Ante el viaje de Aspen, el silencio ensordecedor de su hogar (uno imbatible, cómo explicar que ningún artefacto electrónico sabe eliminarlo) no hace más que empujarlo puertas afuera. Conseguir algunas cervezas y snacks fueron la excusa ideal para deambular por el barrio, posponer el regreso a casa siendo su principal objetivo… incluso si eso significase pegarse como chicle, en el camino de regreso, al primer rostro que (cree) reconoce®. “Eh, hola, qué casualidad, ¿para dónde vas?” su andar pretende acoplarse al ajeno.

        “Hola, Rett.” Cordialidad y vivacidad, energía exhaustiva  adornando matiz. “Voy hacía mi casa, recién termino mi clase de yoga… una muy buena y relajante — me siento renovada.” Se había despedido de toda carga negativa, resurrección de alma, cuerpo y vibraciones había obsequiado entonces la clase de la mañana. “¿Tú hacía dónde vas? Oí que Aspen había viajado…” Y es que en el pueblo los rumores eran igual al primer capital, difícil escapar a las malas lenguas cuando te las encuentras en cada esquina.

— ¿Y? ¿Ya decidiste?  — preguntó sacando la libreta del delantal.

            “Hoy estoy con ánimos de viajar en el tiempo,” Curvatura adorna sus palabras, una peculiar mirada asciende desde el menú que tenía apresado entre dígitos. “quisiera una malteada de chocolate.”

“Oh, um, lo siento.” Reconocía cuando su presencia no era bienvenida, en especial al ser despachada de una forma tan tajante, sin lugar para las explicaciones. Los tenues rayos del sol marcaban casi artificial calidez sobre su piel, congelada por la inclemencia de las temperaturas de enero, pero era aquella la única sensación positiva que podía sentir en ese momento. Se había quedado paralizada en posición incomoda, ahora elevando una mano para llevarla al cuello, masajear allí en hábito nervioso. “Solo— solo quería mirar lo que hacías, ¿y tal vez seguirte los pasos? Se veía relajante.” Dientes mordisquearon el labio inferior, duda haciéndose de su semblante.      

            “¿Por qué? Mi perdón no debe importarte tanto, digo, no se compara con el de él.” Dedo al cielo, señala figura espectral que reina el edén, voz neutral es entonces la que invade la sinhueso. Esta vez la adversidad se disipa, curiosidad casta es la que emplea su lengua; pocas veces se ha encontrado con la honestidad en quienes deciden seguir a un Dios semejante, reputación que entonces había condenado a la de hebras doradas.  “Lo es, mucho. Pero no tengo autorización para enseñarte o permitirte que intentes copiarme sólo porque te parece relajante… Es que, tenemos distintos cuerpos y mis exigencias (y limitaciones) no son las mismas que las tuyas.” Pausa, medita, contempla la posibilidad de agregar más, debate dónde gana el altruismo, egoísmo derrocado. “Pero podrías pasarte por la clase esté sábado. El profesor sabrá guiarte.”

La emoción de la chica, la sobresalto, quitándole la paz que tenia hace unos momentos por lo que dirigió su mirada hacia ella, dejando que terminar de hablar. “La verdad es que no, no me recuerda a eso ya que el Cascanueces es un lugar mágico al final y este sigue siendo un pueblo” comento de lo mas tranquila, sin querer ofenderla pero ella no compartía ese pensamiento.

         “¿Y cuál es punto de eso? La palabra pueblo no significa que sea una limitación para que cosas mágicas sucedan…” Encontrarse con semejantes barreras sobre mente joven incluso llegó a provocar cierta desilusión, desazón que se entremezcla, pero su voz se mantuvo firme; afable. “Cada final es señal de un nuevo comienzo, además mi anillo está verde. — es un buen augurio.”

