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@wolffcass-blog / wolffcass-blog.tumblr.com

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Silencio sepulcral el de la infinitud del bosque, un cielo raso pintado en amanecer. Los pasos dejan huellas en el manto níveo, son apurados, imaginando que cada segundo era de valor inconmensurable, un ritmo que persigue un tesoro de carne y hueso. Vuelve a leer y repensar las palabras escritas, más locos que cuerdos, parece estar guiándolos directamente al hogar que le espera a más de uno como huellas de la vivencia. La distancia le resulta insoportable, pasaje de minutos y paisaje que ya resulta dañino para su retina, siempre blanco, siempre nieve, siempre copos, extraña el sonido de la ciudad, agitada y revoltosa. “¿Ves algo, un papel, una nota?” cuestiona, padece de la sed de ninguna señal mientras se acercan con cada paso al santuario donde en algún momento desquiciados giraban en viciosos círculos. “¿Trajiste arma, verdad?” pregunta por las dudas, una interrogante guardada abajo de la lengua hace tiempo, en el caso del norteamericano, no podría ni hablar de aquella herramienta de defensa y ofensa en singular. @wolffcass 
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Si fuese otra situación, si no estuviera en riesgo la inocente vida de otra chica de mirada dulce y actitud benevolente, la caminata podría haberle recordado a las realizadas durante la infancia, la premura del paso como protagonista siempre, ansías por llegar al destino; pero esto era totalmente diferente. La tensión entre los dos cuerpos que por el momento tomaban la delantera del grupo voluntario era tan palpable como el frío del ambiente, como la desaparición de otras tres victima, como las arenas de un reloj que se deslizaban con mayor velocidad a medida que pasaban los segundos—. Nada —cedió la falta de información con pesadez, un suspiro agarrado en la garganta—, pero estamos cerca —quiso inyectar la frase de algún tipo de esperanza de todos modos, pero no se transmitió al tono, no aquella vez. Llevaba demasiados sentimientos sobre la espalda, algunos que prefería dejar de lado y no estudiar de momento, por lo que solo avanzó, paso firme, apurado. La pregunta le hizo dirigir mirada al amigo, un asentimiento como respuesta, mano que viajó a la parte trasera del pantalón, donde resguardaba un arma para la cual no poseía demasiada confianza. Se calló el deseo de no tener que usarla, de poder resolver aquello bajo cualquier otro modo, más sabía que no debía ser tan iluso. Y como si el destino estuviera aceptando sus pensamientos, fue papel blanco lo primero que notó cuando estuvieron a pocos pasos de la puerta, piernas que respondieron con aceleración del paso, distancia recorrida en tiempo récord, y el juego se hizo visible, notorio, las risas de ese que manejaba los hilos—. No... —susurró, frustración creciendo como la erupción de un volcán, las manos encerradas en puños—. No es aquí. ¡Samuel! No es aquí —repitió en mayor voz, aun con los ojos sobre la pieza de papel, impotente. 
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mañana del treinta de octubre // después de ver la nota
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La mirada de tintes otoñales observa los instrumentos que descansan en el interior de la tela en marrón, un descenso del pesado, deseos de mantenerse libre de ataduras a la hora de salir en búsqueda de la de nórdica procedencia. Es la preocupación la que martillea en el fondo de sus entrañas, despertada por la culpa, lengua que se mueve sin pensarlo en un antaño en que la amenaza sentenció su escapatoria. Tiemblan extremidades, impotencia recorriendo su intravenosa, nota que vuelve a repetirse en su cerebro y es el olvido parcial el que funciona como la mayor de sus trabas; no conoce precisiones, mas sí la posibilidad de reluce en cerámica nívea. Quijada que se presiona, botiquín que vuelve a encontrar lugar entre una botella de agua y sudadera. Pasos desconcentran su partida, mirada que vuelve a recorrer por última vez lo portado. “Si me llama Fiona o Hugo diles que bajo en un momento.” tonalidad ronca, acento de herencia paterno desplegándose tras cada una de sus palabras, no piensa en cómo pronuncia, ni siquiera en lo que dice; es su mente la que se encuentra en un exterior, donde quien ocupa lugar en el rubro de su interés se encuentra en peligro. 
