Avatar

Nancy Scamander

@nancyisaproudhufflepuff / nancyisaproudhufflepuff.tumblr.com

|| Fem!Newt Scamander | Newtina | Hufflepuff | Spanish RP ||
Avatar
Anonymous asked:

Suspiró antes de dar un paso y adentrarse a la MACUSA, saludó con la mirada a Queentin quien le dirigió una emocionada y alegre mirada, se cruzó con Abernathy y se limitó a decirle que solo pasaba a saludar a su futuro esposo, también se cruzó con la directora Graves y le dijo lo mismo que a Abernathy. Después de pasar todo el "peligro", Nancy llegó al escritorio de Tim, para posarse frente a el y decir.—Tengo algo que decirte.

Estaba completamente absorto en su trabajo, y ciertamente no se dio cuenta de la presencia de la pelirroja hasta que escuchó su voz cuando ya estaba frente a él.

—¿Qué pasa, amor? —preguntó extrañado. Normalmente ella no lo interrumpía de esa forma, así que supuso que debía de ser algo realmente importante.

Avatar

—He convencido a Thea de que me voy a quedar aquí en Nueva York, contigo.—respondió antes de sacar una llave de su bolsillo.—Y Queentin y Janeth me ayudaron a...—tomó aire, realmente emocionada—conseguir un apartamento para los dos.

Mudarse juntos era un gran paso, ya había visto el apartamento y era un poco alejado del centro, una zona más calmada y el piso era suficiente para los dos  y tal vez uno o dos niños.

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

—C-claro, tenía que ser —comentó con simpleza cuando se sentó en la cama, como queriendo aparentar que la noticia no le afectaba en lo más mínimo. Cosa que, evidentemente, no era cierto—. En fin, no quiero pensar en eso ahora. En estos momentos sólo quiero descansar. —Llevó una mano al rostro de Nancy, antes de acariciarle la mejilla con cariño—. Contigo a mi lado.

Cerró los ojos mientras se dejaba acariciar, llevó su cabeza hacía el hombro ajeno y suspiró.—Te extrañé, mucho.—murmuró.

—Y yo —suspiró mientras la envolvía en sus brazos—. Cada día que pasaba sin ti era un infierno —añadió antes de besarle en la frente.

Segundos después de que se dejó abrazar, se inclinó un poco, para que los dos cayeran en el colchón, la pelirroja se acurrucó en los brazos ajenos, disfrutando a su prometido, cuando Grindelwald estaba, casi ni dormía, sobretodo después de visitar a Tim, las pesadillas le asaltaban y fue ahora que se dio cuenta de lo cansada emocionalmente que estaba.

—¿Nunca te irás de mi lado?—preguntó Nancy en voz baja, sabía la respuesta, pero quería escucharlo de el

Apenas su cabeza tocó la almohada cerró los ojos, sin dejar de abrazar a Nancy en ningún momento. Lo hacía de manera protectora, como si temiera que en cualquier momento Grindelwald podría atravesar de nuevo la puerta, buscando hacerles la vida imposible una vez más. Porque de hecho, así era. Estaba seguro de que el mago oscuro no los dejaría en una paz definitiva. Más bien en una indefinida.

Cuando escuchó la pregunta de la pelirroja abrió los ojos y la miró.

—Nunca —aseguró—. Y si algo o alguien intenta hacernos algo, haré hasta lo imposible por volver a ti.

Había cerrado los ojos, al tiempo que su respiración tomaba un curso más tranquilo, demostrando que en cualquier momento caería dormida.

Al escuchar su respuesta, entre abrió los ojos y asintió, repitiendo el “nunca” en un susurro.

—Bien…—murmura, intentando ocultar su rostro en el cuello ajeno, sin ninguna intención de separarse del otro, ya tuvo casi un año sin el, no tenía intención de volver a dejarlo solo.

Cerró los ojos nuevamente, dejando que el sueño lo invadiera. Esbozó una pequeña sonrisa cuando la pelirroja se acurrucó a su lado, a lo que él respondió acariciándole el cabello de manera distraída mientras se dejaba caer en los brazos de Morfeo. Sólo esperaba poder pasar una noche tranquila junto a la mujer que amaba, cosa que, después de casi un año de encierro, era lo más cercano a la perfección.

—Te amo —murmuró ya medio dormido, aunque no estando del todo seguro de que Nancy lo haya escuchado.

Esas dos simples palabras le resultaron perfectas, al igual que todo lo demás, las extrañaba, sobre todo cuando era el hombre que amaba el que se lo decía, y con sentimiento.

Logró caer dormida, aunque no por mucho, ya que una pesadilla empezó a atacar su mente, donde Grindelwald regresaba y le volvía a arrebatar a Tim, incluso se llevaba su maleta y a Thea, empezó a sentir que el aire le faltaba, sollozaba y pataleaba para que se los devolvieran.

Abrió los ojos, aterrada y temblando como una hoja, se llevó una mano a la boca para que Tim no le escuchara, no quería interrumpir su sueño, el ha sufrido más que ella.

Sin mucho esfuerzo logró dormirse profundamente, tanto que cualquiera podría pensar que estaba muerto de no ser por el lento sube y baja de su pecho cada vez que respiraba. No soñó absolutamente nada, así de agotado estaba. Pero despertó apenas sintió como Nancy se revolvía con incomodidad.

—¿Nancy? —preguntó aún medio dormido al notar su temblor, e incluso como intentaba luchar por no llorar—. ¿Una pesadilla? —inquirió mirándola con preocupación. No podía culparla, quién sabe la cantidad de cosas por las que Grindelwald la había hecho pasar. Y a eso se sumaba la pérdida de la bebé. Obviamente no podía estar bien.

Iba a decirle que estaba bien, que volviera a dormir, pero de sus labios salieron nada más que solo sollozos, rompió a llorar mientras ocultaba su cabeza en el pecho ajeno, ella solo quería paz, solo quería estar tranquila.

—Lo siento.—murmuró una vez más calmada.—No era mi intención despertarte.—se limpió una lágrima e intentó colocar una sonrisa, pero solo salió una mueca.

La estrechó contra su pecho en un gesto protector, como si así pudiera alejar todos los temores y los malos pensamientos. Tomó su rostro entre sus manos y le acarició las mejillas con los pulgares, intentando calmarla.

—Tranquila, todo está bien ahora —susurró obligándose a sonreír. Por dentro estaba completamente destrozado, pero no quería trasmitirle su propia negatividad—. Olvídate de todo. Estamos juntos de nuevo y eso es todo lo que importa.

Le miró a los ojos y recordó todo los momentos donde habían estado juntos, cuando la acorraló apenas llegó a América, buscando a sus criaturas, su sentencia de muerte y escape, la lucha contra Grindelwald en el metro, la muerte de Cadence, la joven Obscurial, absolutamente todo.

—¿Podrías cantarme?—preguntó en voz muy baja, había escuchado a Tim tararear alguna que otra canción de vez en cuando y se notaba que tenía buena voz.

Alzó las cejas un tanto extrañado, pues no se había esperado esa petición. Sin embargo, asintió.

—Si eso quieres —accedió. Volvió a abrazarla y dejó que sus dedos pasearan por el rojizo cabello de la muchacha, tratando de adormilarla nuevamente—. I love you too much, to live without you loving me back… —tarareó suavemente la primera canción que se le vino a la mente.

Contuvo el aliento por un momento cuando le escuchó cantar, para luego soltar el mismo y cerrar los ojos, disfrutando la voz de su futuro esposo su… alma gemela.

Como si fuera niebla, toda su preocupación, sus problemas, su miedo a Grindelwald, se disipó, toda su atención en la voz de Tim.

… I love you too much, heaven’s my witness and this is a fact… —continuó tareando en voz baja, sin dejar de acariciar el cabello de su prometida.

