cuando tuvieron a Aiden, tuvo que hacer frente a el miedo a no ser suficiente, a ser un mal adulto, a ser un mal padre. Y siempre había ido todo bien, hasta ahora. Hasta que había decidido poner su trabajo por delante, por miedo a no poder vivir una buena vida. ¿Pero acaso era aquello vida? Ya ni sabía cuantas veces había llorado por lo mucho que echaba de menos a su familia, por la culpabilidad, por la solitud. Aunque disfrutase de gran parte de su vida en LA, nada se podía comparar a lo que podría estar pasando si estuviese con su familia. Y le sabía mal, odiaba, que Zoey no lo viese así. Mejor dicho, que él no fuese capaz de explicarselo. Escuchó el resto de sus pensamientos echado en su cama, con su rostro hundido en el cojín y el teléfono apoyado en el cabezal de la cama, demasiado débil y tembloroso como para sujetarlo.
Zoey… Pero su voz temblaba demasiado, le era imposible articular sus pensamientos. Ya de normal no podía poner sus pensamientos en palabras; menos aún cuando se trataba de cosas así. No podía gritarle, no estaba enfadado. Solo estaba decepcionado consigo mismo. Sabía que cualquier promesa iba a ser en vano. Sabes que no quiero que Aiden esté así… Su voz se rompía por momentos, las lágrimas desfilaban por su rostro. Y tampoco Alenna… Su pequeña, que tanto se parecía a él en todo, ¿cómo lo debería estar pasando? Ni quería imaginárselo. Si pudiese haber regresado, su supiera que mi carrera no corre peligro ya… Se interrumpió a sí mismo. “Mi carrera”. Otra vez anteponiendo su vida como individuo por delante de su familia. ¡Pero no era así! En verdad lo hacía por el largo plazo, por el futuro asegurado, por hacerse un nombre y poder llegar a ser tan independiente de poder crear su propia discográfica. Por favor Zoey, no digas eso… Sabes que nunca haría nada para haceros daño. Y sé que tú tampoco quieres jugar ese papel, sé que no quieres pararme. Se incorporó, llevándose el móvil en su mano. No sé qué hacer, estoy muy confuso… Quiero estar con vosotros, contigo, con Alenna y con Aiden, pero no… No puedo. No ahora. Sabía como sonaba aquello, sabía a qué sonaba. Y temía que llegase ese momento. Pero justo ahora que estaba apunto de firmar otro contrato… Sentía como si su cabeza fuese a explotar. Lo siento…
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Era como tirar todo a la basura. Años pasaron para construir lo que eran, esa pequeña familia disfuncional donde los padres sabían más de celulares y computadoras que de pañales y biberones, pero aun así lograban transmitir amor y cuidado a dos pequeñas criaturas. No obstante, hacía meses que no eran esa familia. Estaban rotos, la mayoría del cuarteto se encontraba en una parte del mundo mientras la pieza final, la cabeza de la casa, se encontraba en la otra persiguiendo sus sueños. Y joder, ella sabía lo importante que ese trabajo era para Logan, lo importante que era crear un nombre en esa categoría de la música pero no podía estar más que enojada por ello y no porque estuviera celosa del triunfo ni tampoco insegura de todo lo que podía pasar detrás de la pantalla, sino por el hecho que ella había abandonado su propio sueño de cinematografía para perseguir uno nuevo: tener una familia como la que no tuvo.

Tiró su cabeza entre sus manos, las palmas llenándosele de lágrimas llenas de impotencia. Casi podía escuchar a su madre diciendo que las cosas cambiarían y, por otra parte de su cerebro, las palabras desalentadoras de sus amigas repitiéndose como una mala melodía. Pero ya no sabía qué hacer para que él regresara, para volver a tenerlo en brazos y sentir su calor colársele hasta los huesos. Y tampoco quería que volviera porque eso significaba arruinarle una cosa más, como siempre creyó haber hecho con el anuncio de que sería padre por primera vez. Estaba en un dilema, dejarlo ir con todo el esfuerzo que hizo con el paso de los años para mantener una relación sana o continuar observando las súplicas doloras de su pequeño por volver a ver su padre. Todavía podía verse a sí misma, de la misma edad que Aiden, preguntando por su padre y su regreso, las palabras dudosas de su madre y la decepción que sentía cada mañana al no verlo desayunando con ellas. Era lo mismo, el trabajo le había arrebatado a su padre por años y no pensaba permitir que eso sucediera con sus hijos.

No supo que contestar. La voz se le escapó con los sollozos que dejó salir sin pensamiento previo, la garganta se le cerraba con solo pensar en las siguientes palabras que diría y no se veía con fuerzas suficientes para si quiera alzar la mirada al reloj de su computadora. “Pero están así y nada de lo que yo les diga va a traerte de vuelta. Ninguna de mis promesas los hará tan felices como verte entrar por esa puta puerta.” Terminó por decir, unas lágrimas nuevas brotando de aquellos orbes esmeralda que alguna vez brillaron con solo la mención de su nombre. Volvió al silencio, su respiración entrecortada, el dolor en su pecho aumentando el volumen con cada exhalación. “Entonces no lo hagas ahora, solo no nos dejes esperando.” Limpió su rostro, por tercera vez desde que comenzaron a hablar. Se incorporó sobre la cama, ignorando el rostro que la miraba fijamente desde la foto alzada en su mesa de junto, y tragó lo poco que tenía en la boca pues se sentía más seca que nunca. “Necesitamos un tiempo. Harás lo que quieras, firmarás tu contrato, irás al tour de verano, conseguirás tu propia discografía y harás de ti un nombre importante…. Como fue el plan desde un principio. Sin nosotros. Sin mí.”

