kitty little kitty

Frunció levemente el ceño cuando Forest posó su dedo sobre sus labios, llevando una mano a la de él mientras hacía ademán de morderle, bromeando. “Si este es tu plan he de decirte que no es el plan más inteligente que has tenido, cariño”, contestó después con una sonrisa divertida, tomando del todo su mano para entrelazar los dedos con él, “Matar a alguien en una sala llena de gente no es lo mejor si quieres librarte de ir a la cárcel”. Escuchó al rubio, apretando levemente los labios ante su propuesta ya que sus amigos no eran la gente con la que mejor se lo pasaba la morena. Le parecían, en general, bastante inmaduros, encontrándose la mayoría del tiempo molesta con sus comentarios más que entretenida. Pero al mismo tiempo si Forest estaba allí era por ella y lo mínimo que podía hacer era pasar el rato con sus amigos y devolverle el favor, por mucho que no la entusiasmara. “Vale”, accedió con una pequeña sonrisa, aguantando el suspiro que quería escapar sus labios, “Podemos ir al bar con tus amigos, creo que ya hemos estado suficiente aquí y nadie nos echará de menos”.

“te he dicho que ne público no, en privado si puedes morderme todo lo que quieras” negó levemente con su cabeza, guiñando su ojo con cierta discreción “además, una vez leí, o escuche, tal vez vi en la televisión...” se quedó pensando por breves segundos, sacudiendo un poco su cabeza al no recordar “no importa, la cuestión es que el mejor lugar para esconderte es frente a las narices de tu propio enemigo. Nadie podrá sospechar del sigiloso asesino que esta aún en la fiesta, declarando, dando el pésame” casi podía parecer que de verdad el rubio podría ingeniar ideas de tal magnitud, dirigidas a actos tan obscuros, pero no. El espíritu infantil de Forest no le permitía hacerle daño a otro ser humano, y sí, aunque estuvo involucrado en un sinfín de peleas en los bares, jamás haría algo tan así “Prometo que te vas a divertir, es más, esa va a ser nuestra meta el día de hoy. Divertirnos ¿Si?” tomo el mentón de la castaña entre sus dedos, con una pequeña sonrisa curvando sus labios, una que desapareció lentamente mientras colacionaba su boca con la ajena “si no nos divertimos, vamos a casa. Algo pensaremos” susurró, separándose lo suficiente para dar en marcha su plan. Siguió el mismo camino que habían recorrido horas atrás, pero ahora buscaba poder salir del lugar. Lyla había llegado primero que ella, por lo tanto Forest logró traer su moto hasta el lugar, el dilema caería en ¿aceptaría ir? Mientras bajaban por el ascensor, presiono el último piso, el estacionamiento “Cargo mi moto” comentó.

Dylan la recorrió con su mirada al verla, ¿Qué necesitabapara darse cuenta que estaba enamorado? Sentía mucho miedo en que todo aquelloterminara abruptamente, pero a su vez estaba totalmente dispuesto a intentararreglarlo de alguna manera. “¿Pensasteen mi mientras lo hacías?” La molestó parado allí viéndole y prestandoatención a sus palabras. Para cuando la cobriza hizo referencia a la grabaciónde su película este dirigió su mirada al suelo, ambos ahora eran parejas ytenia un pensamiento respecto a eso. “Amor,no quiero que grabemos la película” Fue directo al grano mientras seacercaba a ella y le tomaba sus manos viéndola con ternura, era tan hermosa quepodía entender la gran mujer que tenia a su lado. “Pienso que ahora somos una pareja, y aunque hay algunos que lo hacen,no quiero que nosotros lo hagamos, es como que entren a nuestra intimidad” Explicó,el problema es que ese era su pensar y lo sostendría. “Hablare y asumiré las consecuencias, pero… si quieres puedes pegarme obesarme que es más bonito” Sonrió viéndole de manera coqueta y mordiendo sulabio inferior. 