No sabría decir en qué momento exactamente pasó, pero dejó que su mente viajara, recordando todos los últimos sucesos, desde que Grindelwald lo secuestró hasta el momento en el que Nancy le dijo que había perdido a su hija. Sin poder evitarlo su voz se quebró, pero intentó disimularlo y siguió cantando. No quería que Nancy se diera cuenta.

Se dio cuenta que tanto el como ella estaban todavía totalmente vestidos, ella incluso llevaba su gabardina puesta. Sin intentar moverse mucho, se quitó el abrigo y lo lanzó al suelo, para luego quitarse los zapatos y volver acurrucarse, sí, se dio cuenta que se le quebró la voz, así que le miró a los ojos, intentando transmitirle la calma que ahora ella sentía.

Al verla quitarse la gabardina, el castaño sólo atinó a quitarse los zapatos, los cuales cayeron al borde de la cama. Tomó aire, intentando mantener la calma. Cuando ella lo miró él le sonrió, como indicándole que todo estaba bien, aunque claramente no era así. Se pasó una mano por el rostro, limpiándose las lágrimas que amenazaban con salir e intentó pensar en otras cosas. Cosas como que por fin, después de casi un año, tenía a Nancy nuevamente entre sus brazos. Siguió cantando, esta vez con un poco más de convicción.

Antes de que pudiera continuar con la canción, Nancy se le acercó y le dio un suave beso en los labios para luego volver a acomodarse y cerrar los ojos, lentamente volviendo a dormir, esta vez sin ninguna pesadilla atacandole.

Agradeció ese beso desde lo más profundo, y lo ayudó a que todos esos malos pensamientos se disiparan de una vez por todas. Esbozó una pequeña sonrisa que mantuvo el resto de la canción, hasta que su voz se fue opacando debido al sueño.

Finalmente, cayó dormida debido al cansancio y el arrullo, esperando que cuando despierte, Tim siguiera ahí y que le sonriera cuando despertara y le besara con amor..

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

—C-claro, tenía que ser —comentó con simpleza cuando se sentó en la cama, como queriendo aparentar que la noticia no le afectaba en lo más mínimo. Cosa que, evidentemente, no era cierto—. En fin, no quiero pensar en eso ahora. En estos momentos sólo quiero descansar. —Llevó una mano al rostro de Nancy, antes de acariciarle la mejilla con cariño—. Contigo a mi lado.

Cerró los ojos mientras se dejaba acariciar, llevó su cabeza hacía el hombro ajeno y suspiró.—Te extrañé, mucho.—murmuró.

—Y yo —suspiró mientras la envolvía en sus brazos—. Cada día que pasaba sin ti era un infierno —añadió antes de besarle en la frente.

Segundos después de que se dejó abrazar, se inclinó un poco, para que los dos cayeran en el colchón, la pelirroja se acurrucó en los brazos ajenos, disfrutando a su prometido, cuando Grindelwald estaba, casi ni dormía, sobretodo después de visitar a Tim, las pesadillas le asaltaban y fue ahora que se dio cuenta de lo cansada emocionalmente que estaba.

—¿Nunca te irás de mi lado?—preguntó Nancy en voz baja, sabía la respuesta, pero quería escucharlo de el

Apenas su cabeza tocó la almohada cerró los ojos, sin dejar de abrazar a Nancy en ningún momento. Lo hacía de manera protectora, como si temiera que en cualquier momento Grindelwald podría atravesar de nuevo la puerta, buscando hacerles la vida imposible una vez más. Porque de hecho, así era. Estaba seguro de que el mago oscuro no los dejaría en una paz definitiva. Más bien en una indefinida.

Cuando escuchó la pregunta de la pelirroja abrió los ojos y la miró.

—Nunca —aseguró—. Y si algo o alguien intenta hacernos algo, haré hasta lo imposible por volver a ti.

Había cerrado los ojos, al tiempo que su respiración tomaba un curso más tranquilo, demostrando que en cualquier momento caería dormida.

Al escuchar su respuesta, entre abrió los ojos y asintió, repitiendo el “nunca” en un susurro.

—Bien…—murmura, intentando ocultar su rostro en el cuello ajeno, sin ninguna intención de separarse del otro, ya tuvo casi un año sin el, no tenía intención de volver a dejarlo solo.

Cerró los ojos nuevamente, dejando que el sueño lo invadiera. Esbozó una pequeña sonrisa cuando la pelirroja se acurrucó a su lado, a lo que él respondió acariciándole el cabello de manera distraída mientras se dejaba caer en los brazos de Morfeo. Sólo esperaba poder pasar una noche tranquila junto a la mujer que amaba, cosa que, después de casi un año de encierro, era lo más cercano a la perfección.

—Te amo —murmuró ya medio dormido, aunque no estando del todo seguro de que Nancy lo haya escuchado.

Esas dos simples palabras le resultaron perfectas, al igual que todo lo demás, las extrañaba, sobre todo cuando era el hombre que amaba el que se lo decía, y con sentimiento.

Logró caer dormida, aunque no por mucho, ya que una pesadilla empezó a atacar su mente, donde Grindelwald regresaba y le volvía a arrebatar a Tim, incluso se llevaba su maleta y a Thea, empezó a sentir que el aire le faltaba, sollozaba y pataleaba para que se los devolvieran.

Abrió los ojos, aterrada y temblando como una hoja, se llevó una mano a la boca para que Tim no le escuchara, no quería interrumpir su sueño, el ha sufrido más que ella.

Sin mucho esfuerzo logró dormirse profundamente, tanto que cualquiera podría pensar que estaba muerto de no ser por el lento sube y baja de su pecho cada vez que respiraba. No soñó absolutamente nada, así de agotado estaba. Pero despertó apenas sintió como Nancy se revolvía con incomodidad.

—¿Nancy? —preguntó aún medio dormido al notar su temblor, e incluso como intentaba luchar por no llorar—. ¿Una pesadilla? —inquirió mirándola con preocupación. No podía culparla, quién sabe la cantidad de cosas por las que Grindelwald la había hecho pasar. Y a eso se sumaba la pérdida de la bebé. Obviamente no podía estar bien.

Iba a decirle que estaba bien, que volviera a dormir, pero de sus labios salieron nada más que solo sollozos, rompió a llorar mientras ocultaba su cabeza en el pecho ajeno, ella solo quería paz, solo quería estar tranquila.

—Lo siento.—murmuró una vez más calmada.—No era mi intención despertarte.—se limpió una lágrima e intentó colocar una sonrisa, pero solo salió una mueca.

La estrechó contra su pecho en un gesto protector, como si así pudiera alejar todos los temores y los malos pensamientos. Tomó su rostro entre sus manos y le acarició las mejillas con los pulgares, intentando calmarla.

—Tranquila, todo está bien ahora —susurró obligándose a sonreír. Por dentro estaba completamente destrozado, pero no quería trasmitirle su propia negatividad—. Olvídate de todo. Estamos juntos de nuevo y eso es todo lo que importa.

Le miró a los ojos y recordó todo los momentos donde habían estado juntos, cuando la acorraló apenas llegó a América, buscando a sus criaturas, su sentencia de muerte y escape, la lucha contra Grindelwald en el metro, la muerte de Cadence, la joven Obscurial, absolutamente todo.

—¿Podrías cantarme?—preguntó en voz muy baja, había escuchado a Tim tararear alguna que otra canción de vez en cuando y se notaba que tenía buena voz.

Alzó las cejas un tanto extrañado, pues no se había esperado esa petición. Sin embargo, asintió.

—Si eso quieres —accedió. Volvió a abrazarla y dejó que sus dedos pasearan por el rojizo cabello de la muchacha, tratando de adormilarla nuevamente—. I love you too much, to live without you loving me back… —tarareó suavemente la primera canción que se le vino a la mente.