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Zoey, no. Acababa de destrozarlo todo. Ya está. Se había esfumado todo el esfuerzo, todo el cariño, todas las peleas y las risas acumuladas. Aunque dijese ahora que sí, que volvía a Londres, ¿solucionaría algo la cosas? La joven sabía de sobra que este siempre había sido el sueño de Logan, hacerse un nombre en el mundo de la música. Desde bien pequeño, lo único que le proporcionaba un escape a su vida era la música, pero ahora parecía que lo único que le impedía vivirla era ella justamente. Viendo a la chica sollozar y gritar de esa manera, no pudo reprimir sus amargas lágrimas y él mismo rompió a llorar, irremediablemente. ¿Cómo poder describir los sentimientos del chico en ese momento? Había fallado a las personas que se supone nunca debes decepcionar, a aquellas personas a quien siempre debes apoyar y al lado de quienes siempre debes estar. Y no había hecho esto en absoluto, sino más bien lo contrario. Puedo decir que no, puedo volver con vosotros... Por favor, Zoey, no pienses así... Solo quería abrazarla, acercarse a ella y darle uno de sus más delicados besos en la frente y decirle que iba estar bien. Pero con miles de quilómetros de separación era imposible. Y todo parecía peor de esta forma. Y si se acababa todo aquí y ahora, ¿cómo se supone que iban a seguir sus vidas? ¿Y cómo vamos a seguir viviendo de esta forma? Verbalizó sus pensamientos, subiendo el tono de su voz por segundos. No se puede acabar todo así, me niego Zoey. No. Este último vocablo sonaba ya enfadado, frustado, cansado, asolado. Dejó caer el móvil encima de la cama, haciendo que este rebotase sobre la superfície, sin dañarse de ningún modo. Se pasó las manos por la cara, por el pelo, todo tan mojado por sus lágrimas que cualquiera diría que no había estado nadando por horas. La pantalla iluminada de su teléfono había quedado a centrímetros de él, y la miraba fijamente como si esperase que, de un momento a otro, la chica saliese de la pantalla y pudieran hablar esto “en persona”. Tras unos segundos de pensar y calmarse, volvió a tener el dispositivo entre sus manos. Más calmado, tomó aire, aún entre sollozos. Ese nunca ha sido mi plan, Zoey. Sabes que eso no es cierto... Yo... Abría su boca, pero todo lo que salían eran bocanadas de aire y más sollozos. Yo no sé qué hacer, no sé cómo mejorar esto. Sus ojos metidos en la pantalla, buscando los ajenos, aunque era imposible. En todo lo que pensaba era en esa falsa esperanza en sus pequeños, en esas interminables preguntas y en la inseguridad que les iba a crear no tener a su padre con ellos. ¿De verdad iba a ser tan mezquino y egoïsta de no volver con ellos? ¿Tanto valía su carrera? Puedo volver... Pero no tendremos ningún sueldo, no tendremos nada para seguir con el nivel de vida que hemos asolido. El joven le pasaba dinero todos los meses a su familia, incluso a su madre, para que pudiesen vivir mucho más austeramente y sin preocupaciones, no como él había vivido en su infancia. No quería que sus hijos creciesen sin padre, pero tampoco sin dinero, como él había crecido.

Lo que quedaba claro es que tenía que tomar una decisión ya, no podía mantener a la espera a la chica y a los críos. ¿Podía decir lo que fuese y ya está? ¿Cómo se seguía a partir de entonces? En realidad la chica solamente necesitaba una confirmación o negación, que el joven dijese sí o no, solamente eso.

No creo que pueda volver ahora, Zoey. Lo siento. Cuando termine el verano te prometo que sí... Pero ahora no. Os puedo pagar billetes para que vengáis aquí... Pero para mí es imposible marcharme ahora. Sentenció taxativamente, lágrimas rodando por sus mejillas, incapaz de decir dos palabras seguidas sin tener que tomar aire. ¿Era esto el fin? Alenna, Aiden... Se le rompía todo con solo pensar en ellos. Voy a volver, os lo prometo. No voy a fallaros otra vez. Dame hasta finales de verano, por favor, Zoey. Sé que estáis cansados y que esto no está siendo un camino de rosas, pero prometo que es por nuestro bien. Por nuestro bien. Créeme, por favor. Haremos lo que creas más adecuado, pero favor, no pienses que quiero más esta vida que la que podría compartir con vosotros. No pienses eso nunca, por favor.

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awezoeyness
Podía notar que aquella llamada no era como las otras. Habían discutido algunas veces, se habían gritado y enfadado y molestado, pero algo le decía que esta vez era diferente. Tal vez era el tono utilitzado por la chica des del principio; tal vez el hecho de que Logan sabía que, en algún momento, le iba a tener que decir que tal vez no iba a estar en casa en verano, y eso no iba a traer nada bueno. Tal vez era el cansancio acumulado y los miles de detalles diarios que se pierden cuando solo consigues hablar dos horas con la persona con la que has pasado tus últimos cuatro años. A veces parecía que siempre había sido así, que solo conocía a sus hijos por las fotografías que le enviaban por el móvil. Era todo tan helado, tan distante, que al moreno no le sorprendió que al final Zoey explotase.
Cada palabra que escuchaba le hundía más el pecho, abría aún más esa herida de culpabilidad y pesadez que tenía en el estómago. Incapaz de mirar a la chica a los ojos o siquiera de mirar a la pantalla, se removió en el sofá hasta terminar en una posición nada cómoda, pero que por alguna razón no le molestaba. Tomaba una bocanada de aire con cada vocablo, casi mareándose, creyendo que iba a perder el conocimiento por instantes. Entendía perfectamente su reacción, Dios sabe cómo habría reaccionado él si los papeles estuviesen invertidos. Por eso era inútil replicar, no podía encontrar respuesta ni excusa porque sabía que tenía razón. Sin embargo, nada de lo dicho hasta el momento le sentó peor que escuchar aquello último.
“Ausencia”. Esa palabra que odiaba con todo su ser y que se había esforzado en borrar de su vocabulario, de su personalidad, de su presente y su futuro. Por supuesto que el joven había pensado en eso: él era ajeno al crecimiento de sus hijos, a sus progresos y a sus pasos como pequeños humanos, pero estos también lo eran al suyo. ¿Aún se acordarían de él? ¿Le preguntarían a Zoey por su papá? ¿O era solo una extraño con el que hablaban ocasionalmente a través de un monitor? Nunca se había atrevido a preguntar, aterrorizado por las respuestas y lo mucho que estas podrían coincidir con sus sospechas y miedos. Carraspeó, aún incapaz de decir nada. Zoey, yo… Con la voz entrecortada, helado hasta la médula, intentó elaborar una respuesta adecuada y con las menores consecuencias, aunque eso era prácticamente imposible. Se incorporó, pensando que tal vez así la respiración y la voz le saldrían mejor, creyendo que podría controlar sus nervios. Aún sin agallas de mirar la pantalla, la apartó un poco de su rostro, tomó aire y fuerzas, intentando reprimir sus lágrimas. Rápidamente puso el dispositivo móvil delante de sus rostro y buscó la mirada de su compañera, decidido a soltar de carrerilla todo lo que pudiese sin venirse abajo. Creo que estoy muy cerca de conseguir ese lugar de trabajo y de hacerme un nombre, como siempre he soñado. No quiero que pienses que pongo mi trabajo por delante de mi familia… Porque eso nunca lo haría… Sonaban algo irónicas sus palabras, ¿verdad? Cualquiera diría que eran ciertas dada la situación. Pero lo era, era lo que sentía. Creo que si voy a la gira este verano después, lo más seguro, ya podré volver a Londres y trabajar desde allí. Estaba pensando en abrir una pequeña discográfica en la ciudad y así poder estar cerca de vosotros. ¿”Cerca de vosotros”? Cada vez sonaba más frío, hablando de su familia como si fuesen amigos o un contrato. Y era todo tan hipotético, no había nada seguro. A lo mejor esta es mi gran oportunidad. Si no voy, todo este tiempo que he pasado aquí puede haber sido en vano. Sentenció, tal vez con demasiada seguridad esta vez. Se removió de nuevo en su lugar, pasando la mano por su pelo, se mordió el labio tembloroso. Sé porqué quieres que esté allí, somos una familia, pero… No sé si puedo cambiar esto, no sé si irme ahora será la mejor opción… Lo-lo siento… Tomó aire repetidas veces, como si de un ejercicio de pilates se tratase. No quiero perderme más nada de lo que hagan Aiden y Alenna, sabes que eso es lo último que quiero… Parecía que iba a decir algo más, como que había perdido la voz a media frase, pero no sabía qué más decir. Las palabras nunca habían sido su fuerte y si continuaba hablando tal vez haría todo peor.
Sabía que la joven se había estado ocupando de todo: de sus hijos, de su trabajo, de criarles y educarles, de los ingresos… Y el joven sentía como que lo único que podía hacer para compensarlo era trabajar más, era sacrificar su verano. Pero sonaba tan distante, como si estar con su familia fuese solo pasar un tiempo de vacaciones de su trabajo, sin ninguna responsabilidad más. No quería ser ausentista, no quería desaparecer de la vida de sus pequeños. Nada le rompía más el corazón que pensar que sus críos podían llegar a sentirse como él se había estado sintiendo toda su vida, como si su padre no les quisiera y no hiciese de todo para estar con ellos. Nada le dolía más que saber que sus pequeños estaban creciendo sin él a su lado. ¿Estaba siendo egoísta? ¿No era por un bien mayor? ¿O acaso solo estaba huyendo, inconscientemente, de esa responsabilidad a la que nunca había estado realmente preparado? ¿Era su trabajo una forma de ocultar su miedo a una estabilidad y a una vida más adulta? ¿Al fracaso como padre? ¿Pero no estaba ya a medio camino? Lo que había empezado como una oportunida de trabajo momentánea y temporal, se había alargado meses y meses, posponiendo celebraciones como cumpleaños, Navidades, puentes, etc., y ahora se había convertido en el principal problema para esta pequeña “familia”.
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Una vez más se encontraba en esa situación donde el coraje  y la impotencia se propagaban por cada centímetro de su pequeña anatomía. ¿Por qué seguía eligiendo el trabajo por encima de ellos, de sus hijos? Por cada vez que Logan afirmaba que las cosas eran diferentes, había algo, un pequeño detalle en su vida cotidiana que le recordaba que eso no era así. Ella se daba cuenta que había nuevas cosas, dentro la vida del moreno que eran más importantes que pasar un domingo sentados en la alfombra observando los primeros pasos de la más pequeña del cuarteto y no le molestaba, lo entendía en ciertos aspectos. El problema era cuando los terceros comenzaban a intervenir en la situación y las barreras de seguridad que había construido la canadiense, se venían abajo como una torre de Jenga mal jugada.

