Me desperté y fui corriendo
A verme al espejo, soñé contigo
Y aún te veía en el reflejo de mis ojos cuando me acerqué
Al espejo, aún estabas aún en mis ojos,
Hasta que empezaste a caer por mi cara, caías en esa única gota tibia de lágrima que dejó un camino humedo en mi cara,
No recuerdo el sueño, ni la hora, ni el día, ni que tenía puesto,
Murmure tu nombre pqra no despertar a mi gata y tapé mi boca para reir,
Mientras otra gota salió de mi ojo izquierdo, una lágrima más, una segunda lágrima
De alegría que repitió el camino de la anterior,
Volví a la cama, sin saber,
Que hora era, ni qué día, ni que tenía puesto,
Volví porque al menos sabía del único sitio donde me estabas esperando
¿Por qué seguimos amando a las personas que nos hacen tanto daño?
Solamente ando en busca de alguien que me ame tanto como yo lo hice contigo
A veces quiero huir y nunca volver, a veces quiero quedarme y demostrar que puedo salir adelante. A veces solo quiero dejar de intentar.
Luchar significa, según la tercera acepción del diccionario, "abrirse paso en la vida". Pienso en esto mientras la vía se abre paso en un cielo todavía cerrado a cal y canto, son las 6 de la mañana. Mi cabeza funciona demasiado rápido para lo lento que se suceden algunos acontecimientos. Afirmo en mi mente que lo peor de la espera es esperar algo que nunca llega. Me lo decía un amigo anoche: tu problema es que te fijas imposibles. Y es cierto. Llevo toda mi vida mirando al horizonte y dibujando gigantes. Pensaba que iba a ser cuestión de tiempo, que la vida me empaparía de realidad; pero no estaba en lo cierto. Soñar, sueño, y sigo soñando cuando duermo, es lo único que consigue que me mantenga despierta.
Soñé con escribir, soñé con viajar, soñé con reír y con amar, soñé con una ciudad que siempre se planta delante de mí y me roba un beso, soñé con ese desliz que luego se convirtió en acierto.
Soñé con ser feliz, ¿cuánto hay de utopía en serlo?
Mucho, me dijeron. Y quizás sea verdad, pienso. Mucho, mucho, mucho... Pero miro a la ventana y, sin poder evitarlo, dibujo a lo lejos otro gigante. Sé a la perfección cómo hacerlo, llevo toda mi vida luchando con(tra )ellos. Miro sin miedo el acantilado y me dibujo un par de alas en la espalda. Estás loca, me dicen. Y yo, volando, pienso que la vida sólo merece la pena por aquellos que nos demostraron que se podía hacer realidad lo que ayer parecía imposible.
No es cuestión de sentirse enamorado, es cuestión de sentirse tranquilo.
Te quiero como para pararme yo a apagar la luz y cerrar la puerta.
Estaba ahí,
a la sombra
de un árbol,
en la playa.
Me refugié de todo,
tomando un poco menos el sol,
y un poco más la sombra,
a ver si cogía color.
A ver si me ponía un poco más negra,
como la soledad,
o la profundidad del mar.
A ver si escuchando a los grillos
aprendía yo a cantar.
A ver si frente al mar
aprendía a escuchar.
Dile que lo perdoné.
Que ya no siento nada afortunadamente. Dile que ya no chapaleo en la podredumbre del resentimiento.
Me limpié, florecí.
Puedes decirle también, que a veces, cuando el recuerdo me lleva, miro todo de nuevo pero ahora la compasión y el agradecimiento se hacen presentes.
Compasión, porque entiendo que al final, somos víctimas de víctimas. Hacemos lo que nos hacen. Le hicieron lo que me hizo y quizás, también se lo hice a alguien más.
Agradecimiento, porque encontré el manantial de dónde fluían las lágrimas y me dispuse a limpiar el sendero donde también, he sembrado flores amarillas.
Dile que no ha pasado nada, ahora vivo en un eterno presente y aquella que padeció en aquel tiempo, ya no existe.
Soy otra. Dile que se quite el traje de la culpa. Pesa demasiado y la vida no es para vivirla arrastrándose bajo esos harapos.
Ya pasó.
Un día mire de frente al rencor y le dije que ya era hora de que se fuera, abrí puertas y ventanas y el cuarto maltrecho se inundó de los rayos del perdón. Lloré inconsolablemente y esta vez no sentí lástima. Enfermo, quejumbroso a paso lento, tomó su saco de recuerdos putrefactos, sus trapos remendados, su pobreza de espíritu y se marchó sin rumbo.
Dile que todo está bien, que aunque lo que sucedió dejó un gran vacío hoy lo lleno con polvo de estrellas.