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【マヤ】BunnY GorE

@bunnygore / bunnygore.tumblr.com

Ariel, 22. He / They, eng & esp / Ariel♡Kohaku
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Welcome to Domino’s can i take your order?

I draw angels on flour Creating Rorschach-like doodles on dust lifting small dunes,until only a trace of a black hole remains I fold souls kneading dough sometimes, just sometimes, I stretch so much I break a heart “double mozzarella for the bella” holding a smile like who receives socks for Christmas she, as if having crumbs stucked on her throat and as if my kind words were the Heimlich maneuver, starts spitting discontents at me “two hours, two hours waiting for love to knock on my door” and I see her face disfigure, turn red red like the tomato of the neapolitan that she later throws up my head her tongue itches with rage altho i don’t recall her having the pickled jalapenos "Ma'am, I told you fifteen to thirty minutes, loss takes time to become melancholy” she extends her hand and takes back the dolar from the tip jar it leaves my heart empty

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White Dolphin/ Delfín Blanco

Esto nunca fue lo mío. Solía creer que hacerlo era para gente débil y derrotada, desempleados de esos que se quedan todo el día en un sillón viendo TVN, colgados del cable de algún edificio que se cae a pedazos, aunque tal vez es solo lo que aprendí de mi vieja.  

La dejaba burbujear, porque no sabía calcular el tiempo para cocinarla. Me pegó a puño cerrado la segunda vez que pasó y su falsa argolla de matrimonio me hizo daño, la quemaste aweonao, me dijo o algo parecido. Yo pensé que era porque estaba nervioso, era la primera vez que lo hacía con ella y que se lo tomara tan bien cuando supo me tomó por sorpresa, hasta me hizo cuestionarme porqué lo hacía, aunque ya entendí que lo que me gusta del Horse es ese segundo en que la luz te encandila, el conejo frente faroles de camión y de pronto te atropella, mueres y todo es el paraíso. Flotando… profundo descanso, todo es bello, ojos cansados, cuerpo muerto, energía que se evapora, luego el hormigueo, la risa. Igual no es que le pase a todos, es como con el trago, algunos se ponen conversadores, otros violentos, otros solo se sientan en silencio, yo siempre fui de esos.

Otra vez soplé en la pipa en vez de aspirar, esa vez no estaba con mi vieja, estaba con el Cuervo, el weon que me dejó llevar el encargo al sur, estaban él y dos locos más y uno era un cliente, aunque no mío, yo solo trabajaba con chiva. Estábamos probando el producto, uno se rió, los otros dos me miraron chatos. Después de hacer el negocio el Cuervo casi me mata, me dijo que no podía cagarla frente a los clientes así.  Me tuvo repartiendo marimba dos meses hasta que me gané su confianza de nuevo para jugar con lo más pesado. Fueron malos esos meses, eché de menos la heroína, sobre todo porque lo que más me gustaba de venderla era sacar sus mg gratis.

Igual nunca fue lo mío. La falopa me daba asco, esa wea te vuelve anoréxico y de eso ya tengo suficiente, me pasa por fumar de pendejo, culpables bajones, igual nadie me molestaba porque tenía mano siempre. Entre heroína y pega con mi vieja  baje esos kilos. Siempre me sentí mina por pensar en esas weas y puta es que si en la escuela te dicen que sin papá los niños se vuelven maricones y en la telenovela de las cuatro son las mujeres las que limpian la casa y cocinan. Yo las tenía todas para serlo.

Nunca me contó mucho, pero cuando era pendejo antes de dormirme siempre le pedía que me contara cómo conoció al viejo, al que nunca conocí, al que se la metió y le cagó la vida. Mi vieja decía que cuando estaba por salir del liceo se mandó a cambiar y se fue con unos amigos y su pololo de entonces a mochilear al sur. Se quedaron como dos semanas en Viña, “hacer dedo no es tan fácil como te lo pintan en la tele mono chico” (me decía mono porque le causaba jaqueca como la abstinencia). Cuando iban por Valdivia dijo que pilló a su pololo con una de sus amigas comiéndose, de ahí ella se fue con la plata de emergencia al terminal y compró el primer  bus que encontró.

Llegó a Osorno, un pueblo casi rural, me dijo que parecía los comerciales de Colun de tanta vaca y todavía. Un hombre daba pensión cerca de ahí a ocho el día, pero se hicieron ojitos y se acostaron, no le cobró la noche, obvio. Cuando mi vieja se volvió a Santiago llegó rogando a su casa que la dejaran volver, se había quedado sin ni uno.  La aceptaron felices hasta que dos meses después crecí yo y mi abuelo la echó apenas supo. Igual ella tenía dieciséis y llevaba demasiadas cagadas como para que le aguantaran otra más.  Se fue donde una tía que era nana y le ayudaba a trabajar. Me enseñó que las empleadas domésticas nacen de la mala suerte, “si hay una nana contenta es porque le roba o se tira al casero” ella no era ninguna. De ahí sacó el magister de nana y se quedó como tal y yo desde que aprendí a usar tenedor  tuve que ser sub-nano ayudante.