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Cansancio era el protagonista de la obra teatral que presentaba su cuerpo, imposibilitado el sueño después de enterado sobre lo sucedido. Sentía las horas de desvelo de las últimas semanas pesadas sobre la espalda, en el dolor palpitante de las sienes, pero no podía permitirse un momento de flaqueo. Le necesitaban allí fuera, así sea solo como músculo extra, o barrera frente a peligro mayor. Tres cuerpos ausentes eran demasiados, y la decisión de ir solo a por uno aun más tortuosa. Pero confiaba en los demás lanzados que imitaban la propia decisión, como el francés que ahora encontraba frente a si—. Fiona ya preguntaba por ti —le dejó saber, tomando pasos para acortar distancia y fijar la mirada sobre la tarea contraria, la intención clara—, me ofrecí a buscarte —remojó los labios al final de la oración, nervios inciertos removiendo la sangre con lo que aun no decía, lo que quedaba implícito—. ¿Necesitar algo más? Para salir —decidió en última instancia preguntar, la propia mochila sobre los hombros. Aceptó la oportunidad de buscarle para poder hablar una última vez antes de que ambos se marcharan, pero las palabras que deseaba decir se quedaban atrapadas en la garganta.
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mañana del treinta de octubre.
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cabeza que asoma por una puerta, la búsqueda del mayor de los hombres en el hotel le resulta insatisfecha. se pregunta dónde demonios se habrá metido, pero al mismo tiempo se dice a sí misma que la única manera de encontrarlo es seguir buscando. necesita más municiones, y su cuchillo de vuelta. sabe que no tendrá tanta suerte como para encontrarse con el psicópata detrás de todo aquello, sabe que no podrá llenar su cuerpo de plomo. pero la esperanza es lo último que se pierde; y más vale ser precavida antes de tener que lamentar otra muerte. es por eso, que al momento de divisar una figura en el lugar, no tarda en acercarse. “¿has visto a hugo?” inquiere, no se molesta ni siquiera en pronunciar un buenos días, ¿cuál es el punto?
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Botellas de plástico a la mochila, rebuscaba en la cocina por objetos que pudieran servir de utilidad alguna a una expedición organizada a contratiempo, con la desesperación en el aire, en los movimientos. No entendía del todo porqué terminaba recayendo en tareas banales cuando el nerviosismo le atacaba, pero allí estaba, de todos modos. Prefería alguna acción al temblor que atacaba su cuerpo al pensar en las tres desaparecidas, chicas que no yacían en sus camas ni entre las paredes de aquel pseudo refugio. La voz femenina le hizo sobresaltar, escaso segundo de miedo, pero pronto la reconoció, eliminó la pose defensiva que había estado dispuesto a tomar—. Lo vi irse con Guadalupe, asumo que para preparar provisiones —exhaló una bocanada de aire que no podía calificarse de suspiro, se trataba más bien de la expulsión de toxinas—. ¿Lo necesitas para algo? —inquirió, cerrando la cremallera de la mochila y acercándose a la castaña, mano derecha recayendo sobre su antebrazo, cálido agarre—. Vas a salir —no era ninguna pregunta, estaba seguro de aquello, pero aun así buscaba una respuesta de labios femeninos 
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savverm[flashback]

