❝ So what if you can see,
The darkest side of me,
No one will ever change this animal I have become.❞
Ideas tras otras atravesaban la cabeza de Alexander, cuando sus pasos lo encaminaban sin rumbo fijo por las calles de Escocia; pensamientos inclinado a la sed de sangre, lujos en la cama, placeres de bebidas, ideas del día a día, o en su diferencia, de noche a noche. No era extraño que al pasar al lado de cualquier transeúnte quisiera hincarle los dientes y desgarrarle la garganta hasta escuchar el último respiro que pudiera evocar. Su mente era capaz de divagar en imágenes así y muchas más, el sadismo era totalmente natural cuando resultaba ser él quién lo poseía. Cualquiera que pudiera conocerlo bien, tampoco le sería de sorpresa lo que pudiese causar… lástima que pocos realmente lo conocían bien, un gran resto de esas personas habían acabado siendo desechados como simples bolsas de sangre en uno de sus grandiosos banquetes, todo por causa de sus impulsos, uno de los que no solía tener control alguno.
Todo lo que pudiese verse en él ese momento, resultaría normal para cualquier espectador, no obstante, estaba expectante de que esos mismos resultaran ser algo más desagradable. Los mitos que rondaban todo el tiempo referente a Escocia y sus calles, provocaban la curiosidad de muchos: vampiros, demonios, locuras de ángeles, ¿qué más le estaba faltando? Ah, las extrañas bestias con la habilidad de convertirse en un animal, todo eso decían hallarlo en escocia. Escuchar a las personas murmurar de eso y más, le resultaba verdaderamente cómico, sobre todo cuando se volteaban a verlo y le invitaban a comer o beber algo ―por supuesto, no era de desistir invitaciones― sin saber qué era él en parte de lo que hablaban. Lástima, eso sucedía algunas veces en un lugar lejano a Escocia, entre los estados de cierto país reconocido llamado: Estados Unidos. Alexander había tenido el placer de conocer a muchas personas de distintas nacionalidades… aunque creo que esas mismas sólo tuvieron la desgracia de conocerlo, pero, ¿quién dijo que todo lo bueno que se ve no resulta ser realmente algo malo?
Antes de darse cuenta, unos pasos acompasaban los suyos al girar en una esquina. Cuando hubo virado su rostro para ver de quién se trataba, una rubia de estatura más baja, con una chaqueta y la mirada fija hacia el frente, dejando para él únicamente visible su perfil, estaba a su lado. Una sonrisa irónica apareció en su boca al detallarla por un breve momento más y, así antes, volver la vista al frente sin pronunciar una palabra hasta segundos después.
― ¿De vuelta al hotel? ―insinuaba Alexander, manteniendo el ritmo de su caminata como el de la chica a su lado. Estaba cruzando por un callejón que prontos los llevaría a otra calle cercana al hotel en dónde ahora se hospedaban. La sorpresa de su comienzo de estadía era el encuentro que había tenido con la mujer a su lado. El mundo acababa de hacerlos toparse en el mismo hotel de tantos, y, curiosamente, en cercanas habitaciones, distanciada sólo por cinco números. ― ¿No te gustaría darte un aperitivo primero? ―la mirada azul divagó del frente para posicionarse de reojo en Viktoriya. Por supuesto, lo que le decía ella debía comprenderlo fácilmente.
La sonrisa se alzó más del lado izquierdo en su rostro.
― Demos un paseo por los recuerdos, y tomemos una noche para satisfacer nuestras necesidades ―una vaga risa provino de él tras negar con un ligero movimiento de cabeza― Aunque sabemos que esas necesidades nunca se sacian, pero nunca está de más hacer cómo si fuera posible.
Alexander lucía relajado, pero de él siempre resaltaba esa aura sarcástica, irónica y rebelde. Era un carácter importante en su personalidad.