El cuervo era algo así como el amigo de la amiga del cabro que vivía en la casa en que trabajábamos, el chiquillo una vez me regaló  yerba, me tenía pena, todo porque él hablaba y vestía bonito. Teníamos la misma edad, un día me dijo que lo acompañara a Maipú a buscar un encargo, fumamos ese día con su proveedor y  el loco me agarró buena porque éramos los dos apellido Rival.

Ahí empezó el negocio, me compraba cosas caras así que mi vieja no tardó mucho en preguntarme qué onda y yo, cabeza corta, no la supe ocultar.

La vieja se inyectaba la mitad de su sueldo y vivía medio dormida, yo vendía, ella era nana, todo bien hasta que los caseros la cacharon y chao casa-chao pega. No pasaron muchos días para que consumiendo se quedara dormida, era un buen viaje, de repente se echó y no respiró, terca como siempre, no volvió a hacerlo.

Bus. Todos me tiran la mirada, quizás porque ando perseguido y se nota. Nunca he hecho una entrega tan grande ni tan lejos, pero es el viejo, el único que me queda y es la pega, la única que he tenido. ¿Y si hubiese estudiado y sido un buen cabro?

¿Y si me interceptan?

Me pasaron 10g de falopa por si me faltaba plata en el viaje. Le llaman mano espontánea, como cuando estás en una plaza y alguien te vende porro, más caro sí. Si nos para un paco estoy cagao-No- si pasa una patrulla estoy cagao. Llevan uno de esos pastores alemanes sacando la lengua por la ventana, probablemente más kiltro que ocho, hasta chiguagua tiene esa wea, si todos saben que los pastores alemanes puros ya no existen, igual que la droga, ahora todo tiene alguna mierda.

El perro salta por la ventana ladrando al bus y lo corretea porque el bus debe tener un aura odorífica de metros por todo lo que traigo. Gota en el ojo de sudor frío, asqueroso, exagerado, al final era solo condensación de las ventanas del bus que me calló en la frente, aún más asqueroso, vapor de humano encerrado. Ando psicoseado-Temuco a 50 km- No puedo más.

Escala en Temuco, por fin. El cartel rasca de “Baño $200”. No aguanto y aunque no le hago necesito un jalón, algo que me entretenga, que me distraiga, los ojos de todos sobre mí como diciendo “ya weon, anda si estay angustiado” tengo adicto tatuado en la cara y por si no es suficiente un cartel (¡y luminosa la wea!) para que todos sepan. ¿Y si mi viejo se da cuenta cuando me conozca?

“No hermano, si ya me cacharon estoy seguro, me deben estar esperando con esposas y todo allá”, le digo al Cuervo por celular. Él me consuela, me dice que es susto de primerizo. Corto y dentro de la cabina del baño siento que hablé demasiado fuerte, que necesito esperar un poco antes de salir.

Cuaderno chico, Candy Cane lloviendo como nieve blanca sobre la tapa ¿y si me persigo en mala con esto? Pausa. Silencio de meditar. Igual alcanzaría a comprarme un café, sí, mejor. Estoy puro weiando. Iba a guardar el cuaderno pero en vez de eso me quedé mirándolo, hipnotizado, como si la raya me conversara y yo la escuchara atentamente. Filo.

El aire subiendo por mis fosas como una maravillosa catarata invertida, suave,  pero todo de una vez. La raya que se fue más rápido de lo que me tomó armarla. Sería una pena que mi viejo fuera drogo también. La pasaríamos bien, pero puta que sería una lástima, no quiero seguir pensando en eso (y cae otra línea). Sería un viaje hecho en vano o aún más (y sube la línea del tubo a mi nariz) una vida en vano. Me apuro a guardar las cosas porque me asusta que el bus se vaya con los kilos del jefe. El último pique y llegamos, sus cinco horas y ya. Después descanso, entregar el paquete y a buscar al viejo.

Llegué, compré un diario y un café en el terminal. Todo muy normal. Hice un par de llamadas, busqué una buena pieza de hotel. Llegamos temprano en la mañana, había neblina y un pucho en mis labios, también vapor por el frío de mi aliento y humo del tabaco en mis pulmones. Hubo silencio inquietante hasta que llegó.

