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Hijx de la seguridad social y de mi cuerpo serrano, hijx de la violencia obstétrica y de un amor comunal, útime hije de Vaciador (2009-2021), dijo Roci, (cómo no, la -más- lenta),
hace un mes la parí,
y ahora tengo dos cuerpos, uno es diminuto, está tan vivo, el otro atravesó mutaciones plásticas que se me van olvidando. Como si nunca hubiera estado embarazada. Como si nunca hubiera estado flaca. Como si nunca hubiera estado gorda. Como si nunca hubiera tenido quince años, diez, siete, tres, unos pocos días. Una existencia fetal.
Cuando me desperté con las bragas mojadas pensé que no podía ser, quería pensar que no podía ser, de pronto estoy en la habitación de un hospital llorando ríos de culpa, ríos antibióticos in my veins, pequeño duelo exprés por ese último tramo de montaña rusa gestadora que voy a perderme. Un hospital es un metrónomo un túnel de lavado un taller de remiendo endiosado una fábrica de vida protocolizada, pro vida casi eterna, que es lo mismo que la muerte: la vida occidental, y yo nuca había estado ingresada en un hospital. Ves, tanto saltar en los conciertos Castigo de dios Las gines dicen que no. No se rompe aguas prematuramente por andar en bicicleta, y no, tampoco por follar duro, y no, tampoco se rompen por bailar. Son cosas que pasan. Bailamos. Bailábamos mucho. Aquí en la habitación. Cande pone música, trae comida y agua, libros, hacemos altares. La ventana da a un patio interior muy Matrix, paso doce días sin ver nada más que esto. Las enfermeras dicen que da mucha alegría nuestra habitación. La vida son cosas que pasan. Billy lo mira todo desde un rincón mientras fuma. No se puede estar con más de un acompañante ni mucho menos fumar por eso Billy no es de este mundo. Le llamé para que me lo recordara. Para que me lo recordara en el paritorio cuando todo parecía el sueño de otra persona y que me despertaría y nada de esto habría pasado, yo no habría pasado, no existiría, nada existiría. ¿No sientes nada??? No lo sé. Algo. Poco. Durante ocho días me desaguo y cada noche voy pariendo un poquito, elle va naciendo un poquito, en secreto. Pedí una pasti para dormir me dijeron que no me preocupara que si me ponía de parto me iba a dar cuenta. Dónde está mi cueva del dolor. Las matronas me avisan cuando ven en el monitor que me llega una contracción y yo hago como que empujo, hago como que dentro tengo un feto que también empuja, y de pronto sale.
Cuando me hice mi primer tatu, cuando fui a hacerme mi primer tatu y me dieron cita para la semana siguiente, para que en ese tiempo me lo pensara bien, me di cuenta, quiero decir caí en la cuenta, como por primera vez, de que era mortal. El tipo me dijo, vete y piénsatelo, que esto es para siempre, y yo me fui y me puse a pensarlo y entonces comprendí que “para siempre” no significaba para siempre, el tatu no era para siempre, era hasta que se me borrara a mí la piel, hasta que mi piel no existiera, Para Siempre era era hasta que yo me muriera. Vivía en LA, me llamaba Billy, volvía a casa en bus, a la gente del college le parecía muy exótico que cogiera el bus, muchos no sabían que había autobuses públicos. Sólo los negros y los latinos cogían el bus.
Hay un plano de tiempo que no es de este mundo.
Mi niña tratando de zafarse de las nenonatólogas con sus poquitos recursos de fuerza y queja. Con su vida descomunal. Hay un plano aemocional. Vacío. Ahí flotamos. Luego les regalamos un pequeño milagro pediátrico. Para siempre. / Por un rato, los diez primeros días, sé que nunca más volveré a escribir ni a hacer canciones. En esos diez primeros días suspendidos (Para Siempre) encima de mi cabeza, sigue hoy viviendo una Sole que nuca más emitirá, nos mira mientras su cría duerme en medio de la cama. Billy está con ellas. Quedó muda. Capas de vida - mudas muertas de una piel de serpiente. Aquí abajo el tiempo ha seguido pasando, la otra Sole escribe frases en el móvil con un brazo. Con el otro sostengo una cabeza minúscula. Las amigas vienen a verme, me traen la compra, me hacen de comer, la red de la logia secreta de adres que de pronto se abre cuando te preñas me aconseja, me pregunta, me presta, me regala, desde la ofi me sostienen y aseguran, la compañía me anima, los compas del gremio se alegran y me celebran, gente que no conozco me felicita. Nunca estuve menos sola, salta al vacío y verás. Verás que el vacío nunca está abajo.
Estoy editando esto, que no sé a quién llegará. Porque ya no es época de blogs. Está dura la época, cayeron demasiadas, yonkis del trabajo. Aunque creo que sigue habiendo tiempo para lo salvaje. Pero puede que no para su relato. Quería haber hecho un fanzine. Creía que tenía mucho que contar a futuras madres sin pareja / arengar a futuras masas de madres sin pareja!, había grandes fragmentos sobre el miedo y la muerte, pero en realidad estaba escribiendo para hacerme compañía. En el quinto mes paré y salí a la calle. Cande y yo hablamos de hacer un fanzine mientras estábamos en el hospital. Ojalá ese sí lo hagamos.
Bueno. Ya está. Al lío. Se despierta la ranita pegada a una pierna y en la otra doblada tengo el ordenador, si mira para arriba yo, su mole de carne caliente y leche que le canta ahora por fuera. Cada vez más fiesta.