El alegre sonido de sus pequeños pasos hundiéndose en la nieve se perdía bajo el soplido melódico del viento. Se sentía dentro de una suerte de cuento de hadas: en una historia llena de aventuras qué, pese a la magia y fantasía, reconocía como real gracias a su inocencia; y al hecho de que escapaba por mucho los límites de su imaginación de infante.
{ Fue recibida con risas y chistes
¡ellos eran buenos! ¡pero no debía bajar la guardia!
¡Debía ser lista, y mantenerse
DETERMINADA! }
Oyó un ruido extraño tras mucho andar. Chara sostuvo con fuerza la rama entre sus manos, preparando su mente para enfrentar aquello que sus rubíes no eran capaces de ver.
Su corazón palpitaba rápido, casi como una bomba queriendo atravesar su pecho. Viajando de un lado a otro, su mirada buscó al extraño hasta que...
... hasta que... descubrió de quien se trataba.
Su expresión se transformó, y un sentimiento de alivio se asentó en su cuerpo. Las cosas, sin embargo, no fueron sencillas para la humana, quien se vio obligada a esquivar ataques, e insistir (coqueta, como siempre) el perdón.
Fue oída, y apenas algunos segundos después (y de forma casi tan repentina como apareció), el pequeño esqueleto desapareció.
Recuperó la compostura, más se vio obligada a quedarse cinco minutos allí hasta recuperar el aliento luego de la pequeña batalla que se vio orillada a sostener. Ya más fresca, se encaminó tan rápido como sus pequeñas piernas se lo permitieron a la casa del pintoresco par de hermanos esqueleto.
... o exploró, más bien. Alguna de las casitas en Snowdin debería ser la suya.
Lo consiguió, siendo recibida por el más alto de ambos. Su pereza la impidió ser un anfitrión ejemplar, no obstante, Chara ubicó rápidamente la habitación que correspondía a su cita. Frente a la puerta de armó de picardía y confianza, y sin más, tocó la puerta tres veces, anhelando dentro de sí no ser confundida con Papyrus, y sus chistes de Knock Knock.
{{ ¡ Knock Knock Knock! }}