Siempre que le salía la oportunidad de hacer algo nuevo, algo que le pasaba a menudo desde que su madre había fallecido, Sunnie se encontraba frente a una encrucijada: por una parte su naturaleza curiosa la empujaba a vivir nuevas experiencias, a continuar explorando el mundo que le había sido negado durante años, pero por otro lado la sobreprotección de su madre hacía que tuviera miedo a las cosas desconocidas. Normalmente, su curiosidad solía ganar, y aquella vez no fue una excepción. “La verdad es que no me imagino un club que no sea… Bueno, así como es este”, contestó con tono divertido, “Pero sería interesante conocer otra versión”. Observó con el ceño ligeramente fruncido como sacaba el teléfono móvil de uno de los bolsillos de su pantalón, durante unos segundos preguntándose si se habría dejado el suyo en casa como le ocurría a veces, todavía sin acostumbrarse a llevarlo con ella. “Oh, vale”, contestó con una sonrisa, pensando que realmente era un gesto inocente y que no quería su teléfono para nada más, poco habituada a las costumbres que había a la hora de flirtear con alguien. “Espera que busque mi móvil porque todavía no me he aprendido el número”, comentó después, empezando a buscar el aparato en cuestión dentro de su bolso, “Tú sigue hablando, que yo te escucho”. Y así fue, escuchando atentamente sus explicaciones a cerca de su trabajo mientras buscaba su número de teléfono y comenzaba a apuntarlo con algo de torpeza en el de Aiden. Una vez se lo hubo devuelto, alzó la vista para mirarle, quedándose sin habla cuando el moreno acarició suavemente su mejilla, haciendo que se sonrojara aún más. “Si son algo tétricos igual no es tan buena idea que los lea”, consiguió balbucear después, llevándose una mano allí donde la había tocado, pudiendo sentir un cosquilleo en su piel, “Suelo asustarme con facilidad, la verdad”, añadió como explicación. “Y no, la verdad es que nunca me han dicho eso”, dijo después con timidez, no atreviéndose a mirarle y optando por mirar de nuevo a la ciudad que vibraba bajo ellos. 

Mientras ella no imaginaba otra clase de clubes, él sí, eran incontables las veces en dónde asistió a muchos de ellos, en su mayoría por razones de negocio “Tomaré eso como una aceptación” se atrevió a decir, señalándola por breves segundos “y soy un hombre de completa palabra, así que espero no te retractes después” aseguró, así era Aiden, una vez que decía que haría algo, lo haría, sin importar las circunstancias que le pusiera la vida, ni los obstáculos que tuviera que atravesar cumpliría con lo prometido. Fuera así de grande, o pequeña, su promesa “solo necesitas decirme que día paso por ti” usualmente no era un hombre insistente, tampoco alguien que buscase miles de métodos para poder obtener una cita, y es que muy poco necesitaba esforzarse, pero no sabía si era ese aspecto de inocencia que envolvía a la blonda lo que lo atraía o razones desconocidas aún. La sonrisa que se talló en sus labios no desaparecía, mucho menos al notar que ante su tacto las mejillas se tornaron de un carmesí más intenso ¡Qué ganas le daban de sentir ese calor que debía esparcirse en la piel ajena sobre sus labios! Pero no podía, no así de rápido, al menos no con ella. Arregló el nudo de su corbata, en un vago intento de distraer su mente de todo pensamiento carnal que pudiese controlarlo “Buscaré entre ese montón de papeles uno que sea un poco más ¿feliz, tal vez?” dijo un tanto inseguro, puesto que no creía que llegaría a conseguir uno, al menos que se dispusiera a escribirlo “Disculpa si soy algo, no lo sé, un tanto imprudente en ocasiones, pero me es difícil pensar que nunca se lo han dicho” frunció su ceño, desviando de igual manera su mirada hasta la esplendorosa vista que le ofrecía la ciudad “lo digo porque, sin ningún tipo de mal intención, usted es una chica muy hermosa. No es un secreto para nadie”

Delphine puso los ojos en blanco al ver cómo sus provocaciones eran esquivadas por el contrario. le gustaba que le respondieran, que le pelearan, porque al final del día la razón siempre la iba a tener ella y nadie más, que hicieran caso omiso a sus comentarios lo único que hacía era fastidiarla. sin embargo, y sin contar la rodada de ojos que hizo por instinto, se mostró apacible y luego soltó una risa “que me tutees no sólo significa que me llames por mi nombre, sino que me dejes de hablar con mi tuviera cincuenta y me estuvieras tratando de vender un seguro de vida” repuso ella, burlándose del pobre intento de su guardaespaldas para tratarla con familiaridad “y, de nuevo, no te prometo nada. si veo a alguien que me parezca guapo o guapa, pues me le acerco y ya está” añadió después, adentrándose al lugar sin mirar hacía atrás, porque la verdad era que no le importaba si la seguía o no. la música tan fuerte mandó a dormir el resto de sus pensamientos y, mientras se encaminaba a la pista de baile, lo único que podía pensar era en la libertad que le invadía el cuerpo cuando se comportaba como alguien normal. 