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Amagó con acercarse, capaz para poder aferrarse a él y que terminara la discusión, más no podía, aún estaba demasiado sensible y no sabía cómo llegaría a estar él como para avanzar de tan pronto luego del fuerte intercambio de palabras que había tenido posterior al momento traumático de tensión. — Cas…. tú siempre me viste con buenos ojos, pero no puedo aceptar que soy completamente buena — Tuvo que corregirle, seguía aún rasposa su voz por el tono utilizado antes, le dolía más haber peleado con él que la fuerza que usaba en algunas palabras al hablar para que se escucharan, pero sentía el aire vacío correrle por la pronunciación forzada.  Le dolía demasiado la distancia que se encontraba entre ellos, pero la fuerza con la que se había peleado aún residía en su pecho y como por un instante todo lo que se quería estaba perdido. Sin embargo ella sabía que no era así, que aquello había sido por la simple idea de que se querían tanto que no podían soportar la idea de perder al otro, mucho menos ser espectador de aquello. Y tan pronto estuvo entre sus brazos no pudo evitar más que aferrarlo con mucha fuerza, toda la que consiguió para demostrarle que no quería nunca más volver a pasar por aquello con él. — Nunca te lastimaría de esa forma, Cas, pero no puedo dejar que te hagan algo — Hablaba sosteniéndose de la tranquilidad que tenía de estar todo bien entre ellos, pero no podía alejarse de la tensión que aún no desaparecía de su pecho por lo vivido — Te prometo que saldremos de aquí, Cas, lo haremos, te lo prometo y vendrás a mi casa, conocerás a mis hermanos y vendrás a nuestras fiestas — Recostó su rostro sobre el hombro ajeno, acomodando su postura a una más cálida, sus palabras sonaban lejanas pero era una linda esperanza a la cual aferrarse, cerrando los ojos — Vendrás a mi local, hasta podría tirarte las cartas, hacer tu carta natal, leer tus constelaciones —- Una suave sonrisa se dibujó en el rostro francés al imaginarse todo aquello. 
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Negó con la cabeza, la preocupación ahora una cosa de urgencia, nudo que parecía piedra en medio de la garganta, porque cualquier palabra fuerte escapada de su pecho fue echada con el peso del cariño, consternación ante las acciones impropias, quizás cierta hipocresía al preferir ignorar el propio intento de sacrificio. Pero le dolía que fuera incapaz de creer en sus palabras, lo que le intuía cosas que antes le preocupaban pero para las cuales ahora tenía base—. Claro, es imposible ser siempre bueno —quiso argumentar, un suspiro pesado liberándose de la boca, hombros caídos—, yo no lo soy a cada momento, nadie puede. Sigue sin ser un motivo... —y ahí una derrota en la voz, cansancio colándose al semblante y la expresión. No quería seguir peleando, discutiendo. Ambos estaban con vida, se encontraban bien, y era mucho decir porque no era la misma situación para varios de los compañeros. Y aun así temía sobre el futuro, por las decisiones que su amiga pudiera llegar a tomar basándose en estudios equivocados sobre su propia persona. Pero simplemente correspondió el abraza, necesitado de ese contacto después de lo vivido, del miedo. Un asentimiento ante sus palabras, resignado a no poder sacarle aquella convicción, pero también a sabiendas de que mientras él tuviese los medios, nada malo le pasaría a ella. No pudo evitar el nacimiento de una sonrisa, sensación cálida apoderándose del corazón—. Me encantaría, Sav —era un sentimiento agridulce el que le embargó en ese momento, mezcla de esperanza y tristeza, y sobre todo impotencia, porque aquello no debería sonar tan imposible como lo hacía, tan lejano. Posó la mano sobre su cabello y acarició allí, dejándose llevar por la fantasía, por el momento intimo—. ¿También se pueden leer las constelaciones? Será lo primero que harás. Y mi futuro amoroso, claro —siguió con la broma, con el tono ligero. Finalmente suspiró otra vez y se alejó, lo suficiente para mirarla a la cara sin romper el abrazo del todo—. Vamos a estar bien —sonaba a mentira tonta, hasta cruel, pero tenía que decirlo, creerlo, vivirlo—. Pero ahora mismo necesito una ducha, aun tengo... rastros del cerdo —recuerdo poco bienvenido de lo que tuvo que hacer para sacar a las chicas de la habitación, el sonido de la bala una vez más repetido en su mente. Sacudió la cabeza para evitar los pensamientos, plantó un beso en la cien de la gitana y se encaminó al baño, a intentar eliminar los recuerdos.