Contuvo el aliento por un momento cuando le escuchó cantar, para luego soltar el mismo y cerrar los ojos, disfrutando la voz de su futuro esposo su… alma gemela.

Como si fuera niebla, toda su preocupación, sus problemas, su miedo a Grindelwald, se disipó, toda su atención en la voz de Tim.

… I love you too much, heaven’s my witness and this is a fact… —continuó tareando en voz baja, sin dejar de acariciar el cabello de su prometida.

No sabría decir en qué momento exactamente pasó, pero dejó que su mente viajara, recordando todos los últimos sucesos, desde que Grindelwald lo secuestró hasta el momento en el que Nancy le dijo que había perdido a su hija. Sin poder evitarlo su voz se quebró, pero intentó disimularlo y siguió cantando. No quería que Nancy se diera cuenta.

Se dio cuenta que tanto el como ella estaban todavía totalmente vestidos, ella incluso llevaba su gabardina puesta. Sin intentar moverse mucho, se quitó el abrigo y lo lanzó al suelo, para luego quitarse los zapatos y volver acurrucarse, sí, se dio cuenta que se le quebró la voz, así que le miró a los ojos, intentando transmitirle la calma que ahora ella sentía.

Al verla quitarse la gabardina, el castaño sólo atinó a quitarse los zapatos, los cuales cayeron al borde de la cama. Tomó aire, intentando mantener la calma. Cuando ella lo miró él le sonrió, como indicándole que todo estaba bien, aunque claramente no era así. Se pasó una mano por el rostro, limpiándose las lágrimas que amenazaban con salir e intentó pensar en otras cosas. Cosas como que por fin, después de casi un año, tenía a Nancy nuevamente entre sus brazos. Siguió cantando, esta vez con un poco más de convicción.

Antes de que pudiera continuar con la canción, Nancy se le acercó y le dio un suave beso en los labios para luego volver a acomodarse y cerrar los ojos, lentamente volviendo a dormir, esta vez sin ninguna pesadilla atacandole.

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

—C-claro, tenía que ser —comentó con simpleza cuando se sentó en la cama, como queriendo aparentar que la noticia no le afectaba en lo más mínimo. Cosa que, evidentemente, no era cierto—. En fin, no quiero pensar en eso ahora. En estos momentos sólo quiero descansar. —Llevó una mano al rostro de Nancy, antes de acariciarle la mejilla con cariño—. Contigo a mi lado.

Cerró los ojos mientras se dejaba acariciar, llevó su cabeza hacía el hombro ajeno y suspiró.—Te extrañé, mucho.—murmuró.

—Y yo —suspiró mientras la envolvía en sus brazos—. Cada día que pasaba sin ti era un infierno —añadió antes de besarle en la frente.

Segundos después de que se dejó abrazar, se inclinó un poco, para que los dos cayeran en el colchón, la pelirroja se acurrucó en los brazos ajenos, disfrutando a su prometido, cuando Grindelwald estaba, casi ni dormía, sobretodo después de visitar a Tim, las pesadillas le asaltaban y fue ahora que se dio cuenta de lo cansada emocionalmente que estaba.

—¿Nunca te irás de mi lado?—preguntó Nancy en voz baja, sabía la respuesta, pero quería escucharlo de el

Apenas su cabeza tocó la almohada cerró los ojos, sin dejar de abrazar a Nancy en ningún momento. Lo hacía de manera protectora, como si temiera que en cualquier momento Grindelwald podría atravesar de nuevo la puerta, buscando hacerles la vida imposible una vez más. Porque de hecho, así era. Estaba seguro de que el mago oscuro no los dejaría en una paz definitiva. Más bien en una indefinida.

Cuando escuchó la pregunta de la pelirroja abrió los ojos y la miró.

—Nunca —aseguró—. Y si algo o alguien intenta hacernos algo, haré hasta lo imposible por volver a ti.

Había cerrado los ojos, al tiempo que su respiración tomaba un curso más tranquilo, demostrando que en cualquier momento caería dormida.

Al escuchar su respuesta, entre abrió los ojos y asintió, repitiendo el “nunca” en un susurro.

—Bien…—murmura, intentando ocultar su rostro en el cuello ajeno, sin ninguna intención de separarse del otro, ya tuvo casi un año sin el, no tenía intención de volver a dejarlo solo.

Cerró los ojos nuevamente, dejando que el sueño lo invadiera. Esbozó una pequeña sonrisa cuando la pelirroja se acurrucó a su lado, a lo que él respondió acariciándole el cabello de manera distraída mientras se dejaba caer en los brazos de Morfeo. Sólo esperaba poder pasar una noche tranquila junto a la mujer que amaba, cosa que, después de casi un año de encierro, era lo más cercano a la perfección.

—Te amo —murmuró ya medio dormido, aunque no estando del todo seguro de que Nancy lo haya escuchado.

Esas dos simples palabras le resultaron perfectas, al igual que todo lo demás, las extrañaba, sobre todo cuando era el hombre que amaba el que se lo decía, y con sentimiento.

Logró caer dormida, aunque no por mucho, ya que una pesadilla empezó a atacar su mente, donde Grindelwald regresaba y le volvía a arrebatar a Tim, incluso se llevaba su maleta y a Thea, empezó a sentir que el aire le faltaba, sollozaba y pataleaba para que se los devolvieran.

Abrió los ojos, aterrada y temblando como una hoja, se llevó una mano a la boca para que Tim no le escuchara, no quería interrumpir su sueño, el ha sufrido más que ella.

Sin mucho esfuerzo logró dormirse profundamente, tanto que cualquiera podría pensar que estaba muerto de no ser por el lento sube y baja de su pecho cada vez que respiraba. No soñó absolutamente nada, así de agotado estaba. Pero despertó apenas sintió como Nancy se revolvía con incomodidad.

—¿Nancy? —preguntó aún medio dormido al notar su temblor, e incluso como intentaba luchar por no llorar—. ¿Una pesadilla? —inquirió mirándola con preocupación. No podía culparla, quién sabe la cantidad de cosas por las que Grindelwald la había hecho pasar. Y a eso se sumaba la pérdida de la bebé. Obviamente no podía estar bien.

Iba a decirle que estaba bien, que volviera a dormir, pero de sus labios salieron nada más que solo sollozos, rompió a llorar mientras ocultaba su cabeza en el pecho ajeno, ella solo quería paz, solo quería estar tranquila.

—Lo siento.—murmuró una vez más calmada.—No era mi intención despertarte.—se limpió una lágrima e intentó colocar una sonrisa, pero solo salió una mueca.

La estrechó contra su pecho en un gesto protector, como si así pudiera alejar todos los temores y los malos pensamientos. Tomó su rostro entre sus manos y le acarició las mejillas con los pulgares, intentando calmarla.

—Tranquila, todo está bien ahora —susurró obligándose a sonreír. Por dentro estaba completamente destrozado, pero no quería trasmitirle su propia negatividad—. Olvídate de todo. Estamos juntos de nuevo y eso es todo lo que importa.

Le miró a los ojos y recordó todo los momentos donde habían estado juntos, cuando la acorraló apenas llegó a América, buscando a sus criaturas, su sentencia de muerte y escape, la lucha contra Grindelwald en el metro, la muerte de Cadence, la joven Obscurial, absolutamente todo.

—¿Podrías cantarme?—preguntó en voz muy baja, había escuchado a Tim tararear alguna que otra canción de vez en cuando y se notaba que tenía buena voz.

Alzó las cejas un tanto extrañado, pues no se había esperado esa petición. Sin embargo, asintió.