Sentía como los reclamos pedían salida rápida por su garganta, quemando como cada queja que se guardó por los últimos meses. Necesitaba gritarle tanto como necesitaba besarle. La distancia  sacaba el peor lado de la rubia, ese que pocas personas conocían y que, definitivo, no quería sacar nunca a la luz cuando de su novio se trataba. Pero ahí estaba, con los ojos llorosos de coraje y los puños cerrados fuertemente, en espera de algo que la hiciera explotar por completo pero, al mismo tiempo, deseando calmarse para no terminar haciendo una estupidez de la cual se arrepentiría tan pronto escapara de sus labios. Se quedó en silencio, escuchando las palabras ajenas como si fueran una canción que con el tiempo llegó a molestarle por tanto que la escuchara en repetición. ¿Cuántas veces había dicho lo mismo? ¿Cuántas veces había prometido volver a casa para que por fin fueran una familia? Estaba cansada y no solo físicamente. Estaba exhausta de todo, de la distancia, de las peleas, de las preguntas constantes acerca del paradero de su pareja. Pero claro, ella seguía fingiendo que todo estaba de lo lindo, que el color rosa reinaba en su vida tanto como la felicidad y tranquilidad. Respiró reiteradas veces, ahora el parlamento había terminado y era su turno de hablar, de corregir y regañar. “Nunca quise ser la chica que impidió que cumplieras tus sueños, Logan.” Inició, con el corazón galopeando rápidamente dentro de su caja torácica, con las lágrimas amenazando escapar sus esmeralda y sus puños buscando algo que hacer para no terminar la llamada de un palmazo a la computadora. “No es lo que pienso, es que lo haces. El trabajo se ha vuelto tu razón de respirar y, honestamente, no sé cuál es tu meta en esto para que por fin puedas descansar.”  El dolor se notaba en su tono, sino era eso, seguro la delataban las gotas acumuladas en sus pestañas. “¿Sabes lo que es en vano?  Que Aiden se siente fuera de la puerta de tu estudio con las esperanzas de que saldrás de ahí en cualquier minuto y le darás vueltas en el aire.” Y por fin, las lágrimas salieron con libertad, marcando gruesos canales sobre sus mejillas. Estaba dolida y tenía coraje dentro de sí, la imagen del pequeño rubio preguntado por su papá era de las más dolorosas en su memoria y tenía que vivir con eso todos los días mientras que el australiano vivía con aquellas imágenes llenas de felicidad y caras bobas. “Pues que mal porque eso es lo que estás haciendo y no te veo esforzándote para cambiarlo.” Agregó, apartando las gotas de agua salada de sus pómulos con más fuerza de la que necesitaba. “Ambos hacen y aprenden cosas nuevas todos los días, cosas que no puedo compartir por una video llamada o fotografías. Son cosas que deberías estar viendo conmigo y no lo haces. Rompiste una promesa, Logan y estoy harta. ¡Dios, estoy tan harta y cansada de esto! De la distancia, de tener que desvelarme para poder hablar contigo, de que no estés aquí y del hecho que debo continuar mintiendo a mi propio hijo cada que pregunta si vas a regresar a casa.” No se dio cuenta del volumen que sus palabras tenían pero eso ya no importaba porque habían logrado salir de su mente, incluso cuando el enorme nudo en su garganta lo hacía difícil. Volvió a pasar una mano por su rostro, ahuyentando las lágrimas y el cansancio, sin importar el hecho que su maquillaje se correría (si es que las lágrimas no lo habían logrado ya). “No somos un campamento de verano y tampoco tus parientes lejanos para que solo nos visites una vez al año.” Agregó, ahora con su voz más baja pero ronca. “Sólo averigua lo que quieres hacer antes de que sea demasiado tarde.”

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Parecía que había escogido todas las palabras equivocadas, había dicho todo lo que no tendría que haber dicho. ¿Cómo podía ser que hubiesen llegado hasta ese punto? ¿Después de todo lo que habían luchado? ¿Valía la pena? En este preciso momento no parecía que fuese para nada productivo estar en LA, aunque le fuese a facilitar estabilidad financiera toda su vida, se estaba perdiendo lo que realmente su vida. Nervioso, casi al borde de un ataque de nervios en toda regla, se levantó del sofá y se puso a dar vueltas por el salón a medida que escuchaba las palabras de la chica. Tenía razón, y Logan era el primero que lo sabía. Cada palabra de la joven hondaba más en su corazón, en su pecho, le hacía sentir mayor peso sobre sus hombros, más responsabilidad. Pero de la mala.