CONVO CERRADA // @demadrugadarpg

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         Ante la puesta en escena de su malestar físico, no consigue explicarse qué es lo que le molesta más: si el dolor en sí o la mirada ajena. Oh, esa mirada, misma que parece incapaz de ocultar sus sentimientos, pero eso es justo lo que le molesta, lo que parece herirle, siente como si el menor le estuviese observando como a un cachorrito lastimado, lo mismo pasa con su tacto, puede notar que tiene tanto miedo de lastimarlo que apenas y le acaricia superficialmente, como si fuese a desintegrarse por el más mínimo daño. "Estoy bien.“ No quiere sonar brusco, pero lo hace. Se encuentra demasiado reticente a saber la condición de su espalda porque eso le llevaría a querer identificar qué tipo de heridas posee, que las pudo haber causado, y la respuesta le abruma, la idea rondante de una tortura no es descartada en ningún momento, pero la está ignorando. Le teme demasiado a los flashbacks, a ser enteramente consciente de lo que le sucedió en los días previos, porque siendo ignorante ya es demasiado tortuoso. Las palabras ajenas revolotean, las explicaciones y las mil y un teorías no se hacen esperar. No sabe qué decir, y su mirada se encuentra indecisa entre posarse en la ajena o pasar de largo, así que solo desvaría. Niega un par de veces con la cabeza ante las últimas palabras ajenas, ante la posibilidad de que hubiese muerto apoderándose de la pisque del menor, ante todo. No quiere hablar de ello, siente el tema muy forzado, muy repetitivo, y aunque es algo reciente, algo fuerte y que no se olvida así como así, de momento prefiere ignorarlo de lleno porque hay demasiadas cosas negativas rondando su mente como para poder sobrellevar la lluvia de pensamientos un segundo más. "No necesitamos hablar de esto justo ahora.” Susurra, porque siente que con el tema podrían salir sus malestares, las mil y un culpas que desde su regreso le estaban atormentando. Pero tampoco sabía bien lo que necesitaban. ¿Y si..? Se acercó suavemente, haciendo previsible para el contrario lo que buscaba hacer y, finalmente, juntó sus labios con los del menor. Aquello se le antojaba como la posible solución a todos sus males, como la posibilidad de escapar de la realidad por algunos instantes.
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No confía del todo en la afirmación contraria, no cuando puede ver los signos de su estadía en las afueras del hotel, no cuando sabe por boca de terceros que no es mucho lo que vive en sus recuerdos, que el cerebro prefirió acudir a la ignorancia en lugar de retornarle los recuerdos de lo vivido. No cuando le sacó información al otro doctor francés, y a pesar de no haber visto las heridas estar consciente de que no es lindo, que no es igual. Y le hizo pensar en los motivos ajenos por la distancia, ¿a causa de las heridas físicas? ¿O es el estado mental? ¿Cómo hacerle saber que lo amaba sin importar nada, que justo ahora le necesitaba más que nunca, que algo más de esa índole y perdería la cordura? Se limitó a asentir ante la frase, consciente de que nunca habría un momento perfecto para el tema, que siempre sería difícil, incomodo, pero reconocía que ahora quizás fuese peor que en cualquier otro estado. Y fue cuando levantó la mirada perdida, a punto de preguntar qué sucederá ahora, que nota la intención ajena, la inclinación, y el solo movimiento fue suficiente para quitarle el aliento. Indescriptible lo que la acción en sí logró; el nacimiento de electricidad en su vientre, sensación inmutable en el pecho, justo sobre el corazón. Como si el beso fuese el fin de la pesadilla, el reinicio de la historia. Besarle era tener la certeza, por fin, de que en realidad estaba allí. Que no era producto de su imaginación, que no se encontraba aun en la enfermería. Que había ido a verle. y estaba allí, entre sus brazos. Coló las manos nuevamente sobre el rostro francés y se envolvió en aquel baile de carnosidades, una única gota de emoción escapándose del ojo izquierdo, pero otorgándole caso omiso. Los sentimientos encontrados de días pasados fueron depositados en el beso, en la unión de los labios, en la suavidad con que su lengua buscaba a la ajena, hacerla familiar, suya. Más el entusiasmo retrocedió al volverse consciente de lo que hacía, alejamiento jadeado del toque—. Lo siento, ¿estás...? ¿Te estoy haciendo daño? —porque se daba cuenta que lo estaba apretando contra su cuerpo, que lo quería cerca, que un brazo se había colocado en su espalda baja para atraer el cuerpo. Palabras susurradas aunque no menos preocupadas, dedos de la mano aun posada contra su mejilla acariciando anhelada piel. 