—Si eso quieres —accedió. Volvió a abrazarla y dejó que sus dedos pasearan por el rojizo cabello de la muchacha, tratando de adormilarla nuevamente—. I love you too much, to live without you loving me back… —tarareó suavemente la primera canción que se le vino a la mente.

Contuvo el aliento por un momento cuando le escuchó cantar, para luego soltar el mismo y cerrar los ojos, disfrutando la voz de su futuro esposo su… alma gemela.

Como si fuera niebla, toda su preocupación, sus problemas, su miedo a Grindelwald, se disipó, toda su atención en la voz de Tim.

… I love you too much, heaven’s my witness and this is a fact… —continuó tareando en voz baja, sin dejar de acariciar el cabello de su prometida.

No sabría decir en qué momento exactamente pasó, pero dejó que su mente viajara, recordando todos los últimos sucesos, desde que Grindelwald lo secuestró hasta el momento en el que Nancy le dijo que había perdido a su hija. Sin poder evitarlo su voz se quebró, pero intentó disimularlo y siguió cantando. No quería que Nancy se diera cuenta.

Se dio cuenta que tanto el como ella estaban todavía totalmente vestidos, ella incluso llevaba su gabardina puesta. Sin intentar moverse mucho, se quitó el abrigo y lo lanzó al suelo, para luego quitarse los zapatos y volver acurrucarse, sí, se dio cuenta que se le quebró la voz, así que le miró a los ojos, intentando transmitirle la calma que ahora ella sentía.

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

—C-claro, tenía que ser —comentó con simpleza cuando se sentó en la cama, como queriendo aparentar que la noticia no le afectaba en lo más mínimo. Cosa que, evidentemente, no era cierto—. En fin, no quiero pensar en eso ahora. En estos momentos sólo quiero descansar. —Llevó una mano al rostro de Nancy, antes de acariciarle la mejilla con cariño—. Contigo a mi lado.

Cerró los ojos mientras se dejaba acariciar, llevó su cabeza hacía el hombro ajeno y suspiró.—Te extrañé, mucho.—murmuró.

—Y yo —suspiró mientras la envolvía en sus brazos—. Cada día que pasaba sin ti era un infierno —añadió antes de besarle en la frente.

Segundos después de que se dejó abrazar, se inclinó un poco, para que los dos cayeran en el colchón, la pelirroja se acurrucó en los brazos ajenos, disfrutando a su prometido, cuando Grindelwald estaba, casi ni dormía, sobretodo después de visitar a Tim, las pesadillas le asaltaban y fue ahora que se dio cuenta de lo cansada emocionalmente que estaba.

—¿Nunca te irás de mi lado?—preguntó Nancy en voz baja, sabía la respuesta, pero quería escucharlo de el

Apenas su cabeza tocó la almohada cerró los ojos, sin dejar de abrazar a Nancy en ningún momento. Lo hacía de manera protectora, como si temiera que en cualquier momento Grindelwald podría atravesar de nuevo la puerta, buscando hacerles la vida imposible una vez más. Porque de hecho, así era. Estaba seguro de que el mago oscuro no los dejaría en una paz definitiva. Más bien en una indefinida.

Cuando escuchó la pregunta de la pelirroja abrió los ojos y la miró.

—Nunca —aseguró—. Y si algo o alguien intenta hacernos algo, haré hasta lo imposible por volver a ti.

Había cerrado los ojos, al tiempo que su respiración tomaba un curso más tranquilo, demostrando que en cualquier momento caería dormida.

Al escuchar su respuesta, entre abrió los ojos y asintió, repitiendo el “nunca” en un susurro.

—Bien…—murmura, intentando ocultar su rostro en el cuello ajeno, sin ninguna intención de separarse del otro, ya tuvo casi un año sin el, no tenía intención de volver a dejarlo solo.

Cerró los ojos nuevamente, dejando que el sueño lo invadiera. Esbozó una pequeña sonrisa cuando la pelirroja se acurrucó a su lado, a lo que él respondió acariciándole el cabello de manera distraída mientras se dejaba caer en los brazos de Morfeo. Sólo esperaba poder pasar una noche tranquila junto a la mujer que amaba, cosa que, después de casi un año de encierro, era lo más cercano a la perfección.

—Te amo —murmuró ya medio dormido, aunque no estando del todo seguro de que Nancy lo haya escuchado.

Esas dos simples palabras le resultaron perfectas, al igual que todo lo demás, las extrañaba, sobre todo cuando era el hombre que amaba el que se lo decía, y con sentimiento.

Logró caer dormida, aunque no por mucho, ya que una pesadilla empezó a atacar su mente, donde Grindelwald regresaba y le volvía a arrebatar a Tim, incluso se llevaba su maleta y a Thea, empezó a sentir que el aire le faltaba, sollozaba y pataleaba para que se los devolvieran.

Abrió los ojos, aterrada y temblando como una hoja, se llevó una mano a la boca para que Tim no le escuchara, no quería interrumpir su sueño, el ha sufrido más que ella.

Sin mucho esfuerzo logró dormirse profundamente, tanto que cualquiera podría pensar que estaba muerto de no ser por el lento sube y baja de su pecho cada vez que respiraba. No soñó absolutamente nada, así de agotado estaba. Pero despertó apenas sintió como Nancy se revolvía con incomodidad.

—¿Nancy? —preguntó aún medio dormido al notar su temblor, e incluso como intentaba luchar por no llorar—. ¿Una pesadilla? —inquirió mirándola con preocupación. No podía culparla, quién sabe la cantidad de cosas por las que Grindelwald la había hecho pasar. Y a eso se sumaba la pérdida de la bebé. Obviamente no podía estar bien.

Iba a decirle que estaba bien, que volviera a dormir, pero de sus labios salieron nada más que solo sollozos, rompió a llorar mientras ocultaba su cabeza en el pecho ajeno, ella solo quería paz, solo quería estar tranquila.

—Lo siento.—murmuró una vez más calmada.—No era mi intención despertarte.—se limpió una lágrima e intentó colocar una sonrisa, pero solo salió una mueca.

La estrechó contra su pecho en un gesto protector, como si así pudiera alejar todos los temores y los malos pensamientos. Tomó su rostro entre sus manos y le acarició las mejillas con los pulgares, intentando calmarla.

—Tranquila, todo está bien ahora —susurró obligándose a sonreír. Por dentro estaba completamente destrozado, pero no quería trasmitirle su propia negatividad—. Olvídate de todo. Estamos juntos de nuevo y eso es todo lo que importa.

Le miró a los ojos y recordó todo los momentos donde habían estado juntos, cuando la acorraló apenas llegó a América, buscando a sus criaturas, su sentencia de muerte y escape, la lucha contra Grindelwald en el metro, la muerte de Cadence, la joven Obscurial, absolutamente todo.

—¿Podrías cantarme?—preguntó en voz muy baja, había escuchado a Tim tararear alguna que otra canción de vez en cuando y se notaba que tenía buena voz.

Alzó las cejas un tanto extrañado, pues no se había esperado esa petición. Sin embargo, asintió.

—Si eso quieres —accedió. Volvió a abrazarla y dejó que sus dedos pasearan por el rojizo cabello de la muchacha, tratando de adormilarla nuevamente—. I love you too much, to live without you loving me back… —tarareó suavemente la primera canción que se le vino a la mente.

Contuvo el aliento por un momento cuando le escuchó cantar, para luego soltar el mismo y cerrar los ojos, disfrutando la voz de su futuro esposo su... alma gemela.

Como si fuera niebla, toda su preocupación, sus problemas, su miedo a Grindelwald, se disipó, toda su atención en la voz de Tim.

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

—C-claro, tenía que ser —comentó con simpleza cuando se sentó en la cama, como queriendo aparentar que la noticia no le afectaba en lo más mínimo. Cosa que, evidentemente, no era cierto—. En fin, no quiero pensar en eso ahora. En estos momentos sólo quiero descansar. —Llevó una mano al rostro de Nancy, antes de acariciarle la mejilla con cariño—. Contigo a mi lado.

