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Boring stuff.

@mandykey / mandykey.tumblr.com

Nada interesante, sólo yo y mi aburrida imaginación.
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reblogged
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doniabatata

A veces me enrosco con cosas que veo acá y me di cuenta que puedo dejar el celular y poner mi energía en cosas que me hacen bien. Una iluminada. Lo sé. No estoy diciendo nada nuevo. Pero quería recordar que cuidar nuestras cabecitas es mucho muy importante ✨✨✨✨

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Date cuenta, que inviertes la mayor parte de tu tiempo pensando cosas que nunca van a suceder.

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Espejismos

❝ ✣ ❞

A veces me pregunto ¿Porqué te empeñas en recorrer caminos tan áridos? Aunque ya lo has experimentado en múltiples ocasiones, esa tonta esperanza de que todo florecerá sigue vigente. ¿Porqué te gusta hacer las cosas difíciles? ¿Qué es lo que quieres probar? 

Lo hemos sabido desde hace tiempo, los cuentos de hadas no son reales. 

❝ ✼ ❞

Y es qué ya no sé si te amo a ti  o al recuerdo de lo qué fuimos, ¿Estoy enamorada de una idea? 

No quiero plantar más espejismos qué me corten al romperse. No quiero buscarte en otros ojos. No quiero herir a nadie más. Pero cómo le digo ¿Qué deje de buscarte? ¿Cómo le hago entender qué no eres tú? 

¿Debo elegir? Ninguna de las opciones es realmente lo que necesito. ¿Acaso hay algún camino que me lleve hasta ello? ¿De verdad hay ahí afuera lo qué tanto anhelo? 

❝ ❈ ❞

Extraño tus besos, te anhelo, te deseo. Recorro el sendero que trazaste en mi piel, sabiendo que no es ni la sombra de lo qué tú hiciste. Me siento vacía, triste, desolada. Sigo pensando en el pasado. Si pudiera, si tuviera el poder de vivir en un recuerdo, elegiría quedarme allí eternamente. 

¿Por qué duele recordar tu aliento? Entre más te pienso, más lejana se vuelve tu imagen. Te esfumas de entre mis dedos, la ilusión se está rompiendo.

❝ ❉ ❞

La realidad me está alcanzando, agrietando mi burbuja.  Afuera de ella no hay final feliz, no hay un felices por siempre. Pero... te empeñas tanto en seguir parchando estas mentiras.

Si no es aquí, es por allá ¿Acaso importa? ¿No es eso lo que quieres?

¿Que quiero yo? 

Aferrarme a estos fragmentos es lo que siempre he hecho, es lo que conozco. Abrazarlo hasta que mis manos sangren y sea momento de elegir uno nuevo. Pero las cosas se están saliendo de control. No puede haber dos espejismos a la vez, y sin embargo está ocurriendo. 

Ya no es suficiente. El cristal es demasiado delgado, tanto que puedo ver a través de él. Soy consciente de mis propios engaños.

¿Corazón, qué debemos hacer? Tu comenzaste todo esto, ayúdame a terminarlo. Pero por favor, no me hagas elegir de nuevo.

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Día 7 - Ventana

Estoy parada en la ventana de mi cocina, mirando el viento correr, el tiempo pasar, la vida acabarse.

Me duele el corazón, se me encoge el pecho. Aún cuando afuera el cielo brilla despejado, aún cuando las nubes transitan en paz. Mi mente tiene su propia tormenta. Hacía tiempo que no me sentía de esta manera, hacía tiempo que no pensaba en ti así. Y es que, ya no recordaba cómo era, cómo se sentía sufrir por ti. 

Nunca me ha gustado amar de esta manera, nunca he querido apegarme a las cosas así. Entregando todo de mí, al punto de no tener cómo sostenerme por mi cuenta. Y aunque siempre es lo mismo, nunca aprendo. Mi corazón no quiere trabajar a menos del 100%. Siempre es más, más y más.

Igual que el cristal roto de mi ventana, los trozos comienzan a caer uno a uno en mi interior, encajándose en mi piel, rompiéndome un poco más por dentro. Ojalá pudiera abrazarlos todos, ojalá mi amor no fuera así de frágil.

He intentado poner advertencias “Maneje con cuidado”, pero parece que ni siquiera yo puedo leerlas. ¿Fui yo quién lanzó la primera piedra?

El viento se enfurece, tanto afuera y dentro de mi ventana. ¿Qué debería hacer? Quiero seguir mirando a través de ella, quiero seguir contemplándote desde la seguridad de mi abstinencia. Pero no sé cuanto más podré seguir seguir.

No quiero que me digan que me aleje del alfeizar, no quiero que se preocupen por los vidrios rotos. No quiero que me veas de esta manera.