Nada le rompió tanto el corazón como la mera mención de sus hijos. Esa tema era mucho más que su talón de Aquiles, era mucho más que su punto débil; era aquello que podía hacerle sentir peor en este mundo. Había intentado tantísimo no ser como su padre; había intentado ser un ser humano decente. A pesar de las adversidades cuando tuvieron a Aiden, tuvo que hacer frente a el miedo a no ser suficiente, a ser un mal adulto, a ser un mal padre. Y siempre había ido todo bien, hasta ahora. Hasta que había decidido poner su trabajo por delante, por miedo a no poder vivir una buena vida. ¿Pero acaso era aquello vida? Ya ni sabía cuantas veces había llorado por lo mucho que echaba de menos a su familia, por la culpabilidad, por la solitud. Aunque disfrutase de gran parte de su vida en LA, nada se podía comparar a lo que podría estar pasando si estuviese con su familia. Y le sabía mal, odiaba, que Zoey no lo viese así. Mejor dicho, que él no fuese capaz de explicarselo. Escuchó el resto de sus pensamientos echado en su cama, con su rostro hundido en el cojín y el teléfono apoyado en el cabezal de la cama, demasiado débil y tembloroso como para sujetarlo.

Zoey... Pero su voz temblaba demasiado, le era imposible articular sus pensamientos. Ya de normal no podía poner sus pensamientos en palabras; menos aún cuando se trataba de cosas así. No podía gritarle, no estaba enfadado. Solo estaba decepcionado consigo mismo. Sabía que cualquier promesa iba a ser en vano. Sabes que no quiero que Aiden esté así... Su voz se rompía por momentos, las lágrimas desfilaban por su rostro. Y tampoco Alenna... Su pequeña, que tanto se parecía a él en todo, ¿cómo lo debería estar pasando? Ni quería imaginárselo. Si pudiese haber regresado, su supiera que mi carrera no corre peligro ya... Se interrumpió a sí mismo. “Mi carrera”. Otra vez anteponiendo su vida como individuo por delante de su familia. ¡Pero no era así! En verdad lo hacía por el largo plazo, por el futuro asegurado, por hacerse un nombre y poder llegar a ser tan independiente de poder crear su propia discográfica. Por favor Zoey, no digas eso... Sabes que nunca haría nada para haceros daño. Y sé que tú tampoco quieres jugar ese papel, sé que no quieres pararme. Se incorporó, llevándose el móvil en su mano. No sé qué hacer, estoy muy confuso... Quiero estar con vosotros, contigo, con Alenna y con Aiden, pero no... No puedo. No ahora. Sabía como sonaba aquello, sabía a qué sonaba. Y temía que llegase ese momento. Pero justo ahora que estaba apunto de firmar otro contrato... Sentía como si su cabeza fuese a explotar. Lo siento...

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Podía notar el cansancio en la voz de la chica, y incluso en su forma de estar apoyada, y se sentía mal por ello. Él de fiesta la noche anterior y ella cuidando a los niños. A veces parecía que ni les conocía puesto que crecían tan rápidamente que, de una llamada a la otra, al joven le parecía que tenían los rostros diferentes y todo. Sonrió al escuchar aquello, imaginándose la estampa familiar; de nuevo, un cierto sentimiento amargo asomó por su rostro. ¿Era familiar aún si él no estaba? ¿Seguían siendo una familia pese a estar tan separados? Creo que sí que las he recibido, pero tenía muchos mensajes cuando me he levantado e iba un poco lento el móvil. ¿Qué clase de excusa era aquella? ¿En serio no había tenido tiempo para ver una foto de su propio hijo? Sabía que sí, que esa era la verdad. Otra cosa no sé, pero mentiras Logan decía pocas, y nunca mentiría a la persona que más le había ayudado en estos últimos años, no a la madre de sus hijos, no a la persona que más quería. Tragó saliva, algo avergonzado de sus actos, y desvió la mirada ligeramente hacia la ventana, por donde entraba un sol radiante. Diferente, suposo, al tiempo que debía hacer a la otra parte de la llamada.
Su corazón dio un vuelco al escuchar aquella pregunta, la gran temida pregunta. Sabía que un día u otro tenían que hablar de ese tema, pero solo esperaba haberlo podido retrasar cuanto más mejor. Su garganta se hizo un nudo, sus manos se helaron y era incapaz de dirigir la mirada de nuevo a la pantalla. Pu-pues… ¿Cómo decirle que no lo sabía? Mejor dicho, ¿que seguramente necesitaba estar otro mes allí? Ahora se acercaban las vacaciones, tiempo de disfrutar y de descansar. Y él iba a seguir trabajando y estando apartado de su familia. Puede que me tenga que quedar aquí un poco más. Dijo rápidamente, mirando aún hacia otro lado; sabía que si juntaba su mirada con la ajena, iba a terminar llorando, o sintiéndose peor de lo que se sentía. Quería fingir que todo estaba bien, que lo llevaban bien, pero después de 270 días sin abrazar, sin sentir cerca, sin jugar con sus pequeños y sin poder estar al lado de Zoey.. Todo parecía más pesado. Y tanto que lo era. Ni tan siquiera escribir canciones al respecto hacía sentir mejor al joven. Y ahora iba a romper aún más el corazón de la rubia, y de los pequeños, si es que aún se acordaban de él. Tal vez tenga una gira en verano. Dejó caer esta última notícia, de la cual se había enterado la noche anterior, como si de un jarro de agua fría se tratase. Finalmente, se dignó a mirar a la chica, sin resistir la pesadez en su mirada.
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Muchos mensajes y poco tiempo, siempre lo mismo. ¿Si quiera recordaba cómo lucía su hijo? Honestamente dudaba que Logan estuviera al tanto de la dentadura casi completa de su pequeño o de los pequeños dientes delanteros con los que su hija ahora mordía cada juguete. De nuevo, entendía que el trabajo era importante, que él lo hacía para darles a los niños todo aquello que él no recibió pero, ¿valía la pena pasar casi un año al otro lado del mundo? ¿valía la pena perderse cumpleaños, aniversarios y logros de esas personitas que ayudó a crear? “Ya encontrarás tiempo para verlas. Las fotos no se irán de tu bandeja de entrada.” Contestó, honestamente cansada de ese mismo diálogo. Estaba en lo cierto, como siempre le gustaba, pues las fotografías del niño no cambiarían, se quedarían congeladas en la misma posición con la misma sonrisa incompleta y sus regordetas mejillas rosadas, pero sabía perfecto que ese niño cambiaba día con día y probablemente la siguiente llamada, Logan se encontraría con un niño diferente al de la foto. Eso era lo triste del asunto.

¿Para qué preguntaba eso, si sabía la respuesta? La cosa con la canadiense es que su esperanza si era lo último en morir. Siempre quería ver el lado rosa del asunto, fuera cual fuera, encontraría algo positivo en las desgracias de su vida. Pero cuando se trataba de la distancia, Zoey se veía cada vez más sin alternativas ni tonos rosados que buscar. “¿Un poco más?” Sin querer, su voz fue abandonada por el cansado tono y ahora era víctima de aquel tono severo, justo el que utilizaba para pelear con las personas entrometidas e incluso para regañar a sus críos. “¿Gira de verano? ¿Qué es lo importante que debes hacer ahí, que no puedes hacer desde Londres?” Estaba irritada, el sueño y estrés acumulados haciendo acto de presencia en sus palabras. “Estás consciente de que una gira de verano solo será echarle leña al fuego.  Por dios, Logan, ¿qué te tiene tan anclado al trabajo que tu familia no puede hacerlo?” Por fin abandonó su posición sobre la cama, sentándose cual indio en la superficie. Quería mantener su voz baja, tranquila, como haría si de otro tema se tratara, todo para no despertar al par de niños que dormitaban a solo unos pasos de ella. “Recuerda que esto no es por mi inseguridad o necesidad de tenerte aquí. Esto es por Aiden y Alenna, porque, creas o no, se me acaban las ideas para excusar tu ausencia en cada celebración, especialmente sus cumpleaños.”