Cerró los ojos mientras se dejaba acariciar, llevó su cabeza hacía el hombro ajeno y suspiró.—Te extrañé, mucho.—murmuró.

—Y yo —suspiró mientras la envolvía en sus brazos—. Cada día que pasaba sin ti era un infierno —añadió antes de besarle en la frente.

Segundos después de que se dejó abrazar, se inclinó un poco, para que los dos cayeran en el colchón, la pelirroja se acurrucó en los brazos ajenos, disfrutando a su prometido, cuando Grindelwald estaba, casi ni dormía, sobretodo después de visitar a Tim, las pesadillas le asaltaban y fue ahora que se dio cuenta de lo cansada emocionalmente que estaba.

—¿Nunca te irás de mi lado?—preguntó Nancy en voz baja, sabía la respuesta, pero quería escucharlo de el

Apenas su cabeza tocó la almohada cerró los ojos, sin dejar de abrazar a Nancy en ningún momento. Lo hacía de manera protectora, como si temiera que en cualquier momento Grindelwald podría atravesar de nuevo la puerta, buscando hacerles la vida imposible una vez más. Porque de hecho, así era. Estaba seguro de que el mago oscuro no los dejaría en una paz definitiva. Más bien en una indefinida.

Cuando escuchó la pregunta de la pelirroja abrió los ojos y la miró.

—Nunca —aseguró—. Y si algo o alguien intenta hacernos algo, haré hasta lo imposible por volver a ti.

Había cerrado los ojos, al tiempo que su respiración tomaba un curso más tranquilo, demostrando que en cualquier momento caería dormida.

Al escuchar su respuesta, entre abrió los ojos y asintió, repitiendo el “nunca” en un susurro.

—Bien…—murmura, intentando ocultar su rostro en el cuello ajeno, sin ninguna intención de separarse del otro, ya tuvo casi un año sin el, no tenía intención de volver a dejarlo solo.

Cerró los ojos nuevamente, dejando que el sueño lo invadiera. Esbozó una pequeña sonrisa cuando la pelirroja se acurrucó a su lado, a lo que él respondió acariciándole el cabello de manera distraída mientras se dejaba caer en los brazos de Morfeo. Sólo esperaba poder pasar una noche tranquila junto a la mujer que amaba, cosa que, después de casi un año de encierro, era lo más cercano a la perfección.

—Te amo —murmuró ya medio dormido, aunque no estando del todo seguro de que Nancy lo haya escuchado.

Esas dos simples palabras le resultaron perfectas, al igual que todo lo demás, las extrañaba, sobre todo cuando era el hombre que amaba el que se lo decía, y con sentimiento.

Logró caer dormida, aunque no por mucho, ya que una pesadilla empezó a atacar su mente, donde Grindelwald regresaba y le volvía a arrebatar a Tim, incluso se llevaba su maleta y a Thea, empezó a sentir que el aire le faltaba, sollozaba y pataleaba para que se los devolvieran.

Abrió los ojos, aterrada y temblando como una hoja, se llevó una mano a la boca para que Tim no le escuchara, no quería interrumpir su sueño, el ha sufrido más que ella.

Sin mucho esfuerzo logró dormirse profundamente, tanto que cualquiera podría pensar que estaba muerto de no ser por el lento sube y baja de su pecho cada vez que respiraba. No soñó absolutamente nada, así de agotado estaba. Pero despertó apenas sintió como Nancy se revolvía con incomodidad.

—¿Nancy? —preguntó aún medio dormido al notar su temblor, e incluso como intentaba luchar por no llorar—. ¿Una pesadilla? —inquirió mirándola con preocupación. No podía culparla, quién sabe la cantidad de cosas por las que Grindelwald la había hecho pasar. Y a eso se sumaba la pérdida de la bebé. Obviamente no podía estar bien.

Iba a decirle que estaba bien, que volviera a dormir, pero de sus labios salieron nada más que solo sollozos, rompió a llorar mientras ocultaba su cabeza en el pecho ajeno, ella solo quería paz, solo quería estar tranquila.

—Lo siento.—murmuró una vez más calmada.—No era mi intención despertarte.—se limpió una lágrima e intentó colocar una sonrisa, pero solo salió una mueca.

La estrechó contra su pecho en un gesto protector, como si así pudiera alejar todos los temores y los malos pensamientos. Tomó su rostro entre sus manos y le acarició las mejillas con los pulgares, intentando calmarla.

—Tranquila, todo está bien ahora —susurró obligándose a sonreír. Por dentro estaba completamente destrozado, pero no quería trasmitirle su propia negatividad—. Olvídate de todo. Estamos juntos de nuevo y eso es todo lo que importa.

Le miró a los ojos y recordó todo los momentos donde habían estado juntos, cuando la acorraló apenas llegó a América, buscando a sus criaturas, su sentencia de muerte y escape, la lucha contra Grindelwald en el metro, la muerte de Cadence, la joven Obscurial, absolutamente todo.

—¿Podrías cantarme?—preguntó en voz muy baja, había escuchado a Tim tararear alguna que otra canción de vez en cuando y se notaba que tenía buena voz.

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

—C-claro, tenía que ser —comentó con simpleza cuando se sentó en la cama, como queriendo aparentar que la noticia no le afectaba en lo más mínimo. Cosa que, evidentemente, no era cierto—. En fin, no quiero pensar en eso ahora. En estos momentos sólo quiero descansar. —Llevó una mano al rostro de Nancy, antes de acariciarle la mejilla con cariño—. Contigo a mi lado.

Cerró los ojos mientras se dejaba acariciar, llevó su cabeza hacía el hombro ajeno y suspiró.—Te extrañé, mucho.—murmuró.

—Y yo —suspiró mientras la envolvía en sus brazos—. Cada día que pasaba sin ti era un infierno —añadió antes de besarle en la frente.

Segundos después de que se dejó abrazar, se inclinó un poco, para que los dos cayeran en el colchón, la pelirroja se acurrucó en los brazos ajenos, disfrutando a su prometido, cuando Grindelwald estaba, casi ni dormía, sobretodo después de visitar a Tim, las pesadillas le asaltaban y fue ahora que se dio cuenta de lo cansada emocionalmente que estaba.

—¿Nunca te irás de mi lado?—preguntó Nancy en voz baja, sabía la respuesta, pero quería escucharlo de el

Apenas su cabeza tocó la almohada cerró los ojos, sin dejar de abrazar a Nancy en ningún momento. Lo hacía de manera protectora, como si temiera que en cualquier momento Grindelwald podría atravesar de nuevo la puerta, buscando hacerles la vida imposible una vez más. Porque de hecho, así era. Estaba seguro de que el mago oscuro no los dejaría en una paz definitiva. Más bien en una indefinida.

Cuando escuchó la pregunta de la pelirroja abrió los ojos y la miró.

—Nunca —aseguró—. Y si algo o alguien intenta hacernos algo, haré hasta lo imposible por volver a ti.

Había cerrado los ojos, al tiempo que su respiración tomaba un curso más tranquilo, demostrando que en cualquier momento caería dormida.

Al escuchar su respuesta, entre abrió los ojos y asintió, repitiendo el “nunca” en un susurro.

—Bien…—murmura, intentando ocultar su rostro en el cuello ajeno, sin ninguna intención de separarse del otro, ya tuvo casi un año sin el, no tenía intención de volver a dejarlo solo.

Cerró los ojos nuevamente, dejando que el sueño lo invadiera. Esbozó una pequeña sonrisa cuando la pelirroja se acurrucó a su lado, a lo que él respondió acariciándole el cabello de manera distraída mientras se dejaba caer en los brazos de Morfeo. Sólo esperaba poder pasar una noche tranquila junto a la mujer que amaba, cosa que, después de casi un año de encierro, era lo más cercano a la perfección.