La tormenta pasará, juntaré mis fragmentos de nuevo y todo volverá a empezar. Tengo que aprender, en algún momento lograré que mi corazón deje retumbar tanto como para romper los cristales. Algún día mi ventana será tan sólida como la tuya. 

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Día 6 — Sueño o pesadilla

Era un día normal, como todos desde que había vuelto a casa de mis padres. Mi rutina consistía en dormir tarde, levantarme tarde y pasear por la casa a solas hasta que alguien volviera de sus quehaceres matutinos. Aquella vez no fue la excepción. 

Me levanté como de costumbre, adormilada y con poca motivación para hacer algo diferente. Estando de frente al espejo del baño, comencé a lavarme la cara para espabilar y después procedí a cepillarme los dientes. Esa última tarea era en realidad un nuevo logro, mis hábitos de higiene habían comenzado a decaer debido al cúmulo gris que me acechaba esos últimos meses, un cúmulo denso del que no podía huir por mucho que intentase.

Mientras el cepillo pasaba por mis muelas, una sensación incomoda empezó a hostigarme. Una especie de comezón, esa sensación incomoda que aparece en las encías cuando el esmalte del diente comienza agrietarse o bien, la pieza está por caer.

Suspiré, no me sorprendía que la caries apareciera en mis dientes, después de todo me había descuidado bastante en ese aspecto. Dejé el cepillo de lado y enjuagué mi boca. Abrí grande para tratar de mirar en el espejo el problema, pero no alcancé a apreciar nada. Por consecuencia, decidí llevar mi índice a tentar la zona. No parecía haber nada anormal, al menos hasta que, en el lugar donde se suponía que debía estar mi muela, sentí algo blando, cómo una masa o un caramelo suave. Confundida, no dudé en sacar la anomalía de mi boca, dándome cuenta al verlo caer en el lavabo que aquella extraña masa era más bien, una de mis muelas completamente amorfa.

Confundida, paseé la lengua por el resto de mis dientes, cómo inspeccionando el resto de mi dentadura para comprobar que todo estuviera en orden. Error. 

Conforme la punta de mi lengua recorría las piezas de mi dentadura, una a una comenzaba a sentirse flojas, llenándome de esa comezón que lo inició todo. El miedo empezó a hacer acto de presencia. No entendía que estaba pasando, es decir ¿Era siquiera posible que todos mis dientes se dañaran al mismo tiempo?

Al mirar en el espejo una vez más, descubrí con horror, que mis dientes se habían tornado de un extraño color naranjoso, parecido al color del azúcar al derretirse. Y era exactamente eso lo que estaba pasando con ellos. Volviéndose blandos en cuestión de segundos, mis dientes comenzaron a escurrirse de mis labios delante mis ojos. 

El sonido del portón principal de mi casa abriéndose, sólo podía significar que mi familia estaba de vuelta, cosa que me hizo salir corriendo en busca de ayuda. A medio pasillo de la entrada, me encontré a mi papá quién me miró confundido por lo alterada que estaba. 

“¡Ayuda!” es lo que traté de decir, pero las palabras simplemente no fluyeron pues, en donde alguna vez hubo dientes, ahora sólo resbalaba aquella melcocha liquida que se pegaba a mis dedos. 

Grité, en medio de lágrimas de pánico, me miré en el cristal de la puerta. El reflejo me devolvió una sonrisa negra, cómo si en el interior de mi boca fuera un completo vacío.

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Día 5 — Personaje

Rojo. No importaba la dirección a donde mirases, todo estaba cubierto de rojo. Desde las llamas que consumían el castillo, hasta el liquido que corría por el filo de su espada. Pero ese color siempre estuvo presente en aquel lugar, incluso desde antes de que él apareciese.

El rojo era el color favorito del rey, estaba en sus ropas, en su escudo de armas, estaba en sus manos desde hacía varios años, estaba en el reino desde generaciones atrás. Y nadie lo sabía, hasta ahora.

Alistair, era el único sobreviviente de una continúa masacre por parte de sus propios ancestros. En cada generación, sin excepción alguna, el primogénito del rey en turno, nacería con sus rubios cabellos diluidos en rojo, tomando un color rosáceo, algo muy antinatural en el linaje de los elfos. “La marca de la bestia” es como le llamaban, aunque nadie sabía exactamente el por qué.  

Y eso, era lo que despertaba la rabia en Alistair. La idea de qué nunca nadie decidió mover un dedo para averiguar la razón, para buscar una cura, para dejar de derramar sangre de criaturas cuyo único crimen fue el de nacer siendo diferentes.

Lo había planeado por años, toda su vida para ser exactos. No lo llamaría venganza, más bien...

— ¿Justicia? ¡¿Pero qué clase de justicia vendría de las manos de un monstruo?! — se atrevía a gritar aquel a quién nunca tuvo deseo de llamar “padre”. 