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Podía notar que aquella llamada no era como las otras. Habían discutido algunas veces, se habían gritado y enfadado y molestado, pero algo le decía que esta vez era diferente. Tal vez era el tono utilitzado por la chica des del principio; tal vez el hecho de que Logan sabía que, en algún momento, le iba a tener que decir que tal vez no iba a estar en casa en verano, y eso no iba a traer nada bueno. Tal vez era el cansancio acumulado y los miles de detalles diarios que se pierden cuando solo consigues hablar dos horas con la persona con la que has pasado tus últimos cuatro años. A veces parecía que siempre había sido así, que solo conocía a sus hijos por las fotografías que le enviaban por el móvil. Era todo tan helado, tan distante, que al moreno no le sorprendió que al final Zoey explotase.

Cada palabra que escuchaba le hundía más el pecho, abría aún más esa herida de culpabilidad y pesadez que tenía en el estómago. Incapaz de mirar a la chica a los ojos o siquiera de mirar a la pantalla, se removió en el sofá hasta terminar en una posición nada cómoda, pero que por alguna razón no le molestaba. Tomaba una bocanada de aire con cada vocablo, casi mareándose, creyendo que iba a perder el conocimiento por instantes. Entendía perfectamente su reacción, Dios sabe cómo habría reaccionado él si los papeles estuviesen invertidos. Por eso era inútil replicar, no podía encontrar respuesta ni excusa porque sabía que tenía razón. Sin embargo, nada de lo dicho hasta el momento le sentó peor que escuchar aquello último.

“Ausencia”. Esa palabra que odiaba con todo su ser y que se había esforzado en borrar de su vocabulario, de su personalidad, de su presente y su futuro. Por supuesto que el joven había pensado en eso: él era ajeno al crecimiento de sus hijos, a sus progresos y a sus pasos como pequeños humanos, pero estos también lo eran al suyo. ¿Aún se acordarían de él? ¿Le preguntarían a Zoey por su papá? ¿O era solo una extraño con el que hablaban ocasionalmente a través de un monitor? Nunca se había atrevido a preguntar, aterrorizado por las respuestas y lo mucho que estas podrían coincidir con sus sospechas y miedos. Carraspeó, aún incapaz de decir nada. Zoey, yo... Con la voz entrecortada, helado hasta la médula, intentó elaborar una respuesta adecuada y con las menores consecuencias, aunque eso era prácticamente imposible. Se incorporó, pensando que tal vez así la respiración y la voz le saldrían mejor, creyendo que podría controlar sus nervios. Aún sin agallas de mirar la pantalla, la apartó un poco de su rostro, tomó aire y fuerzas, intentando reprimir sus lágrimas. Rápidamente puso el dispositivo móvil delante de sus rostro y buscó la mirada de su compañera, decidido a soltar de carrerilla todo lo que pudiese sin venirse abajo. Creo que estoy muy cerca de conseguir ese lugar de trabajo y de hacerme un nombre, como siempre he soñado. No quiero que pienses que pongo mi trabajo por delante de mi familia... Porque eso nunca lo haría... Sonaban algo irónicas sus palabras, ¿verdad? Cualquiera diría que eran ciertas dada la situación. Pero lo era, era lo que sentía. Creo que si voy a la gira este verano después, lo más seguro, ya podré volver a Londres y trabajar desde allí. Estaba pensando en abrir una pequeña discográfica en la ciudad y así poder estar cerca de vosotros. ¿”Cerca de vosotros”? Cada vez sonaba más frío, hablando de su familia como si fuesen amigos o un contrato. Y era todo tan hipotético, no había nada seguro. A lo mejor esta es mi gran oportunidad. Si no voy, todo este tiempo que he pasado aquí puede haber sido en vano. Sentenció, tal vez con demasiada seguridad esta vez. Se removió de nuevo en su lugar, pasando la mano por su pelo, se mordió el labio tembloroso. Sé porqué quieres que esté allí, somos una familia, pero... No sé si puedo cambiar esto, no sé si irme ahora será la mejor opción... Lo-lo siento... Tomó aire repetidas veces, como si de un ejercicio de pilates se tratase. No quiero perderme más nada de lo que hagan Aiden y Alenna, sabes que eso es lo último que quiero... Parecía que iba a decir algo más, como que había perdido la voz a media frase, pero no sabía qué más decir. Las palabras nunca habían sido su fuerte y si continuaba hablando tal vez haría todo peor.

Sabía que la joven se había estado ocupando de todo: de sus hijos, de su trabajo, de criarles y educarles, de los ingresos... Y el joven sentía como que lo único que podía hacer para compensarlo era trabajar más, era sacrificar su verano. Pero sonaba tan distante, como si estar con su familia fuese solo pasar un tiempo de vacaciones de su trabajo, sin ninguna responsabilidad más. No quería ser ausentista, no quería desaparecer de la vida de sus pequeños. Nada le rompía más el corazón que pensar que sus críos podían llegar a sentirse como él se había estado sintiendo toda su vida, como si su padre no les quisiera y no hiciese de todo para estar con ellos. Nada le dolía más que saber que sus pequeños estaban creciendo sin él a su lado. ¿Estaba siendo egoísta? ¿No era por un bien mayor? ¿O acaso solo estaba huyendo, inconscientemente, de esa responsabilidad a la que nunca había estado realmente preparado? ¿Era su trabajo una forma de ocultar su miedo a una estabilidad y a una vida más adulta? ¿Al fracaso como padre? ¿Pero no estaba ya a medio camino? Lo que había empezado como una oportunida de trabajo momentánea y temporal, se había alargado meses y meses, posponiendo celebraciones como cumpleaños, Navidades, puentes, etc., y ahora se había convertido en el principal problema para esta pequeña “familia”.