—Te amo —murmuró ya medio dormido, aunque no estando del todo seguro de que Nancy lo haya escuchado.

Esas dos simples palabras le resultaron perfectas, al igual que todo lo demás, las extrañaba, sobre todo cuando era el hombre que amaba el que se lo decía, y con sentimiento.

Logró caer dormida, aunque no por mucho, ya que una pesadilla empezó a atacar su mente, donde Grindelwald regresaba y le volvía a arrebatar a Tim, incluso se llevaba su maleta y a Thea, empezó a sentir que el aire le faltaba, sollozaba y pataleaba para que se los devolvieran.

Abrió los ojos, aterrada y temblando como una hoja, se llevó una mano a la boca para que Tim no le escuchara, no quería interrumpir su sueño, el ha sufrido más que ella.

Sin mucho esfuerzo logró dormirse profundamente, tanto que cualquiera podría pensar que estaba muerto de no ser por el lento sube y baja de su pecho cada vez que respiraba. No soñó absolutamente nada, así de agotado estaba. Pero despertó apenas sintió como Nancy se revolvía con incomodidad.

—¿Nancy? —preguntó aún medio dormido al notar su temblor, e incluso como intentaba luchar por no llorar—. ¿Una pesadilla? —inquirió mirándola con preocupación. No podía culparla, quién sabe la cantidad de cosas por las que Grindelwald la había hecho pasar. Y a eso se sumaba la pérdida de la bebé. Obviamente no podía estar bien.

Iba a decirle que estaba bien, que volviera a dormir, pero de sus labios salieron nada más que solo sollozos, rompió a llorar mientras ocultaba su cabeza en el pecho ajeno, ella solo quería paz, solo quería estar tranquila.

—Lo siento.—murmuró una vez más calmada.—No era mi intención despertarte.—se limpió una lágrima e intentó colocar una sonrisa, pero solo salió una mueca.

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

—C-claro, tenía que ser —comentó con simpleza cuando se sentó en la cama, como queriendo aparentar que la noticia no le afectaba en lo más mínimo. Cosa que, evidentemente, no era cierto—. En fin, no quiero pensar en eso ahora. En estos momentos sólo quiero descansar. —Llevó una mano al rostro de Nancy, antes de acariciarle la mejilla con cariño—. Contigo a mi lado.

Cerró los ojos mientras se dejaba acariciar, llevó su cabeza hacía el hombro ajeno y suspiró.—Te extrañé, mucho.—murmuró.

—Y yo —suspiró mientras la envolvía en sus brazos—. Cada día que pasaba sin ti era un infierno —añadió antes de besarle en la frente.

Segundos después de que se dejó abrazar, se inclinó un poco, para que los dos cayeran en el colchón, la pelirroja se acurrucó en los brazos ajenos, disfrutando a su prometido, cuando Grindelwald estaba, casi ni dormía, sobretodo después de visitar a Tim, las pesadillas le asaltaban y fue ahora que se dio cuenta de lo cansada emocionalmente que estaba.

—¿Nunca te irás de mi lado?—preguntó Nancy en voz baja, sabía la respuesta, pero quería escucharlo de el

Apenas su cabeza tocó la almohada cerró los ojos, sin dejar de abrazar a Nancy en ningún momento. Lo hacía de manera protectora, como si temiera que en cualquier momento Grindelwald podría atravesar de nuevo la puerta, buscando hacerles la vida imposible una vez más. Porque de hecho, así era. Estaba seguro de que el mago oscuro no los dejaría en una paz definitiva. Más bien en una indefinida.

Cuando escuchó la pregunta de la pelirroja abrió los ojos y la miró.

—Nunca —aseguró—. Y si algo o alguien intenta hacernos algo, haré hasta lo imposible por volver a ti.

Había cerrado los ojos, al tiempo que su respiración tomaba un curso más tranquilo, demostrando que en cualquier momento caería dormida.

Al escuchar su respuesta, entre abrió los ojos y asintió, repitiendo el “nunca” en un susurro.

—Bien…—murmura, intentando ocultar su rostro en el cuello ajeno, sin ninguna intención de separarse del otro, ya tuvo casi un año sin el, no tenía intención de volver a dejarlo solo.

Cerró los ojos nuevamente, dejando que el sueño lo invadiera. Esbozó una pequeña sonrisa cuando la pelirroja se acurrucó a su lado, a lo que él respondió acariciándole el cabello de manera distraída mientras se dejaba caer en los brazos de Morfeo. Sólo esperaba poder pasar una noche tranquila junto a la mujer que amaba, cosa que, después de casi un año de encierro, era lo más cercano a la perfección.

—Te amo —murmuró ya medio dormido, aunque no estando del todo seguro de que Nancy lo haya escuchado.

Esas dos simples palabras le resultaron perfectas, al igual que todo lo demás, las extrañaba, sobre todo cuando era el hombre que amaba el que se lo decía, y con sentimiento.

Logró caer dormida, aunque no por mucho, ya que una pesadilla empezó a atacar su mente, donde Grindelwald regresaba y le volvía a arrebatar a Tim, incluso se llevaba su maleta y a Thea, empezó a sentir que el aire le faltaba, sollozaba y pataleaba para que se los devolvieran.

Abrió los ojos, aterrada y temblando como una hoja, se llevó una mano a la boca para que Tim no le escuchara, no quería interrumpir su sueño, el ha sufrido más que ella.

Avatar

IF NEWT MET GROOT!!!

Newt: Hello, fellow! What's your name?
Baby Groot: I am Groot!
Newt:...... You are the cutest thing I have ever seen omgomgomgomgomgomg!
Baby Groot: I am Groot!
Newt: YOU SHALL BE MY SON AND I SHALL BE YOUR MUM!!!
Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

—C-claro, tenía que ser —comentó con simpleza cuando se sentó en la cama, como queriendo aparentar que la noticia no le afectaba en lo más mínimo. Cosa que, evidentemente, no era cierto—. En fin, no quiero pensar en eso ahora. En estos momentos sólo quiero descansar. —Llevó una mano al rostro de Nancy, antes de acariciarle la mejilla con cariño—. Contigo a mi lado.

Cerró los ojos mientras se dejaba acariciar, llevó su cabeza hacía el hombro ajeno y suspiró.—Te extrañé, mucho.—murmuró.

—Y yo —suspiró mientras la envolvía en sus brazos—. Cada día que pasaba sin ti era un infierno —añadió antes de besarle en la frente.

Segundos después de que se dejó abrazar, se inclinó un poco, para que los dos cayeran en el colchón, la pelirroja se acurrucó en los brazos ajenos, disfrutando a su prometido, cuando Grindelwald estaba, casi ni dormía, sobretodo después de visitar a Tim, las pesadillas le asaltaban y fue ahora que se dio cuenta de lo cansada emocionalmente que estaba.

—¿Nunca te irás de mi lado?—preguntó Nancy en voz baja, sabía la respuesta, pero quería escucharlo de el

Apenas su cabeza tocó la almohada cerró los ojos, sin dejar de abrazar a Nancy en ningún momento. Lo hacía de manera protectora, como si temiera que en cualquier momento Grindelwald podría atravesar de nuevo la puerta, buscando hacerles la vida imposible una vez más. Porque de hecho, así era. Estaba seguro de que el mago oscuro no los dejaría en una paz definitiva. Más bien en una indefinida.

Cuando escuchó la pregunta de la pelirroja abrió los ojos y la miró.

—Nunca —aseguró—. Y si algo o alguien intenta hacernos algo, haré hasta lo imposible por volver a ti.