Era estándar. Ni muy bonita ni muy desagradable a la vista, mirada cansada. Chica, más chica de lo que yo esperaba tanto de porte como de edad. Me da lo mismo.

Euforia en mi cuerpo, vigor blanco corriendo en todas mis terminales nerviosas, latiendo y explotando en ondas de colores alucinantes y los latidos, uno tras otro. Me manosea el asco de saber que no hay vuelta atrás para nada, no hay hogar al que llegar, cariño que exigir, cuidado de nadie, solo y a la mierda del mundo. Una mano traviesa me acaricia, imita el gentil calor de una madre tan solo que un poco más sucio. Pausa para recargar y de pasada recargarla a ella. Me dijo que le daba miedo meterse weas por la nariz, cocinamos, agujas penetrando nuestra piel, use una diferente a la de ella, de seguro tiene sida o alguna wea cuatica.

La mina prácticamente sedada, le cuesta abrir los ojos, está pasta, yo apenas tomé la mitad de mi dosis, estoy justo en mi punto. La tomo por  las muñecas, me da miedo tocarla mucho, la visualizo toda embarrada de otros hombres, prefiero que ella haga el trabajo.

Le doy órdenes, obedece sumisa, fuerte. Abraza mi cintura con sus piernas desnudas, me agarra firme y se mueve, se queja, gime, grita, ni cagando le gusta esta wea pero a mí sí, se siente bien porque ni nos gustamos, casi como si me violara, aunque las prefiero más apretadas y que se hagan las difíciles, pero qué importa, ya estamos aquí.

Ella sigue, yo la empujo por los hombros y de las caderas la doy vuelta, no quiero ver su cara de niñita martirizada. Choco con sus gelatinosas nalgas violentamente, al rato se detiene, me sienta al borde de la cama y se sienta sobre mí dándome la espalda, comienza a saltar weonamente. De pronto me recuerda a los papás haciendo caballito a sus hijas o cuando las mamás sientan a sus hijos en su regazo para explicarles algo. Más rápido, más dentro, siento que choco con su vientre interno, ella grita como la puta que es, me vengo. La corrida más cara de mi corta vida.

Me deja respirar dos segundos, se levanta y huye al baño con su ropa, veo una imperceptible mancha brillante y traslúcida en su entrepierna, apuesto que ni la va a notar. Envuelvo el condón en papel higiénico-Debe ser saliva- pienso. La plata en un sobre como habíamos acordado, una inyección más para mí y me echo a dormir justo cuando ella se marcha del cuarto. Igual estaba un poco gorda la puta.

Agarro el diario e intento leerlo en ese estado que es como el limbo del sueño, ni me acuerdo de las noticias de ese día, solo de una foto de un biólogo marino, algo de un delfín albino, me pongo a pensar que sería gracioso que le dijeran Dolphin en vez de Horse, pero claro, no comienza con H. Supongo que no funciona.  Luego duermo un largo rato, sueño con mi viejo, no se ve nítido y su cara como que se desenfoca, el viejo parece de esos papás que te llevarían a comer helado de pendejo y a tomar tu primera cerveza cuando cumples 18, se ve piola, igual un poco nerd pero por un momento pienso que no estaría mal. Veo una mano que es mía aproximándose a tomar la suya, él se desvanece, se vuelve polvo y cae de sopetón a un suelo negro de vinilo. Yo me ahogo en el polvo café, se vuelve líquido, burbujea, mi vieja chillando de joven mientras hace el amor con el tipo como en un eco. Una nueva visión, él se transforma en uno de esos tipos que tienen un carrito en el que venden sopaipillas con salsas raras, pero no kétchup. Me da un vacío congelado en el pecho, me da rabia, tanta que me dan ganas de matarlo. El Cuervo aparece y me lleva de la mano, todo es muy extraño.

Para cuando me despierto no importa qué imagen sea, si el viejo nerd, el del carrito o el Cuervo, solo siento que extraño tener un papá. ¿Y si hubiese sido cabro bueno seguiría extrañando algo que nunca tuve?

Nos juntamos a las cinco en la pieza que arrendaba ya que los tipos no eran de allá. Uno era de Concepción y otro argentino de Bariloche, aparentemente la aduana de acá es menos cuatica que la de Mendoza. Osorno era algo así como una guarida, un pueblito tan piola que no reunía público suficiente para vender ahí mismo, solo servía de punto medio para repartir a todas las zonas del sur. La gente era demasiado campesina, me explicaban. “Acá toman hasta que aguante el hígado pero las drogas de verdad no, dicen que son del diablo y les hacen el quite, a lo más están los viejos que tienen alguna plantita en su parcela, pero nada más”. Alivio. Las probabilidades de que mi viejo fuera drogo se redujeron casi a cero. Que tome todo lo que quiera, a mí eso me da lo mismo, los viejos alcohólicos son penca para cuando uno es chico o para las hijas ¿A mí qué me va a hacer? ¿Pegarme? ¿Agarrarme a chuchadas? Media wea, si me pega le pego, total no le debo respeto ni cariño.