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awezoeyness
Una sonrisa se formó en su rostro pero, de nuevo, no era de felicidad. Al menos, no completamente. Era una sonrisa decaída, con aire entristecido, con nostalgia al escuchar su voz y ver su rostro. Había visto los vídeos de ella y los pequeños una y otra, y otra, y otra vez. Aunque siempre fuese lo mismo, el joven cada vez se percataba de un movimiento diferente, de un sonido de fondo que antes no había percibido; era como ver tu película favorita miles de veces y en diferentes momentos de tu vida, aún sabiendo lo que ocurre, pero nunca te cansas de verla porque sabes que el resultado visual es todo lo que tienes, y por tanto el único remedio es estudiarla y verla hasta la saciedad. Y era triste que tuviese ese sentimiento con su familia, pero era todo lo que tenía. Eso, y estas pequeñas charlas que parecían que nunca llevasen a ningún sitio. Por supuesto que habían discutido y llorado y reído y hablado durante horas en estos meses, pero el hecho de no poderse tocar, abrazar, sentirse el uno al lado del otro… Una de las pasiones del chico era mirar a los ojos cristalinos de su novia, apreciar cada una de sus tonalidades, la forma en que se iluminaban y miraban hacia todos los lados, curiosos; cuando lloraba, incluso sus ojos estaban preciosos cuando lloraba; y cuando reía, se cerraban y aún así eran los ojos más bonitos que el moreno jamás había conocido. Y todo esto es imposible de apreciar a través de una pantalla de cinco pulgadas.
Estuvo muy bien, la verdad. Contestó finalmente, acomodándose más en el sofá, imitando la posición que dedujo tenía la chica, para ver si así la sentía más cerca. Fuimos a un restaurante semi-privado cerca del lugar de trabajo y después regresamos al club a tomarnos algo. Ambientaron la noche con la música de los socios, ya sabes, para hacer publicidad. Había gente que me gustaba y gente que no, como siempre en estos casos. Las maquetas que presentaron estaban bien, aunque puede que con algunes retoques queden mejor y las podamos presentar la próxima semana, o tal vez dentro de… Se dio cuenta que llevaba demasiado rato hablando sobre cosas que, a Zoey, en verdad no le importaban. Ella solo quería saber cómo había estado, no cada detalle, se dijo el moreno a sí mismo. Carraspeó tras unos segundos en silencio tras haber caído en la cuenta, se pasó la mano por el pelo, un poco avergonzado. Lo siento. Estuvo bien, me divertí; al levantarme me he duchado y ahora… ¡Estoy aquí!, hablando… ¡Contigo! Gesticuló con la mano que le quedaba libre y esbozó una sonrisa, algo incómoda si he de decir la verdad, y volvió a carraspear. Hm, ¿y tú qué tal? Debes estar muy cansada. Siento que la llamada haya sido tan tarde.
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La tecnología avanzaba en diferentes maneras, cada vez más asombrosa y estilizada, pero no podía creer que la tele-transportación seguía sin existir.  Al menos podían crear una aplicación para percibir el aroma de la persona que tienes a distancia o poder apreciarlos en tercera dimensión. ¿Tal vez un holograma como aquellos en las películas? Si pudieron traer a Michael Jackson de vuelta en aquella entrega de premios, entonces podía contactar a alguien para hacer lo mismo con su novio ¿cierto? Al menos de esa manera sus hijos recordarían la altura y complexión de su padre, más allá de una pantalla llena de pixeles. Para ambos niños su padre era tan alcanzable como Buzz Lightyear y las princesas de Frozen (incluso a esos personajes los podían ver los fines de semana en el teatro de la ciudad). Todo aquel que aseguró con el alma que las relaciones a distancia podían funcionar, era un completo idiota mentiroso.

Se dedicó a escuchar. Podía escuchar a Logan hablar por horas y horas, con tal de tener suficiente material en su memoria para evitar el olvido del sonido de su voz. Recostó su cabeza en el cojín que trajo como acompañante, como habría hecho si él estuviera acostado a su lado, hablando y divagando sobre las mismas cosas que los mantienen alejados en esos mismos segundos. ¿Había prestado atención al discurso del moreno? Claro que no, el cansancio le cerraba los ojos casi automáticamente, pero no importaba lo que Logan dijera, ella solo quería escuchar su voz en la cercanía. “Está bien, me gusta cuando te emocionas y hablas de todo lo que haces.” Confesó, una nostálgica sonrisa posándose en sus facciones. “Si, estoy cansada. Hoy fue el festival de primavera de Aiden y ponerle ese traje de abejorro fue lo más difícil de la vida. ¿Recibiste las fotos? Las he enviado cuanto pude.” Entonces se dio cuenta que hablar de las cosas que éste se perdía mientras estaba lejos, no era la idea más inteligente. Así que calló y alzó la mirada, buscando aquella cálida color chocolate que mal no le vendría con la lluvia que ahora salpicaba sus ventanas con fuerza. “Logan, ¿c-cuando volverás a casa?”

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Podía notar el cansancio en la voz de la chica, y incluso en su forma de estar apoyada, y se sentía mal por ello. Él de fiesta la noche anterior y ella cuidando a los niños. A veces parecía que ni les conocía puesto que crecían tan rápidamente que, de una llamada a la otra, al joven le parecía que tenían los rostros diferentes y todo. Sonrió al escuchar aquello, imaginándose la estampa familiar; de nuevo, un cierto sentimiento amargo asomó por su rostro. ¿Era familiar aún si él no estaba? ¿Seguían siendo una familia pese a estar tan separados? Creo que sí que las he recibido, pero tenía muchos mensajes cuando me he levantado e iba un poco lento el móvil. ¿Qué clase de excusa era aquella? ¿En serio no había tenido tiempo para ver una foto de su propio hijo? Sabía que sí, que esa era la verdad. Otra cosa no sé, pero mentiras Logan decía pocas, y nunca mentiría a la persona que más le había ayudado en estos últimos años, no a la madre de sus hijos, no a la persona que más quería. Tragó saliva, algo avergonzado de sus actos, y desvió la mirada ligeramente hacia la ventana, por donde entraba un sol radiante. Diferente, suposo, al tiempo que debía hacer a la otra parte de la llamada.

Su corazón dio un vuelco al escuchar aquella pregunta, la gran temida pregunta. Sabía que un día u otro tenían que hablar de ese tema, pero solo esperaba haberlo podido retrasar cuanto más mejor. Su garganta se hizo un nudo, sus manos se helaron y era incapaz de dirigir la mirada de nuevo a la pantalla. Pu-pues... ¿Cómo decirle que no lo sabía? Mejor dicho, ¿que seguramente necesitaba estar otro mes allí? Ahora se acercaban las vacaciones, tiempo de disfrutar y de descansar. Y él iba a seguir trabajando y estando apartado de su familia. Puede que me tenga que quedar aquí un poco más. Dijo rápidamente, mirando aún hacia otro lado; sabía que si juntaba su mirada con la ajena, iba a terminar llorando, o sintiéndose peor de lo que se sentía. Quería fingir que todo estaba bien, que lo llevaban bien, pero después de 270 días sin abrazar, sin sentir cerca, sin jugar con sus pequeños y sin poder estar al lado de Zoey.. Todo parecía más pesado. Y tanto que lo era. Ni tan siquiera escribir canciones al respecto hacía sentir mejor al joven. Y ahora iba a romper aún más el corazón de la rubia, y de los pequeños, si es que aún se acordaban de él. Tal vez tenga una gira en verano. Dejó caer esta última notícia, de la cual se había enterado la noche anterior, como si de un jarro de agua fría se tratase. Finalmente, se dignó a mirar a la chica, sin resistir la pesadez en su mirada.