Había cerrado los ojos, al tiempo que su respiración tomaba un curso más tranquilo, demostrando que en cualquier momento caería dormida.

Al escuchar su respuesta, entre abrió los ojos y asintió, repitiendo el "nunca" en un susurro.

—Bien...—murmura, intentando ocultar su rostro en el cuello ajeno, sin ninguna intención de separarse del otro, ya tuvo casi un año sin el, no tenía intención de volver a dejarlo solo.

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

—C-claro, tenía que ser —comentó con simpleza cuando se sentó en la cama, como queriendo aparentar que la noticia no le afectaba en lo más mínimo. Cosa que, evidentemente, no era cierto—. En fin, no quiero pensar en eso ahora. En estos momentos sólo quiero descansar. —Llevó una mano al rostro de Nancy, antes de acariciarle la mejilla con cariño—. Contigo a mi lado.

Cerró los ojos mientras se dejaba acariciar, llevó su cabeza hacía el hombro ajeno y suspiró.—Te extrañé, mucho.—murmuró.

—Y yo —suspiró mientras la envolvía en sus brazos—. Cada día que pasaba sin ti era un infierno —añadió antes de besarle en la frente.

Segundos después de que se dejó abrazar, se inclinó un poco, para que los dos cayeran en el colchón, la pelirroja se acurrucó en los brazos ajenos, disfrutando a su prometido, cuando Grindelwald estaba, casi ni dormía, sobretodo después de visitar a Tim, las pesadillas le asaltaban y fue ahora que se dio cuenta de lo cansada emocionalmente que estaba.

—¿Nunca te irás de mi lado?—preguntó Nancy en voz baja, sabía la respuesta, pero quería escucharlo de el

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

—C-claro, tenía que ser —comentó con simpleza cuando se sentó en la cama, como queriendo aparentar que la noticia no le afectaba en lo más mínimo. Cosa que, evidentemente, no era cierto—. En fin, no quiero pensar en eso ahora. En estos momentos sólo quiero descansar. —Llevó una mano al rostro de Nancy, antes de acariciarle la mejilla con cariño—. Contigo a mi lado.

Cerró los ojos mientras se dejaba acariciar, llevó su cabeza hacía el hombro ajeno y suspiró.—Te extrañé, mucho.—murmuró.

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Por un momento se quedó completamente en blanco. La miró como si no le entendiera, casi como si estuviera hablándole en un idioma completamente diferente.

— … ¿Director de Seguridad? ¿Yo? —Literalmente palideció al oír eso, y eso que ya estaba bastante pálido de por sí.

—Al parecer era parte del plan de Grindelwald.—murmuró en respuesta, preocupandose por la cara que había puesto su prometido, rápidamente lo sentó en la cama, con la preocupación de que podría desmayarse.

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Salió también justo detrás de ella.

—¿Estás segura? —preguntó mientras la tomaba de los hombros y la miraba seriamente. Después de todo lo sucedido, sobre todo lo de Artemis, sentía que no quería dejarla ni un momento. Sólo esperaba que Nancy lo necesitara tanto como él a ella.

—Segura.—murmuró mirándole a los ojos—Grindelwald cuando era tu fue ascendido para Director de Seguridad, tienes más trabajo que yo.

No quería que le dejara, ni un segundo, pero el trabajo era más importante.

Avatar

Ya casi anochecía para cuando Tim, el verdadero Tim, estaba finalmente en la calle donde se ubicaba su departamento. No podía creerlo. Grindelwald lo había dejado ir así sin más, como si simplemente se hubiese aburrido de usurpar su identidad. Aunque estaba inmensamente feliz por ese hecho, no podía dejar de pensar en que él nunca hacía nada de gratis. Si lo había dejado ir, era porque eso le daba alguna especie de ventaja a él. Evidentemente lo había hecho a cambio de algo, pero no podía ser qué y eso le ponía los nervios de punta.

Se veía demacrado, a pesar de los intentos del mago oscuro porque luciera lo más normal posible. Si los demás lo notaban completamente desmejorado de un día para otro, sin dudas que eso generaría preguntas. De momento lo único que lo delataba era que lucía notablemente más delgado y con un par de bolsas bajo los ojos, algo que podía excusar simplemente por la falta de sueño que venía con un trabajo tan exigente como el que tenía. Mentalmente también estaba agotado, y esto se notaba por el comportamiento tan distraído que tenía, casi como si estuviera dentro de un sueño.

Se obligó a sí mismo a volver a la realidad, recordándose constantemente que no estaba soñando nada. Finalmente era libre y eso era algo que tenía que disfrutar. Entró al departamento luego de pasar un buen rato pensando. La única persona que sabía qué había sido de él era Nancy, con los demás tenía que actuar lo más normal posible. Y eso era algo que no sabía si podría lograr.

Había pedido el alta voluntario y ahora se encontraba caminando al departamento de los Goldstein, Grindelwald tenía a Artemis y seguramente Tim ya estaba en el departamento.

No tenía idea de como iba a decirle a Tim sobre la falta de su hija, realmente no sabía como…

Se encontró a Queetin llegando al departamento, lo cual agradeció ya que no tenía las fuerzas suficientes, el rubio la ayudó a llegar a la vivienda, los dos entraron y se encontraron con Tim, realmente por un segundo pensó que era Grindelwald y casi rompe a llorar, pero por la mirada perdida pudo reconocer que era el verdadero.

Caminó lentamente hasta abrazarlo con fuerza, eran libres, por fin eran libres.

Cuando entró al departamento, se dio cuenta de que estaba solo. Por un momento lo agradeció, pues necesitaba un momento para asimilar todo lo que había sucedido. Se sentó en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos. Para cuando Queentin atravesara esa puerta tenía que actuar con completa naturalidad… y eso incluía sus propios pensamientos.

Apenas escuchó la puerta abrirse dio un respingo, encontrándose no sólo con Queentin, sino también con Nancy. Se levantó y la abrazó con fuerza; las palabras no eran necesarias. Fue consciente de que a Queentin seguramente le parecería extraño el hecho de que se saludaran como si hubiesen pasado años cuando se suponía que no habían pasado ni dos horas de la última vez que se vieron, pero no le importó.

Se dio cuenta de que Queentin estaba ahí, detrás de ellos y bastante confundido, así que trató de pensar con claridad, ya que el hermano menor ya no estaba bajo el control mental de Grinderwald.

—¿Cómo te fue en el trabajo?—carraspeó una vez que se separaron, intentando lucir normal, no como si le hubieran arrebatado a su propia hija hace unas horas.

Queentin interrumpió la conversación diciendo que veía a su hermano bastante delgado y cansado, antes fe irse a la cocina, farfullando que Tim debía cuidar su alimentación si no quería enfermarse.

Le dio la típica excusa del trabajo a su hermano apenas escuchó su comentario, intentando sonar lo más creíble posible, aunque era consciente de que Nancy y él no podrían ocultarle lo sucedido por mucho tiempo. Era imposible que pudiera controlar sus propios pensamientos todo el tiempo, y más temprano que tarde Queentin se acabaría enterando. O por lo menos sabría que algo andaba mal.

—Como siempre, agotador —le dijo a Nancy intentando disimular lo más posible.

Apenas su hermano se dirigió a la cocina el castaño tomó a la pelirroja del brazo y se la llevó a la habitación, donde ambos podían hablar en paz.

—No tienes ni idea de lo mucho que te extrañé —dijo finalmente, dejando fluir todas sus emociones en esas palabras. Su voz se quebró, las lágrimas se agolparon en sus ojos y él no hizo ningún intento por retenerlas.

Le dirigió una sonrisa un tanto forzada a Queentin, para luego dejarse arrastrar por Tim hasta la habitación, apenas le escuchó hablar, le abrazó una vez más, lágrimas cayendo de sus ojos.