Aquella relación era complicada, más bien era infernal. Engaños, celos, peleas que habían sido la última gota que había roto esa delicada tensión superficial para derramar todo. Pensar en que él seguía cerca de ella le hacía sentir celoso, total, completa y absolutamente celoso. ¿Qué tenía él que no tuviese? ¡Nada! Era un estúpido armario de cuatro puertas que seguramente tuviese la cabeza rellena de serrín. ¿Shakespeare? Seguro que ese hombre no había leído en su vida. ¿Monet? Seguro que tampoco podía apreciar un buen cuadro. ¿Cómo la había conquistado si no sabía hablarle con las palabras que merecía y apreciar su belleza?

Con el coche aparcado, Freek tomó de nuevo su teléfono y preguntó acerca del estado de su perro a Emma, quien tuvo a bien responder con una foto del animal tumbado sobre una de sus camisetas. Una sonrisa leve se asomó en sus labios. Aún no se ha ido. Salió del auto y se colocó las gafas con dos dedos de su mano derecha y pronto estuvo a dos pasos de las dos chicas. Frunció ligeramente el ceño, quizás había sido su peor idea aceptar quedarse a tomar aquel helado y a ver la película. Estaba pensando en explicarle a su hija que debería irse pronto para estar descansado en el trabajo, pero esa pequeña rubia clavó sus ojos azules en él y toda idea salió de su mente.

Se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros al entrar en la heladería, nunca había sido muy dado a ir a sitios así. En Los Angeles solía llevar a la niña a sitios no muy conocidos, pequeñas heladerías artesanas en las que podían pasar la tarde sin escuchar cuchicheos. El divorcio le había vuelto un poco más reacio al contacto con gente que no fuese cercana a él. Odiaba escuchar comentarios sobre él a sus espaldas.

¿Cuándo llegaría el momento en qué todo pasaría? El momento en que dejaría de importarle lo qué hiciera, con quién estuviera, dejar atrás los recuerdos que la llevaban a seguir metida en todo. Veía muchos divorcios donde el único contacto que tenían era a través de sus hijos, y el de ellos era así, solo que ciertos sentimientos seguían a flor de piel. Un involuntario suspiro escapo de sus labios, perdida en sus pensamientos lo único que la trajo de vuelta fueron las insistentes mano de la pequeña sobre su rostro, tratando de llamar la atención de la blonda una vez más “Disculpa, amor” sacudió un poco su cabeza, sacandole la lengua con cierta diversión, poniendo atención esta vez a lo que quería “¿Segura que podrás comerte todo eso?” abrió sus labios en una pequeña y marcada ‘o’. Seguidamente, le indico al trabajador el pedido de su hija, y un pequeño vaso con helado de chocolate para ella.

Observó la pequeña actuación de Forest con el ceño ligeramente fruncido, una sonrisa abriéndose paso poco a poco en sus labios hasta que estaba sonriendo ampliamente. Forest podía ser algo inmaduro a veces, cosa que ponía a Lyla de los nervios, pero también era capaz de hacerla sonreír siempre, lo cual no era tarea fácil. “Por favor, no vuelvas a hablar así nunca, es horrible”, contestó de broma, riéndose un poco, “Das hasta un poco de miedo, como si estuvieras planeando matar a alguien”, continuó con una pequeña risa. Rodó los ojos cuando Forest fingió enfado, arrugando la nariz cuando el rubio la apretó, “Sólo te digo la verdad, ser honesta no es ser mala”, contestó de broma, sacándole la lengua en un gesto extrañamente infantil para ella, quien no solía hacer ese tipo de cosas, al menos no cuando estaba con otra gente. Con él podía relajarse un poco y comportarse como la chica joven que era. Suspiró abiertamente, sus ojos viajando por la mesa repleta de comida que había frente a ellos, cada bandeja menos apetecible que la anterior, “La verdad es que estoy tentada a irme”, confesó después de que Forest la besara, girando su rostro para poder mirarle, “Esta fiesta es demasiado aburrida… Incluso para mi, la reina del aburrimiento”.