Su entrecejo se arruga al oír dicha respuesta, claramente no era la que esperaba pero no era extraño que la castaña no diera exactamente en el blanco con sus predicciones. Por más que el joven fuera complicado a la hora de creer en tales cosas hacía un esfuerzo descomunal por ella, después de todo sabía perfectamente lo que era que pasara a segundo plano sus gustos, sería hipócrita hacerle lo mismo que su padre. Asiente, con un misterio indescifrable en sus facciones tostadas aunque la mención de su padre quebrantajo toda esa tranquilidad, haciendo que un fuerte suspiro se escapara de su garganta, dejando que se mezclara con el aire las palabras que estuvo a punto de decir, no tenía ella la culpa de suponer eso ya que su él era capaz de hacer presencia en aquél pueblo. “No, papá esta muy ocupado en su propio reflejo para incluso llamar.” Se esfuerza para sonar genuino, asomando una sonrisa casi forzada pero que a su vez buscaba no dejar ver que aquello afecto un poco su paz. “Para mi sigues siendo una niña.” Se burla, con un deje de sinceridad. “¿Nuevas amigas, eh? Yo encuentro gente que no quiero ver y tú haces amistades.” La paradoja era obvia, se podía leer fácilmente lo diferente que eran. “Al menos te divertiste, eso es lo cuenta.”

           Sensación de alivio invade cuerpo, prosas como medicina única para esa intranquilidad que iba en crescendo, cual brisa que se volvía viento, asintió vagamente; la curva de una sonrisa se hizo lugar sobre semblante porcelana. “Sí… seguro se estará recortando el bigote.” Entona, burla es que la que desprende con aires de buenas intenciones, propósito casto en el deseo de ver reír a su hermano. “¿Ah?” Y es entonces una sorpresa la que impacta sobre facciones, llega de improviso y con la diversión como sombrero, poco a poco, una sonrisa se va formando y como niebla pretende ser manto para el pasmo interpretado. “Pues tú para mi sigues siendo el tonto con tenía que compartir cuarto.” Chista, intenta devolver la broma que se ha creado en exclusiva para sí, falla, por supuesto, las gracias jamás habían sido el fuerte de la castaña; pero con él lo intentaba. Lo intentaba siempre. “La ironía de los mellizos Monnet, podríamos hacer un libro de eso, eh.” Entona, aires de grandeza chispean amenos. “De todos modos no te sorprendas tanto, mi nueva amiga creo que tiene unos ocho o siete años… Pero es bastante linda.” Comenta por lo tanto, últimas prosas dichas como pensamiento pasajero. “Sí, eso cuenta — pero también contaría y sería lindo que me digas a quién viste y por qué no querías cruzarte con esa persona…” 

— w. @dahlixmller

        “Al menos que sea urgente,” Comienza, hostilidad que brota desde la primera vocal que se hace lugar en su sinhueso. Femenina que no es bienvenida, cuerpo que deja aquello bastante claro cuando cada musculo se tensa. “preferiría seguir en paz.” Tranquila, sobre césped, sin presencias que perturben su momento personal.

“¡A mi me gusta el tuyo!, y los adornos que tienes aquí. ” índice que se mueve y señala la frente propia, mas la referencia es sobre la pedrería que adorna dermis ajena. “¿Cómo se llaman, los compraste, los hiciste?” cóctel de colores que resulta exquisita para la de joven mirar. Movimientos de lado a lado, una negativa que hace se ensanche la sonrisa. “Mi hermana lo compró en una de esas tiendas en donde venden ropa usada.” Información que no tiene problema alguno con compartir, fugaz recuerdo de visita al establecimiento, y de la alegría con la que se inundaron las esmeraldas al encontrar tan prenda entre un montón de artículos en venta. Asentimientos fugaces, un completo entendimiento al hablar femenino, a las sensaciones que la misma describía. “¡Es mi amiga!” Se eleva el tono empleado, la jovialidad que irradian las facciones ante mención de nombre cómplice. “Pensabamos en compartirlos, ella también fue por unos cuantos canapés.” Tradición, el recuerdo de la misma brillando en paredes mentales. “Estamos hambrientas y no sabemos si en este lugar van a servir la cena.” suave risa brota, emoción que brilla y se deja ver en la mirada. “Podemos ser amigas, pero sólo si me dices tu nombre.”

           “Son stickers.” Desvela finalmente con una sonrisa radiante, divertida por el mar de preguntas al cual se vio expuesta. “Los compre, los venden en cualquier tienda de cosméticos y belleza. Y son muy fáciles de colocar, si quieres luego podría enseñarte.” Sugestiva que pese a sus cargas humorísticas y afables, es brindada con una total certera; menor que entonces se vuelve una compañía mucho más que agradable. “¿De verdad? Wow... tu hermana... Tu hermana es muy inteligente.” Porque hallar semejante belleza en mar de prendas no era para nada sencillo, se necesitaba paciencia, estrategia y un buen ojo, cualidades que la francesa entendía como insignia de una capacidad mental totalmente admirable. Sin embargo, con lo que continua de los labios más pequeños, una curva se crea, divertida con todo eso que escucha, encantada ante el altruismo apreciado por ahí. “Oh, comprendo, con hambre no puedes bailar.” Expresa, así, sin más. “Pero... creo que dijeron que pronto traerán los platos principales, así que... quizá sea mejor que se guarden un poco de espacio para esas delicias.” Afirma, consejo que pinta de sabiduría plena. “¿No lo he dicho todavía? ¡Qué cabeza la mía! — Yo soy Dominique, ¿y tú?”