—La perdí Tim.—sollozó—Perdí a nuestra pequeña.

En parte era mentira y en parte era verdad, para el será que la niña nunca nació pero para Nancy será que se le fue arrebatada, seguramente para volverla un arma contra la sociedad, tanto muggle como mágica.

Se quedó congelado al escuchar esas palabras. Siendo sinceros, por un momento se había olvidado de su propia hija. Para él el momento en el que Nancy le dijo que estaba embarazada era casi parte de un sueño. En sí cada vez que recordaba todo por lo que había pasado en Nurmengard no sabía distinguir lo que era y lo que no era real. Ahora todo era como una pesadilla, o como algo que le hubiese sucedido a alguien más. Como una especie de mal sueño que lo hubiese dejado completamente agotado física, mental y emocionalmente.

No dijo nada. Un nudo apareció en su garganta, y cuando abrió la boca para intentar decir algo en vez de palabras lo que salió fue un sonoro sollozo. Se cubrió el rostro con las manos, intentando asimilar las palabras de su prometida.

—¿Acaso…? —Pudo decir luego de unos momentos—. ¿Acaso él tuvo algo que ver? —preguntó. No podía pensar en otra cosa, algo como una caída o simplemente un aborto espontáneo. No. Estaba seguro de que Grindelwald era el responsable de eso. O por lo menos en parte.

Se detuvo a pensar que podría ser, no se percató que no tenía excusa alguna, así que negó, como si no quisiera hablar de eso, escondió su cara en el cuello ajeno.

—¿Qué vamos a hacer? Queentin en cualquier momento puede empezar a sospechar.—susurró.

Fácilmente pudo notar que Nancy lo único que quería era hablar de otra cosa. No podía culparla, luego de todo lo que había tenido que pasar por culpa de Grindelwald sumando la pérdida de la niña debía de suponer un desgaste enorme para ella. No había dudas de que estaba siendo sumamente fuerte, después de todo.

—Creo que lo más sensato es decirle todo de una vez —respondió pasándose las manos por las mejillas, secándose las lágrimas—. No importa qué tan bien fingamos, tarde o temprano lo va a saber. Creo que  va a ser peor para los tres si se lo ocultamos.

—T-Tienes razón.—tartamudeó limpiandose las lágrimas, en una risa desganada.—Es Queentin después de todo.

No estaba segura como el menor de los Goldstein se tomaría que estuvo bajo el control de Grindelwald por ocho meses, más cuando el y Janeth eran los padrinos de Artemis.

Le miró por un segundo, luego bajó su mirada a los labios contrarios, por último, se colocó de puntillas, para darle un suave beso en los labios, los cuales extrañaba demasiado.

Lo cierto era que ese beso le había tomado por sorpresa, pero fue algo que agradeció desde lo más profundo. Sin dudarlo la abrazó por la cintura mientras correspondía. Era impresionante lo mucho que había extrañado eso. No entendía cómo podía haber sobrevivido a esos ocho meses sin besarla y abrazarla, sin sentirla entre sus brazos. Extrañaba demasiado el sabor de sus labios, el tacto de su piel, oír su voz. La estrechó con fuerza y enterró el rostro en su cuello, sólo para sentir más esa proximidad. No necesitaba algo más íntimo, no en esos momentos. Sólo necesitaba reafirmar que todo era real y no una ensoñación.

—¿Le decimos ahora? —preguntó finalmente luego de un rato mientras se incorporaba y la miraba a los ojos, a la vez que la tomaba de los hombros.

—Si se te hace más comodo, pero yo opino que deberíamos esperar a mañana, Grindelwald le tenía bajo un control mental para que no sospechara.—respondió en voz baja, mirándole a los ojos, esos ojos que ya no la veían con odio, si no con el contrario, amor, y agradecía de que fuera así.—Y también estoy cansada, pero debo bajar a la maleta, deben estar preocupados.

—Está bien. —Asintió. De hecho él también estaba agotado y sabía esa conversación con Queentin sería pesada. Lo mejor sería dejarlo todo así, por lo menos de momento—. ¿Puedo ir contigo? Extraño estar dentro de la maleta.

Iba a responder, pero Pickett interrumpió la conversación al salir del bolsillo y encontrarse con Tim, se asustó y se volvió a esconder, haciendole sonreír.

—No es Grindelwald, Pickett, es Tim, no hay nada de qué preocuparse.—le susurró, la criatura miró con recelo al hombre y volvió a esconderse.—Pickett es el único que realmente sabe, así que sí, puedes venir.—le sonrió, una sonrisa genuina después de meses.

Suspiró al ver la reacción del bowtruckle. Realmente no quería ni pensar en las cosas que había hecho Grindelwald bajo su apariencia.

—Soy realmente yo, en serio —le dijo a la criaturita mientras le dedicaba una sonrisa un tanto entristecida—. ¿Sí? Genial. Realmente necesito distraerme para olvidarme de todo.

Dejó la maleta en el suelo y la abrió, para luego entrar y hacerle una seña a su prometido.

Al entrar dejó la gabardina como solía hacer siempre y esperó a que Tim entrase.

Entró en la maleta inmediatamente después de Nancy, recibiendo con gusto el calor que hacía en el interior. Todos los días que pasó en Nurmengard eran fríos, la calidez era algo que sin duda echaba de menos.

—¿En algún momento…? Ya sabes, ¿Grindelwald… entró acá? —De repente sintió la urgencia de saber eso, sobre todo porque si los animales habían notado algo extraño luego sería él quien pagaría los platos rotos.

—Solo una vez, cuando descubrí quien era, como dije antes, el único que se enteró fue Pickett.—respondió mirándole, tomando un balde con carne y saliendo a los hábitats de las criaturas.

Asintió, aliviado.

—Ah… bueno saberlo. No sólo por mí, me preocupaba un poco que él le hubiese hecho daño a alguna de tus criaturas —dijo con un suspiro mientras la seguía.

—Eso no se lo permitiría.—dijo, una vez que había dejado el alimento de sus criaturas, ahora revisaba como se encontraban los Okami, la última vez, uno estaba muy enfermo.—Preferiría morir a que le hiciera algo a mis criaturas.

—Y eso es algo que él sin dudas sabe. Pero en fin, mejor no hablemos de eso —dijo sacudiendo la cabeza, como sí así pudiera deshacerse de todos los malos recuerdos y pensamientos—. ¿Cómo han estado? —preguntó, refiriéndose a las criaturas.

—Algunos Okamis enfermaron, estoy preocupada por ellos.—respondió en voz baja, regresando al pequeño estudio, donde estaban las escaleras, donde bostezó, debido al cansancio.—Todavía no he conseguido el tiempo de llevar a Frank a Arizona y eso me tiene frustrada, a el también pero, Grindelwald me tenía vigilada.

Asintió mientras la escuchaba, sin dejar de seguirla en ningún momento. Sentía que si dejaba de hacerlo se acabaría perdiendo como un idiota.

—¿Quieres que te ayude en algo? —Se ofreció, pues aún no sabía que gracias a (o más bien por culpa de) Grindelwald ahora tenía un elevado puesto en la MACUSA. No tenía ni idea de lo apretada que estaba su agenda ahora.

Negó—No, estoy bien, igual mi hermana está en la ciudad, le puedo pedir que me ayude.

Salió de la maleta, estaba exhausta, solo quería acostarse y dormir, para después despertarse y ver que todo ha sido una pesadilla, ver que Tim y su hija están a su lado.

Avatar
Newt: I'd like to know more about zoology.
Hogwarts Professor: That's a big word, isn't it?
Newt: No, it isn't. Patronising is a big word. Zoology is really quite short.
You are using an unsupported browser and things might not work as intended. Please make sure you're using the latest version of Chrome, Firefox, Safari, or Edge.