Al escucharla mordió su labio, evitando que una risa escapara, nuevamente, de su interior Su dedo indice danzo hasta la boca ajena, presionándola con suavidad en un intento de callarla “¿Acaso tratas de que alguien descubra mi plan?” alzo ambas cejas, negando rotundamente con su cabeza “podría estar planeando eso, mi amor. Es decir, a de ser un gran crimen traernos hasta acá solo para aburrirnos” ahora fueron sus labios los que se deformaron hasta crear una evidente mueca. Forest era alguien fácil de perder el interés, le gustaba mantenerse en movimiento, relajarse y lo menos que hacía en ese momento era eso. Se había estado aguantando todo este tiempo por ella, nadie más “Sabes, no dije nada porque pensaba que adorabas estar acá, pero...” hizo una pequeña pausa, mirando a sus alrededores hasta volver de nuevo a los marrones ojos de Lyla “los muchachos me han estado escribiendo, están en el bar. Podría ser un poco más divertido que aquí, tú solo dime y nos largamos” le aseguró, “ya tengo todo un plan de escape planeado en mi cabeza desde el momento en que puse un pie acá”

Comenzó a seguir a Cath por el apartamento, sus ojos viajando por el lugar e intentando quedarse con los detalles que le recordaban a la morena, pequeñas cosas que le recordaban a ella y que sabía que seguramente la contraria había comprado. Fue entonces cuando sus ojos se encontraron con una foto de Catherine con su prometido, múltiples emociones golpeándola como una ola traicionera en la playa. Primero sintió un pinchazo en el corazón, celos por no ser ella quien estuviera con Cath en aquella foto, en aquel apartamento del que habían hablado tantas veces. Pero al ver su sonrisa y el brillo en sus ojos… Parecía feliz, y aquello era lo que Val siempre había querido para la morena; que fuera feliz. Así que si aquel hombre conseguía aquello, no podía odiarle. Volvió en si ante la pregunta de Cath, pestañeando varias veces para centrarse en lo que tenía ante ella, dándose cuenta por primera vez desde que había entrado a la cocina del rico olor a palomitas. “¿Las clases?”, repitió mientras se apoyaba en la encimera, “Bien, bueno… Ya sabes. Siempre hay clases que te gustan más y te gustan menos, pero la verdad es que los profesores que tengo son muy buenos, así que estoy aprendiendo mucho y consiguen hacer las clases entretenidas”, comenzó a explicar, “Incluso hay un profesor con el que a veces hacemos clases especiales sobre asesinos en serie y la metodología que usaban al matar a alguien, como Jack el Destripador. Esa clase fue muy interesante”. Tomó la cerveza que Cath le servía con una sonrisa, llevándosela a los labios para darle un pequeño trago, “¿Tienes la película de ‘It’? No la nueva, me refiero a la vieja”, contestó, acordándose del día en que se habían sentado durante horas a ver esa larga película que tanto le había gustado.

La escuchaba hablar en silencio ¿Podría alguien cansarse de esa voz? Ella no, cuando estaban más jóvenes pasaban horas hablando, inclusive en muchas ocasiones Cath solo se la pasaba mirándole, sin prestar mucha atención a sus palabras, admirando lo hermosa que era su novia en ese entonces, y de como su espíritu se encendía al hablar de las cosas que más amaba, de sus expresiones. Absolutamente todo “¿En serio?” alzó ambas cejas con genuino interés “prométeme que me enseñaras algunas de esas metodologías, hay algunas personas en el trabajo que no me caen tan bien” arrugo ligeramente su nariz, riendo para sus adentros. Existía algo que nunca cambiaría en la castaña, no podría lastimar a nadie, hoy en día sabía valerse por sí misma y darse su lugar, sin pisotear a los demás, como siempre le enseño su abuelo. Al llegar a la sala, dejo su cerveza y el bol sobre la pequeña mesa que adornaba frente al sofá “¡Por supuesto que sí! Nada se compara con la vieja, les hace falta mucho para llegar a ella ¿No crees?” muy poco iba al cine a ver remakes, eran escasos aquellos que valían la pena “Sabes, adoraría pensar en la cara que hubiese puesto tu madre al verte así, toda de negro cuando ella amaba vestirte tan radiante como el sol” comentó, cualquier persona que conociese hace poco a Val se sorprendería de saber la manera en que era en la secundaria, los rizos rubios que caían sobre sus hombros y sus llamativas prendas; totalmente diferente. Busco entre la pila de películas hasta dar con ‘It’ y sin dudarlo se dirigió hasta el DVD, colocandola allí.