Un hombre de cabellos largos, de un rubio platinado que reflejaba la larga vida que había tenido ya. Cualquiera en el reino diría que aquello era un sinónimo de sabiduría pues, alguien con largo camino trazado, tendría mucho conocimiento para compartir. Pero él no estaba de acuerdo. 

La sabiduría no se obtenía con la edad. Se obtenía con esfuerzo. Con dedicación, con motivación y trabajo duro. Y eso, convertía a Alistair en alguien mucho más sabio que ese sujeto que se arrastraba por el suelo. 

—Monstruo... Sí, supongo que sólo un monstruo sería digno de ser tu hijo. ¿No es así? Querido padre. — respondió, altanero, y con una claro veneno destilado de sus palabras. 

Claro que, él no estaba ahí para conversar, ni siquiera habría querido gastar saliva en aquella conversación sin sentido. Pero el anciano tenía más fuerza de voluntad de la que había creído, conseguido incluso herirle en el rostro y el brazo con el que sostenía mejor la espada. Pero el tiempo se le estaba acabando.

— Un monstruo no es lo que ves ahora, un monstruo es en lo que me convertí gracias a ti. Y un monstruo, es lo que tú y toda la familia real siempre ha sido. Pero se acabó... Y ahora, seré yo quién tomé las riendas. — declaró irrebatible, mientras empuñaba su espada una vez más, acercándose con pasos decididos hasta donde estaba su malherido progenitor.

Las miradas de ambos se cruzaron, en una conexión muy distinta a la de hacía todo este tiempo. Por primera vez, Alistair pudo percibir el terror en esos frívolos ojos, que temblaban incluso si su cuerpo parecía inmutable. 

—Yo sólo quería evitar que esto sucediera. — murmuró el viejo, con resignación.

Él sonrió, una sonrisa amarga y llena de incredulidad.

—Tu provocaste esto. — fue lo último que dijo, mientras atravesaba su espada en medio del ya sangrante pecho del rey.

Alistair no apartó la mirada, se dedicó a mirar cada segundo del marchitar del aquel a quién llamaban sol del imperio. Un sol que no volvería a brillar, pues se había extinguido por su propia llama. 

Cuando finalmente no hubo más rastro de vida en aquel cuerpo, fue que retiró su espada y, sólo hasta ese momento, fue consciente del agotamiento que lo abordó de golpe haciéndole tambalear. Usando la espada como soporte, Alistair retiró la corona del cadaver y la usó sobre su cabeza. Las brazas que aún consumían lo poco que quedaba intacto en el castillo, iluminaban las joyas incrustadas en la pieza de oro, haciéndolas refulgir en un intenso color rojo.

Su misión había terminado, sin embargo, mirando sobre sus pasos, las huellas que había dejado tras de sí para llegar hasta ese punto, ahora estaban teñidas de rojo. Y es que, aunque aún no fuera consciente de ello, ahora estaba parado justo en medio de ese camino cubierto de rojo, un camino que lo acogía en un abrazo eterno.

Créditos de fanart: Here.

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Día 4 — Despertar

Al abrir mis ojos, no me sorprendió lo que vi. Era algo que se había vuelto habitual en mi rutina. Un par de ojos amielados que me miraban con curiosidad, casi tan adormilados cómo los míos. 

Había aprendido a leerlos a medias, nunca fui buena tratando de descifrar otro tipo de lenguaje que no fuera uno similar al mío. Y, en otro momento, me habría parecido absurdo tratar de comunicarme con alguien que sé que no me entiende en lo absoluto. Pero, cómo siempre dicen las personas luego de conocer la paternidad, es una conexión natural. 

Tener un compañero de vida es una decisión importante, hay mucho que tomar en cuenta, no sólo por el tiempo y esfuerzo que eso conlleva. Sino también por el peso emocional. A mí nunca me habrían escuchado decir “Qué ganas de tener a alguien que dependa de mí” “Qué ganas de cuidar a alguien que no sea yo misma.” Porque ese tipo de responsabilidades no iba conmigo, o eso era lo que creía. 

Pero las cosas cambian cuando menos lo piensas, incluso con decisiones que tu no puedes tomar. Porque yo no decidí que esos ojos fueran parte de mi vida, al contrario, esos ojos decidieron que me querían a mí.

Hoy, cómo todos los días desde hace ya más de un año, lo primero que veo al despertar, es una presencia que invade mi cama, que me quita las sabanas para cobijarse a sí mismo, que me mira fijamente con ese par de ojos intentando transmitirme sin palabras todo lo que requiere de mí. Me gusta pensar, que esos ojos me ven con amor, aunque puede que sólo sea yo quien los mira de esa manera. Pero no importa, yo agradezco infinitamente el poder tenerlos conmigo. Porque aunque para el mundo fui yo quién salvo a esa mirada triste de un destino cruel, la verdad es que en realidad fui yo quien fue salvada.

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