Le pregunté al penquista si cachaba a alguien de la ciudad, me miró fijo como buscando señales de sarcasmo en mi rostro. Cuando cachó que era en serio se sentó en la cama haciendo saltar los paquetes sobre ella.

“Uno no viene a sociabilizar, cada persona a la que le diriges la palabra es un futuro testigo en tu contra.”

Me quedé helado, me imaginé que el Cuervo me hubiese dado otra de sus charlas, tanto por inocente como por dejarlo entrever a sus distribuidores. Asentí captando la indirecta de su silencio. Luego continuamos abriendo y re-empaquetando ese polvo café.

El argentino dejaba un rastrillo imperceptible de polvo sobre la mesa por cada ladrillo abierto y cada diez o quince minutos se jalaba el montoncito acumulado. El otro trabajaba en el baño sobre la cerámica y yo sobre un espejo. Fue la primera vez que sentí presión o más bien la carga moral de lo que hacía. Igual no era tan complicada la escuela, incluso los algoritmos y teoremas parecen sencillos al lado del riesgo que decidí correr metiéndome en esto ¿cuál será la probabilidad de que encuentre al viejo? ¿Y si me delata él mismo? El argentino se ha tirado como dos veces su raya de horse así que acelero el proceso, parto el montón de polvo en dos, luego en cuatro y así.

La mitad de los ladrillos que traje eran ahora un montón de bolsitas pequeñas. Ahora solo quedaba escondérselos al argentino porque como él pasaba por aduana tenía que llevarlos en el cuerpo en cambio el otro tenía más suerte, no te van a registrar las cosas en un terminal de buses. Con cinta metálica, la más resistente, decía y un traje de lycra de los tobillos al cuello se las fue pegando por tiras, como esas pulseras de pesas para los tobillos y muñecas, harto más rascas sí. Al principio el traje de lycra me perturbó porque era muy ceñido y le daba al argentino de bigote gracioso un aire fetichista bizarro, después no dejó de perturbarme aunque ahora era porque las tiras de paquetitos parecían músculos superficiales de heroína café. Se puso otro traje de lycra encima, para emparejar los desniveles y apretar los paquetes a su cuerpo, evita que se caigan, supongo, después su ropa de civil encima, se veía harto más ancho y cómo no si llevaba la mitad de mi carga encima.

“Está re pesado” y se rió “Acá ya terminamos” dijo el penquista sacudiéndose las manos, se quitó los guantes quirúrgicos y tomó su parte del encargo para guardarlo en su maleta. Me pasó un rollo de billetes cada uno, del encargo anterior me había explicado Cuervo y el penquista se fue con su maleta rodando, yo la veía avanzar y en mi mente me despedía de toda esa azúcar morena.

El argentino se demoró un poco más en salir, le pasé sus cosas pues no se podía agachar a tomarla, a diferencia del otro tipo me dio la mano y cuando se la estreché me agarró del brazo y me atrajo para darme un gran abrazo, me daba palmadas en la espalda “Si buscas a alguien pregúntale a las artesanas de la feria, ojalá las más grandes, ellas conocen a casi todos en este pueblo chico”. Se fue sin decir nada más.

Le hice caso al weon. Aunque no fuera de acá me dio confianza, o sea,  no realmente pero al menos me había dado una idea de por dónde empezar a buscar. Primero que nada la feria,  dónde cresta queda la feria ¿habrá más de una feria? ¿Cuál era, me dijo el nombre? Y de qué era en todo caso. Me di rabia por no haber pensado en eso antes de que se fuera el argentino de mierda. Agarré mis cosas, la pieza había quedado tal cual luego de que volviera a colgar el espejo. Ni un indicio, ni un grano de horse sobre la mesa ni el baño, todo perfecto para no ser recordado en la memoria de las mucamas, no sucio como para que dijeran “sí, hubo un tipo que dejó un espejo en el piso manchado con una especie de polvo” ni tan limpio como para que dijeran “bueno hace un tiempo un cabro arrendó una pieza por un solo día y la dejo impecable, como si ocultara algo” Solo la medida exacta de orden.