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awezoeyness
Nunca había sido de esas personas que querían imaginarse el futuro; prefería vivirlo. Al fin y al cabo, todo era tan impredecible que, ni aunque lo preparases, te podía salir la jugada como querías. Recién cumplidos los 19 años se vio envuelto en un asunto que nunca habría esperado, que nunca habría querido para él. Sin embargo, gracias a eso había descubierto infinidad de cosas positivas: tenía una verdadera familia, una persona que le quería tal y como era, dos críos preciosos a los que podía dar todo el amor que él mismo no había recibido. No obstante, la vida no es un camino de rosas. A veces nos pone obstáculos, piedras que forzosamente debemos superar para poder proseguir.
Desde hacía ya meses, el joven de pelo azabache estaba involucrado en un proyecto bastante grande. Atrás quedaban sus días de grabar covers con una webcam de mala cualidad y subirlas a un YouTube anticuado. Ahora era productor y coordinador de una discográfica; se había hecho un nombre dentro de los últimos eslabones de la cadena musical, y no podía estar más orgulloso. Era un trabajo duro, estresante, desafiante, pero al final del día era lo que quería y lo que le gustaba. ¿Lo era? Llevaba meses separado de su familia, de su novia, de sus hijos. La única forma de saber que aún existían era mediante heladas llamadas de Skype o de FaceTime, que no duraban lo suficiente. Debido a las diferencias horarias y a la ajetreada vida de ambas partes, no podían estar más de dos horas hablando. A veces parecía que ya ni eran ellos, que solo eran hologramas que el chico proyectaba mentalmente para no sentirse tan solo, para no sentirse como que había perdido todo.
Ahora era domingo. ¿No se supone que los domingos se pasan en familia? ¿Revoloteando con tus pequeños o cocinando con los tuyos? Independientemente de como sean los domingos “normales”, el chico se lo había pasado durmiendo, pues la noche anterior había tenido un pequeño comité de bienvenida y de celebración por un nuevo contrato, del cual él había sido parte esencial. Se había levantado justo a tiempo para darse una ducha, espantar sus ojeras y conectarse a Skype con la otra parte del mundo. Se echó en el sofá de su apartamento, esperando a que diese la hora acordada para su llamada, dándose aire pues hacía calor en esa soleada tarde. Su pantalla se iluminó y pudo ver una radiante fotografía de su novia, tomada hacía meses cuando se habían “visto” por última vez. Como siempre, Logan sonrió por unos segundos ante la foto, recordando cada detalle de su rostro y del momento en que la tomó, con cierta tristeza en su sonrisa. ¡Hola! Exclamó tras unos segundos en los que la connexión de establecía. A veces era duro empezar una conversación así, de la nada, sin saber bien cómo era la situación, cómo había ido el día o si tan siquiera estaban bien. A veces no le salían las palabras, era todo muy complicado.
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Eso era todo. Por fin diría todo lo que rondaba aquella cabecilla rubia los pasados meses, sería un libro abierto por las siguientes horas, o al menos los minutos que se mantendría despierta frente al computador, y haría saber a Logan las cosas que sucedían en la casa, con sus hijos y, bueno, con ella.  Se apoyó sobre su estómago en la cama, aquella enorme superficie de la cual solo ocupaba una pequeña esquina al estar más que acostumbrada a dormir con alguien abrazándola y ocupando el espacio sobrante, ambas manos soportando su rostro para que la oscuridad de la noche no se la tragara por completo en la habitación y la luz de la lámpara de junto la alumbrara perfecto. Cerró sus ojos unos segundos, a sabiendas que su novio contestaría la llamada pronto. Entonces escuchó su voz y la sintió tan familiar como lejana, casi como si estuviera enseñando un video más a sus hijos y no fuera él actualmente. Pero bueno, ¿Qué tan actual puede ser una persona detrás de una pantalla? Logiebear.” Susurró, el cansancio deteriorando su voz. “¿Vas despertando? ¿Qué tal estuvo la fiesta ayer?” Bufó mentalmente. Esas eran la clase de pláticas que tendría con su madre, cortas, distantes, frías, donde los detalles se guardan y solo se contesta lo superficial. ¿Cómo habían llegado ellos a hablar así? Parecían matrimonio divorciado, peleado, juntado y vuelto a separar. Todo eso y ni siquiera habían llegado a matrimonio primero.
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Una sonrisa se formó en su rostro pero, de nuevo, no era de felicidad. Al menos, no completamente. Era una sonrisa decaída, con aire entristecido, con nostalgia al escuchar su voz y ver su rostro. Había visto los vídeos de ella y los pequeños una y otra, y otra, y otra vez. Aunque siempre fuese lo mismo, el joven cada vez se percataba de un movimiento diferente, de un sonido de fondo que antes no había percibido; era como ver tu película favorita miles de veces y en diferentes momentos de tu vida, aún sabiendo lo que ocurre, pero nunca te cansas de verla porque sabes que el resultado visual es todo lo que tienes, y por tanto el único remedio es estudiarla y verla hasta la saciedad. Y era triste que tuviese ese sentimiento con su familia, pero era todo lo que tenía. Eso, y estas pequeñas charlas que parecían que nunca llevasen a ningún sitio. Por supuesto que habían discutido y llorado y reído y hablado durante horas en estos meses, pero el hecho de no poderse tocar, abrazar, sentirse el uno al lado del otro... Una de las pasiones del chico era mirar a los ojos cristalinos de su novia, apreciar cada una de sus tonalidades, la forma en que se iluminaban y miraban hacia todos los lados, curiosos; cuando lloraba, incluso sus ojos estaban preciosos cuando lloraba; y cuando reía, se cerraban y aún así eran los ojos más bonitos que el moreno jamás había conocido. Y todo esto es imposible de apreciar a través de una pantalla de cinco pulgadas.

Estuvo muy bien, la verdad. Contestó finalmente, acomodándose más en el sofá, imitando la posición que dedujo tenía la chica, para ver si así la sentía más cerca. Fuimos a un restaurante semi-privado cerca del lugar de trabajo y después regresamos al club a tomarnos algo. Ambientaron la noche con la música de los socios, ya sabes, para hacer publicidad. Había gente que me gustaba y gente que no, como siempre en estos casos. Las maquetas que presentaron estaban bien, aunque puede que con algunes retoques queden mejor y las podamos presentar la próxima semana, o tal vez dentro de... Se dio cuenta que llevaba demasiado rato hablando sobre cosas que, a Zoey, en verdad no le importaban. Ella solo quería saber cómo había estado, no cada detalle, se dijo el moreno a sí mismo. Carraspeó tras unos segundos en silencio tras haber caído en la cuenta, se pasó la mano por el pelo, un poco avergonzado. Lo siento. Estuvo bien, me divertí; al levantarme me he duchado y ahora... ¡Estoy aquí!, hablando... ¡Contigo! Gesticuló con la mano que le quedaba libre y esbozó una sonrisa, algo incómoda si he de decir la verdad, y volvió a carraspear. Hm, ¿y tú qué tal? Debes estar muy cansada. Siento que la llamada haya sido tan tarde.

