El lamento de José de Arimatea
No soporto la voz humana, mujer, tapa los gritos del mercado y que no vuelva a nosotros la memoria del hijo que nació de tu vientre. No hay más corona de espinas que los recuerdos que se clavan en la carne y hacen aullar como aullaban en el Gólgota los dos ladrones. Mujer, no te arrodilles más ante tu hijo muerto. Bésame en los labios como nunca hiciste y olvida el nombre maldito de Jesucristo. Danza en la nieve mujer maldita danza hasta que tus pies descalzos sangren, el Sabbath ha empezado y en las casas tranquilas de los hombres hay mucho más lobos que aquí. Luego de bailar toca la nieve: verás que es buena y que no quema tus manos como la hoguera en la que tanta belleza arderá algún día. Partiendo de los pies hasta llegar al sexo y arrasando los senos y chamuscando el pelo con un crujido como de moscas al estallar en la vela. Así arderá tu cuerpo y del Sabbath quedará tan sólo una lágrima y tu aullido. Leopoldo María Panero