Bajé a la recepción pensando que quizás allí tendrían algún mapa de Osorno que dijera “feria” con una estrella encima y en efecto había folletos turísticos, todos una mierda publicitando lugares que quedaban a más de una hora de la ciudad pero al menos había un mapa del centro. Me paseé por la catedral, había un viejo entre un montón de frazadas y cajas de cartón aplastadas, sentado contra una pared, fuera ese mi viejo… Me acerqué a preguntarle, a un vagabundo nunca lo van a interrogar, menos si está pasado a copete.

Le pregunté primero por el hostal de don Leonardo Silva y después por la feria, me dijo que sin una ayudita no había respuesta, le pasé cien pesos y me empezó a putear. Que si tenía plata para andar mochileando no me costaba nada pasar luca, culiao barsa. Decidí buscar la feria yo solo porque pensé que sería muy arriesgado preguntarle a alguien más de por ahí, al menos caminar unas cuadras antes de volver a hacerlo.

Osorno era abochornado por la tarde y seco igual que Santiago, las calles angostas y  con poca gente y de esa gente toda era fea y amargada. Me miraban como bicho raro por ir con la mochila de viaje y la maleta. Me gustaba pensar que cuando encontrara a mi viejo le contaría todas las vueltas que me di buscándolo hasta que di con él, me lo imaginaba riéndose orgulloso de tener un hijo con tantas ganas de verlo. Igual sigue siendo difusa su cara pero es canoso, eso sí, canoso de pelo blanco aunque jovial. Miro para atrás y ya no se ve la catedral pero sé que tampoco he caminado tanto. Quizás unas tres cuadras más y le pregunto a alguien.

Paso, paso, no pises la línea de la vereda, perro callejero con la cola lanuda y un chaleco entero sucio, me sigue media cuadra hasta el carrito de maní confitado de la esquina “Chao amigo” me despido, total un perro no sirve de testigo. Ya. Esta esquina se ve buena- me detengo- Le voy a preguntar al próximo que pase. No, a ese weon no, el próximo sí. (No pasó nadie más en al menos un minuto) Filo. Y me devolví hasta el puesto de maní, el perro lanudo acostado a un lado feliz masticando las sobras que se caían al piso. Pregunté por la feria que resultó estar casi al lado de la catedral, le eché la culpa al vagabundo, aunque realmente fue mi intuición poco acertada. Me acuerdo que mi viejita nunca se perdía, ni siquiera cuando fuimos por primera vez a la casa pituca de su último patrón. Quedaba en la calle Robles, por La dehesa y nosotros vivíamos por Pajaritos, en otras palabras ni nos podíamos imaginar cómo eran los barrios allá arriba o que la casa tendría esa entrada con muros bañados en enredaderas, la piscina, los parlantes en el living que salían de las paredes, la escalera en caracol, la cocina con los azulejos raros y aun así ella ni siquiera miró los nombres de las calles para llegar a su primera entrevista. Supongo que la desorientación vino de mi viejo, me lo imaginé perdido por estas mismas calles camino a comprar la misma marca de cerveza que tomé en mi primer carrete, sonrío como si ya lo conociera “Viejo loco” murmullé para mí mismo.

Pensar en él me hace querer ser alguien del que él pueda contarle a sus amigos sureños. “Mi cabro estudia ingeniería en Santiago” o alguna carrera de esas que hacen que tus viejos te mencionen hasta hablando con la cajera del supermercado. Lo imagino sonriendo y pensando que pasó tantos años sin ese orgullo de padre en su vida y yo bien pintoso, becado (no sé cómo chucha pero becado) haciendo una maqueta, leyendo un libro, haciendo cálculos en una pizarra. No sé si habrá una carrera que te haga hacer todas esas cosas al mismo tiempo pero puta, esa carrera quiero, la que te hace parecer un chico UDI y aunque regularmente me carga esa gente se siente correcto, porque mientras hago todo eso pienso en  mi viejo canoso, tomando una cerveza con los sureños y haciendo un salud por mí.

Si me pregunta por mi vieja le voy a decir que murió, pero que murió sana. Aún si no le importa porque fue una cosa de una noche, pero no quiero nada que le haga ruido. Cuando lo encuentre tanto el Cuervo como mi vieja serán una mala pesadilla y me voy a ganar al viejo aún si al principio no me quiere reconocer como suyo.  Espérate no más viejo.

Había guantes de lana sin dedos, mitones decía el cartelito de cartón, como veinte pares por cada puesto, todos iguales pero en distintos colores. Una de esas pedrerías que venden lápiz lazuli y cuarzo, de las que te ilusionan por estar entre puras chucherías baratas pero terminan costando como mínimo cuarenta lucas el collar. Me acuerdo que cuando pendejo pregunté una vez en la feria de Santa Lucía en un puesto así, quería una cagada de piedra amarrada con alambre a una collar de cuero, era el día de la mamá, 52 lucas me dijo la mina mirándome a huevo, yo me lo eché al bolsillo de la parca cuando atendía a unos gringos. Igual mi vieja lo vendió unos años después.