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Nadie dijo que sería sencillo pero tampoco advirtieron acerca de cuán difícil podía ser. Todo el mundo sabe que tener un hijo cambia la vida, ya sea en el buen sentido e incluso el peor, pero jamás vuelve a ser la misma por más que uno intente o insista en borrar hechos y errores.  Zoey no sabía a lo que se enfrentaba ¡Por Dios! Era una chiquilla que se ganaba la vida haciendo videos sobre cocina y maquillajes, que sus fines de semana los pasaba rodeada de amigos y la gente la veía como un modelo a seguir, incluso cuando ella jamás pudo verse como tal. Sin embargo, el desafío llegó y tenía los cabellos tan rubios como los propios, acompañando esa carita angelical con un par de grandes ojos color chocolate justo como los del chico que más quería. El desafío tenía nombre, apellido y la decía mamá desde que cumplió los 10 meses de vida. Eso fue lo que cambió su estilo de vivir radicalmente, pero si la vida no te da sorpresas, entonces no se disfruta. Habían pasado casi cuatro años de su primer obstáculo en lo que se llama “la vida real” y ahora, con veintitrés primaveras cumplidas, la rubia se podía llamar experta en eventos desafortunados del destino.  Podía hacer tres cosas al mismo tiempo, desde cocinar un desayuno para dos infantes lloricas hasta maquillarse con una mano libre mientras se asegura que su hijo no se coma la pasta dental como si fuera caramelo. Así era la vida y no le molestaba en absoluto, incluso cuando se sentía descontrolada la mayoría del tiempo, esas dos pequeñas sonrisas idénticas la hacían olvidar los malos ratos. Solo había un problema: su novio estaba miles de kilómetros de distancia. Se las arreglaban, o eso quería pensar ella pero las llamadas por Skype o incluso los cortos minutos de FaceTime con los niños no eran exactamente los domingos familiares que tenía en mente. Suspiró, su cabeza había repasado mil veces lo que tenía que decir en esa llamada, las quejas e incluso los records del pequeño Aiden en la guardería, pero solo podía enfocarse en lo tarde que marcaba el reloj y las enormes ojeras que enmarcaban su piel porcelana. Pasó unas manos frustradas sobre su cansado rostro, las 12:24 am marcando brillantes sobre la pantalla de su teléfono, y esperó a que la llamada fuera contestada.

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Nunca había sido de esas personas que querían imaginarse el futuro; prefería vivirlo. Al fin y al cabo, todo era tan impredecible que, ni aunque lo preparases, te podía salir la jugada como querías. Recién cumplidos los 19 años se vio envuelto en un asunto que nunca habría esperado, que nunca habría querido para él. Sin embargo, gracias a eso había descubierto infinidad de cosas positivas: tenía una verdadera familia, una persona que le quería tal y como era, dos críos preciosos a los que podía dar todo el amor que él mismo no había recibido. No obstante, la vida no es un camino de rosas. A veces nos pone obstáculos, piedras que forzosamente debemos superar para poder proseguir.

Desde hacía ya meses, el joven de pelo azabache estaba involucrado en un proyecto bastante grande. Atrás quedaban sus días de grabar covers con una webcam de mala cualidad y subirlas a un YouTube anticuado. Ahora era productor y coordinador de una discográfica; se había hecho un nombre dentro de los últimos eslabones de la cadena musical, y no podía estar más orgulloso. Era un trabajo duro, estresante, desafiante, pero al final del día era lo que quería y lo que le gustaba. ¿Lo era? Llevaba meses separado de su familia, de su novia, de sus hijos. La única forma de saber que aún existían era mediante heladas llamadas de Skype o de FaceTime, que no duraban lo suficiente. Debido a las diferencias horarias y a la ajetreada vida de ambas partes, no podían estar más de dos horas hablando. A veces parecía que ya ni eran ellos, que solo eran hologramas que el chico proyectaba mentalmente para no sentirse tan solo, para no sentirse como que había perdido todo.

Ahora era domingo. ¿No se supone que los domingos se pasan en familia? ¿Revoloteando con tus pequeños o cocinando con los tuyos? Independientemente de como sean los domingos “normales”, el chico se lo había pasado durmiendo, pues la noche anterior había tenido un pequeño comité de bienvenida y de celebración por un nuevo contrato, del cual él había sido parte esencial. Se había levantado justo a tiempo para darse una ducha, espantar sus ojeras y conectarse a Skype con la otra parte del mundo. Se echó en el sofá de su apartamento, esperando a que diese la hora acordada para su llamada, dándose aire pues hacía calor en esa soleada tarde. Su pantalla se iluminó y pudo ver una radiante fotografía de su novia, tomada hacía meses cuando se habían “visto” por última vez. Como siempre, Logan sonrió por unos segundos ante la foto, recordando cada detalle de su rostro y del momento en que la tomó, con cierta tristeza en su sonrisa. ¡Hola! Exclamó tras unos segundos en los que la connexión de establecía. A veces era duro empezar una conversación así, de la nada, sin saber bien cómo era la situación, cómo había ido el día o si tan siquiera estaban bien. A veces no le salían las palabras, era todo muy complicado.

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Memories bring diamonds and rust

Otra lluviosa tarde de otoño que la familia al completo pasaba en aquella espaciosa pero acogedora casa. Desde que había llegado la niña al mundo, hacía ya meses, la vida de aquella familia había mejorado considerablemente. Aunque al principio al príncipe de la casa no le había hecho mucha gracia, pronto se acostumbró a su hermanita e incluso le dejaba jugar con sus cosas, a pesar que sus padres le repetían una y otra vez que no, que la pequeña no era lo suficientemente capaz de no llevarse aquellos objetos diminutos a la boca. Como todas las tardes, a eso de las siete, Logan salía a dar una vuelta y sacar la basura o comprar cualquier cosa si hacía falta, mientras su rubia preferida se quedaba cuidando de los angelitos en casa, dándoles de cenar y demás. Algunas veces el moreno se llevaba consigo a su hija, pues estos dos parecían estar más unidos, mientras que el primogénito congeniaba más con su madre. Aquella tarde sin embargo, el joven solamente salió unos minutos a dar una vuelta para despejarse del ambiente cargado del estudio, donde había pasado desde que se había levantado de la siesta, y pronto regresó a su casa.

Sentado en el sofá, observaba junto a su hijo el fuego encendido en el hogar, mientras escuchaba por detrás a su novia e hija reir. Casi automáticamente y ante este sonido, el moreno también rió. Como siempre ocurría cuando escuchaba esos murmullos, se encontró a sí mismo pensando que era el más afortunado de todos los seres del universo; afortunado por tener la familia que tenía, el hogar, el trabajo, por todo lo que había sufrido y trabajado y luchado hasta llegar allí. Nada parecía poder derrumbar aquella estabilidad. Absorto en sus pensamientos, no escuchó unos pasos que se acercaban por detrás hacia donde estaba él. Sabía lo que estos querían decir y, ya dentro de su rutina, levantaba al no tan ligero de su hijo de sus regazo. Vamos campeón, ¡hora de ir a la cama! Exclamó entusiasmado el moreno, mientras se llevaba a su hijo a los hombros para acompañarle hasta su habitación.

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