Pequeño trance, se ve abrumada por la reacción contraria, escasa de palabras a causa de garganta titubeante. “Uh,” labios se mueven, pero no sale nada de entre ellos. Le toma un momento obligarse a reaccionar, sus pupilas descienden a la sortija y, tras comprobar el color, niega con la cabeza. “Está, um, amarillo.”

             “Amarillo…” Reitera, con cierta extrañeza, color que enseguida la traslada a un razonar que cae sobre índoles foráneas. Puede que el anillo está vez esté haciendo catarsis de femenina, no del ambiente que la envolvía.  “Mhm, o tú has estado muy reflexiva últimamente, o se aproximan más alegrías a nuestras vidas.” Comenta finalmente con una curva adornando, intranquilidad es dejada a un lado. “Muchas gracias, por devolverlo y no quedártelo. Aunque parezca insignificante, es un gesto totalmente admirable.”

dígitos se apoderan del cálido recipiente de porcelana, aquel que no tarda demasiado en viajar a sus labios. pétalos acarician humeante líquido, pequeño sorbo es proporcionado mientras piensa, busca palabras que no cree encontrar con facilidad. “gracias, dom… —lola es fantástica.” asegura, sabe que el cumplido también se dirige hacia ella, y lo acepta, pero debe admitir que su hermana tiene un talento que deslumbra. suave risita se escabulle de entre carmines. “¿qué significa que esté verde?” inquiere, nariz se arruga con ligereza, aires infantiles en tan simple acción. “es sólo que… mateo se fue.” menciona con simpleza, a pesar de que situación se encuentra a leguas de resultar sencilla. porcelana viaja al encuentro de sus labios una vez más, busca ahogar palabras no dichas.

           “Lo sé, pero ¡Saque fotos!” Exclama de repente, recuerdo fugaz que queda encantado sobre psique, teléfono móvil que entonces se había transformado en oro. “Y esas fotos demuestran que las dos son igual de fantásticas.” Necesita reafirmar aquello pese a la humildad que destelló sobre lengua foránea. “Ay,” Suspiro, pausa breve que aporta cierto dramatismo. “Lo qué será de ti cuando esa chiquilla esté dando un concierto en algún estadio, tendré que ir a perseguirte con un pañuelo para recogerte las babas.” Escenario que por más hilarante que resulte no se le es extraño, conoce de la fuerte relación de ambas hermanas (empatiza con la propia), sabe que incluso hasta ella sería invadida por orgullo semejante si todo sueño se hiciera realidad. “Bueno, como suele cambiar de color según las temperaturas del ambiente (y como la temperatura del ambiente la gran parte de las veces canaliza las energías), eso quiere decir que todo está calmo y no hay indicios de mal augurios.  — y que estoy tranquila.” Aquello último es un pensamiento, un razonar que se filtra con cierta comicidad. “Oh... Mateo es muy importante para ti, lo siento mucho. ¿Sabes por qué se fue? ¿Se han despedido al menos?”

La timidez sale a florecer, pequeñas manos se esconden a sus espaldas luego de haber sido descubierta en infraganti, se apartan de los bocadillos que ha creído no pertenecientes a nadie. “Lo siento mucho,” se disculpa avergonzada, pues su intención no ha sido tomarlos sin permiso. “¿Puedo tomar uno?”

             Invadida por ternura es una curvatura la que florece, bucles que encuentra encantadores y actitud sobre cuerpo pequeño que consigue robarle uno de esos suspiros, de los empalagados. “Sí, sí, es más: ten, estos están más ricos porque...” Desciende hasta quedar a la altura de la más chica, aires enigmáticos la envuelven “están más frescos   — pero no hay que decirlo muy fuerte, porque sino se van acabar muy rápido. Y todos tiene que probarlos.”