Había un puesto que vendía flores y chocolates artesanales. Atendía un cabro de mi edad con la que parecía era su abuela. “¿Leandro Silva?” Le dijo a su abuela y ella dejó de cortar tallos de rosas para preguntarme el segundo apellido. Le expliqué que al menos hace unos 25 años tenía un hostal, pero que no sabía si seguía y que no sabía otro nombre ni nada más.

Me preguntó si era uno que quedaba cerca del terminal, una casucha de madera verde con un cartel que decía algo sobre pieza para universitarios. Me emocioné, mi vieja me había hablado de eso, cuando ella fue le dijo que estudiaba periodismo siendo que no había salido de media todavía.  No me acordaba hasta que la abuela lo mencionó.

La artesana y el chico compartieron una mirada de medio segundo y me vieron ahí parado con mi equipaje ahora casi vacío, en esa ciudad sin nada llamativo salvo por el dueño de un hostal que fue demolido para poner un edificio de oficinas y un local de computación en el primer piso, cuyo dueño (mi viejo) ya no tiene trabajo, ni recibió una paga por la compra del terreno ya que él es ahora imposible de hallar, dejando así la propiedad a nombre de nadie.

” ¿Por qué?” Leandro Silva de 56 años. Caballero amable dicen que era hasta que su hostal dejó de recibir visitas. Nunca completó el octavo básico y salvo por la casa que heredó de sus padres que usaba de arriendo y sus ahorros insuficientes para generar cualquier otra clase de ingreso, no tenía nada. Le gustaba salir con sus amigos taxistas  a tomarse unos tragos los fines de semana y de ahí la idea de abandonar la casucha y cambiarse a vivir a la escalera de un local vecino a su antro favorito.

“Lo encontraron ahogado en su propio vomito hace unos meses en la calle. No le quedaba familia así que ni siquiera lo enterraron en el cementerio católico o alemán, ¿por qué dijo que lo buscaba?”

Me quiebro por dentro. Su tono fúnebre me da a notar que todos oyeron si quiera una vez de ese caballero que se murió intoxicado con alcohol en esta ciudad enana, sofocada, desconocida, sin nada de interés ya en ella. “No, por nada” Huir.

Meses pasaban, dentro crecía una vida destinada a morir. El vientre antes ya desbordante estaba ahora hinchado, un ser que subsistía a pesar de su alimentación a base de pocas calorías diarias de la mal llamada comida de una bomba de bencina.

Siempre monitoreada, siempre interrumpida por el cuerpo de un hombre nuevo que invadía el pequeño y frágil nido que se armaba él mismo allí dentro-Ya te dijimos que te fuerai de acá- Su pequeño corazón latía fuerte dentro del cuerpo sufriente de aquella chiquilla con cuerpo de mujer, los ecos de esas voces externas se camuflaban en una viscosa  pared de órganos dejando oír apenas las vibraciones más graves. El aún incompleto ser de  cuatro meses se estremecía con los latidos de su joven transporte viviente-¡Es que no tengo de donde má’ sacar plata, porfa solo dame unas lucas y me voy, Rodri porfa!- Chillaba llorando una quinceañera llamando la atención del resto de las mujeres en ese albergue.

“No me digai Rodri. Ya no volvai más Dafne, entiende que no y pobre de ti que soplí alguna wea, no seai mal agradecida. Te dimos techo, comida, plata. Lo único que teníai que hacer era ir donde te mandábamos, hacer tu trabajo, traernos los sobres y NO embarazarte. Aparentemente te costó mucho, vo’ la cagaste solita y sabiai que eso significaba perderlo todo, así que sale y si volví una vez más pidiendo plata vamo’ a tener que hacer lo mismo que con la Dani ¿Te acordai de la Dani, Dafne?”

Era la tercera vez que volvía a ese lugar. Desde que la habían echado de vuelta a la calle había tenido que pedir dinero y dejarse insultar por las señoras que notaban su creciente vientre. Ese trabajo le daba una mejor vida incluso que la que tenía antes de irse de su casa y por un descuido, cómo decían ellos, o mala suerte, cómo decía ella, o por un traficante santiaguino, como de hecho era, la había perdido. Siempre creyó que guardar los dos mil pesos que le pasaban por cliente era estúpido, solo había conocido a una chica que lo hacía, pero como ninguna de ellas tenía suficientes años de vida no conocían a personas que pudieran ayudarles a salir del mal rato de manera tan cómoda como Rodrigo se los ofrecía, por lo que ahorrar para escapar era simplemente un sueño sin fundamentos, por eso ella siempre las gastaba de inmediato en chocolates o completos de alguna bencinera.

