{ After the storm }
Era como si todo su alrededor o ella misma fuera a derrumbarse de un momento a otro. Las imágenes de aquella misma noche no paraban de repetirse en su cabeza una y otra vez, como si su inconsciente quisiera recordarle que aquello que estaba pasando era real y no una horrible pesadilla. Cosette se sentía atrapada en aquella sala de espera del hospital y solamente había encontrado fuerzas para llamar a Amélie en un acto prácticamente de desesperación, pero no sabía cuándo su amiga llegaría y el nudo que sentía en la garganta era cada vez más mayor. Al notar como la sensación de asfixia iba en aumento, se dirigió deprisa al baño para lavarse la cara esperando que aquello la despejara un poco, pero quedó en un intento inútil.
No se percató de lo rojos e hinchados que estaban sus ojos hasta que vio su reflejo en el espejo, sin importarle siquiera el pésimo aspecto que mostraba. Su madre se estaba debatiendo entre la vida y la muerte en quirófano. Aquello era en lo único que podía pensar, obligándose a enfrentarse a la realidad, trayendo de vuelta a su mente la imagen de aquel hombre que había aparecido de forma imprevista mientras se dirigían a casa y había disparado a su madre. No había podido verle la cara y todo había pasado demasiado rápido, pero Cosette sabía quién lo había enviado: Whispers. Y lo había hecho con tal de cumplir con su amenaza por no obedecer a sus ordenes.
Reconocer la sensación de una conexión no hizo más que hacerla sentirse peor. No estaba segura de si la había iniciado ella sin querer, pero lo que menos deseaba en ese momento era arrastrar a alguien hasta allí por culpa del dolor que la estaba destrozando por dentro. Ni siquiera sentía fuerzas para alzar la mirada y ver quién era. Solamente fue capaz de emitir un sollozo cuando entreabrió los labios para hablar, sin saber siquiera decir.- Es culpa mía… -murmuró a duras penas mientras sus ojos se volvían acuosos una vez más, rompiendo a llorar a lágrima viva sin poder soportarlo más.- ¡Ella no se lo merecía y es culpa mía! ¡Es todo por mi culpa!
Había perdido completamente el sentido de tiempo y espacio. La amenaza de Elena había calado en su interior, por supuesto que sí, como no había dejado de hacerlo la presencia del cazador en su vida y los riesgos a que estaba expuesta en aquella posición de oposición, aún así, no fue capaz de controlar daños colaterales. Se culpaba, por supuesto que lo hacía, y por eso desde que regreso a Bulgaria no había parado de buscar, de intentar dar con su padre. Eva sabía quién se lo había llevado, el mensaje era claro, y por primera vez sentía sus tripas retorcerse con fuerza, ahogándola en una sensación incluso más tortuosa que aquella que la había embargado cuando los hombres del cazador casi acabaron con su propia vida.
Llena de negativas y forzada a frecuentar contactos de su pasado, su habitación comenzó a cerrarse a su alrededor con cada negativa, y por primera vez desde que su teléfono había sonado para reportar la noticia había dejado sus lagrimas desahogarse. No supo en qué momento lo hizo, pero sus sollozos se volvieron uno con los de alguien más. Alguien a quién conocía y de quién forzosamente se había distanciado.
Cuidar de su clan se había vuelto tan imperativo para Eva que la distancia había sido su único mecanismo para protegerlos de sus propias decisiones, sin embargo, el dolor de Cosette seguía sintiéndolo como propio y eso no se trataba solo de una conexión. Murmuró el nombre de su amiga al reconocerla y escucharla— ¿Qué es lo que ha sucedido? —preguntó acercándose a la figura contraria, posando sus manos sobre sus hombros buscando la mirada humedad de la contraria— Cosette, ¿Te han hecho algo? ¿Qué sucede? —repitió. La preocupación era evidente en su habla.