Recordaba a ese hombre que la miraba ahora con disgusto en el tiempo que la buscó para ser reclutada. Siempre era lo mismo. Las encontraba pidiendo plata y les dejaba mil pesos. Hacía un seguimiento. Pasaba todos los días a chequear si seguían allí. En el caso de Dafne fueron tres semanas, ella ya reconocía su rostro y lo saludaba cuando pasaba a dejarle su generosa limosna. Luego usaba su encanto y las metía al negocio.

Un fuerte latido resonó en su acuática cuna de desperdicios. El sobresalto  de su madre al volver oír el nombre de esa chica Dani que una noche se fue de paseo con Rodrigo y sus amigos para no regresar más.

No volver y olvidar era lo mejor que podía hacer por ahora. La mala suerte le había traído un parásito que hacía de su buena presencia una no tan placentera. Quizás después del parto su cuerpo volvería a su tamaño original y entonces la aceptarían de vuelta, el único problema era sobrevivir hasta entonces, no estaba segura si las pocas monedas que hacía al día podrían mantenerla en pie por tanto tiempo, esperaba que sí, y más que por el pequeño ser rezaba por su propia vida y el retorno a su vieja rutina. Ni siquiera sospechaba las malas condiciones en que lograría mantenerse, ni que ese niño dentro de ella apresurado por el persistente frío de invierno que enfermaba el cuerpo de su madre escaparía de entre sus piernas, desnutrido y ensangrentado apenas a los siete meses y medio de gestación.

Un doloroso golpe en su interior, la fuente rota que mojó los únicos pantalones secos que le quedaban, pero daba igual, buscaría otros en la basura. Corrió como pudo hasta la siguiente esquina donde un montón de contenedores de basura la refugiaron de la vista de cualquiera que pasase por la calle. Sangre escurriendo de su interior, el niño intentando aferrarse de sus entrañas como sabiendo que allí afuera solo le esperaba la lluvia, la muerte. La joven se  desmayó por el agudo dolor  luego de que su cuerpo acabase de luchar por liberarse del diminuto invasor. No fue sino hasta el alumbramiento que la muchacha recobró la conciencia para presenciar el grotesco espectáculo, su cuerpo sudaba haciendo de la brisa helada aún más terrible y aquel ser aún demasiado diminuto tanto en tamaño como probablemente en peso había caído al asfalto sobre el charco que era hasta entonces parte esencial de su acogedor nido,  apenas un pequeño sonido, casi como el de un animal pequeño que aún no puede articular con su propia boca, un sonido gutural desde su incompleta garganta asimilando un llanto. La chica reaccionando ante aquel ruido en seguida acomodó sus prendas y anestesiada por la adrenalina echó a correr del lugar del parto de inmediato esperando que aquel quejido no llamase la atención de algún transeúnte. Huyó cuadras y cuadras manchada de sangre hasta un lugar lo suficientemente lejano como para desvincularse del hijo de su propio vientre.

El prematuro bebé permaneció allí acurrucado atado aún por su cordón a la placenta que lo ayudó a mantenerse vivo por un par de horas dejándolo conocer la esencia misma de la existencia, sufrimiento y soledad hasta su rápida despedida que no dejaría más rastro que la triste y traumática imagen en el encargado municipal que lo encontraría al final de esa semana, azul de frío y muerto.

Semanas después no podía superar la muerte de mi viejo. Lo veía bajando esas botellas una por una, acostado en cada esquina que pasaba y luego a mi vieja cocinando una dosis tras otra. Luego pensé en mí. Me pregunté qué sería lo mío, ¿el trago? ¿el horse? Me pregunto si el viejo habrá tocado guitarra alguna vez, o zampoña, alguna wea. Podría ahorrar y empezar a hacer música, o grafitear, eso podría ser lo mío.

Luego del viaje a Osorno no regresé a Santiago. Me quedaba  heroína de lo que me robé del encargo, tenía la falopa y la plata que era del Cuervo, pero ningún lugar al que regresar, entonces, por qué no, me quedé con todo eso. Nací sin derecho a nada, crecí sirviendo a una familia que lo tenía todo, cuando murió mi vieja pensé que yo era el que espantaba todo cuanto podía llamar mío y creía que era así porque quería que así fuera, vine a buscar al viejo con la tonta idea en la mente de  que él si se quedaría conmigo, que él no se alejaría porque yo no quería que lo hiciese pero no tenía idea de que ya se había apartado hace tiempo, estaba ahora en un plano en el que yo ya no lo podía alcanzar. Pensaba que quizás era lo correcto que nunca lo conociese, quizás me hubiera perdido más conociéndolo, pero al menos me hubiese perdido acompañado. Me quedé enclaustrado en una pieza barata, tirado en el piso entre agujas y pensamientos.

Hubo un día en que llamaron a la puerta y cuando abrí eran los pacos, no sabía qué había hecho mal para que me cacharan, si habría cámaras o quizás sospecharon los del hotel. Me encerraron en una celda personal esposado no sé cuánto tiempo.

Les preguntaba gritando qué pasaba, por qué me habían metido, que violaba mis derechos estar ahí sin saber por qué. Los pacos no me pescaban, ni siquiera me miraban, hablaban entre ellos y decían códigos que no conocía. Pensé que quizás el Cuervo estaba coludido con ellos y por no pasarle la plata me había mandado a buscar.

Un rato después de pensarlo ya estaba convencido de que esa era la razón, hasta que me sacaron para ir a un juzgado, pasaron muchas cosas entremedio que me dieron leves pistas, cargos por tráfico de drogas, eso estaba claro pero ver al penquista al momento de entrar, sentado junto quien era probablemente su abogado me lo dijo todo, al weon  lo agarraron y había dado mi nombre, maricón.

El golpe del martillo es de lo último que recuerdo como hombre libre. La mirada del penquista que me miraba con lastima como diciendo “Sorry weon, era tu cuello o el mío” Entonces me di cuenta que desde que te metes en estas cosas nadie es tu amigo y no vuelves a tenerlos nunca, no tienes contactos ni proveedores, solo adictos que pueden apuñalarte en cualquier momento. Fue solo cuando llegamos a prisión luego de que cerraran la reja tras de mí que me di cuenta,  esto iba a ser lo mío.

Los días no pasan acá adentro y muchas noches recuerdo la azúcar rubia que no alcancé a consumir, me persigue. Siempre me pregunto qué habrán hecho con ella. Si se la habrá pinchado algún paco o quizás solo la tiraron.  Me los imagino tirándola en un inodoro como si nada, percibo cada grano cayendo en cámara lenta, como si  fuesen lágrimas. Mis venas tiemblan extrañando el delicioso hormigueo. Recuerdo cuando me esposaron en el departamento y me hicieron caminar hacia la puerta, me voltee a verla, estaba sobre la cama en una bolsa abierta, perfecta como siempre, inmutable, caminé volteado hasta que salió de mi campo de visión y no la vi más; Igual como me imagino ese biólogo no volvió ni volverá a ver ese delfín albino, me torturo pensando que no volveré a caer en su dulce vicio, todavía la extraño. Mi padre murió como alcohólico, mi madre se fue en el sueño de drogadicta, yo me muero cada día aquí encerrado privado de lo único que nunca me abandonó en la vida y no puedo dejar de pensar que tal vez si hubiese sido buen cabro seguiría vivo.

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ok so im panicking but trying so hard to fix my academic life at least, i gotta make it work i can’t fail this time, not anymore 

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reblogged

concept

a beaded curtain, but instead of beads they’re worms on strings

you know… these guys

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fanotastic

Hi op I hope this satisfies your needs.

Needs more worms

I wanna make one of these that is like a literal curtain of worms

No clear strings available to get caught and tangle, I want them nose to ass like some kind of horrible human centipede of worms, covering my doorway

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lonevarg

@fanotastic more worms

Aw fuck. Nothing makes you assholes happy.

Fuck you guys.

My fellow fuckers, I present you-

384

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kawiigirl86

THE DEED IS DONE

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sushinfood

I’ve never been so happy to see a conclusion.

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anneemay

I love this song

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bricklebeary

South Korean beauty standards take shit to the next. Fucking. Level. Women are evaluated in totality based on every minor physical detail and whether it matches the ideal to the point where their decision to go under the knife for procedures the likes of blepharoplasty (surgery on their eyelids) is a main determinant of whether they get a job. For them, shit like this is an expectation. Fuck that garbage, burn it up ladies.

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reblogged
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izzy-yuuki

i love how every year the kagepro fandom rises up from the dead for one day only to disappear again the next day... happy 08/15, y’all better stay away from poles and trucks

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feralfrenzy

the fact that people on this website do not understand that old people should be a protected class really boggles the mind like i know most of you think of old people as like your 60 year old grandparents cause you’re young but we really have to care for these members of our society that are particularly vulnerable 

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hawlucha

me @ the absolute mess in the notes

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