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        El silencio se mantiene, no sabe qué decir, pareciera que le han privado de la capacidad del habla. Y cuando las lágrimas comenzaron a correr el rostro ajeno su ansiedad pareció acrecentarse, un malestar profundo y la sensación de no poder, de no saber como, lidiar con aquello. Y se queda petrificado, sus azuleas siguiendo la mirada ajena, misma que le escudriña, que localiza cada resto vigente de la pesadilla de días anteriores, y entonces el contacto físico llega e inevitablemente se ve cerrando sus ojos, acunando ligeramente su rostro en las manos que le son ofrecidas. Asiente un par de veces, porque la mentira parece pesar menos cuando no es verbal, cuando se limita a un movimiento de cabeza efímero. No está bien, ¿cómo estarlo? Pero más allá de lo físico, siente que es algo mental, como si algo se hubiese roto, como si hubiese llevado a un punto de quiebre donde no hay forma de volver, de ser reparado. No— no llores.” Pide, casi suplica. No es de las personas que tienden a limitar los sentimientos ajenos, en realidad, es de los que piensan que es necesario desahogarse, pero en ese instante no lo ve así, y encuentra abrumador el llanto ajeno, lo siente una invitación para abandonar la habitación. Pero sabe que no puede hacerlo, que más allá de la maraña que es, no es el único en esas condiciones, y no se pude tornar tan egoísta como para ignorar los sentimientos ajenos, no ahora que lo tenía frente a frente. Finalmente, lleva sus manos a la espalda ajena, rodeándolo, abrazándolo, queriendo reconfortarlo. Una de sus manos va a parar a la barbilla ajena, apartando de su anatomía lo suficiente al noruego como para poder mirarlo a los ojos. “Estoy aquí.” Imperativo, buscando que el rizado se convenciera de que era real. No sabe qué más decir, su mente parece en blanco, en general, se siente demasiado abstraído y ni siquiera está preparado para tener una conversación con él, no entiende por qué parece tan difícil.
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Un torbellino de emociones se arremolinaba en la punta de la lengua, en la conmoción de la garganta, los sentimientos de la voz. Y sin embargo no podía decir mucho más, no le salía preguntar el verdadero motivo de la distancia, si era su culpa o tenía que ver con la pelea o algo relacionado a sus vivencias, que no tenía que ocultarse, no de él, pero sentía que era un océano de sentimientos en el que se ahogaba y a los que no podía otorgarle nombre ni voz, quizás demasiado inmenso para la situación donde se encontraban, para el estado actual de las cosas, tal vez olas recubiertas de miedo y ansiedades. Intentó calmar el llanto, acceder a la petición y controlar sus emociones. Pero era tan diferente el verlo de frente, cara a cara, en lugar de preguntarse por las noches donde estaría, en lugar de buscarlo entre la nieve, de escuchar sobre su bienestar por bocas de terceros en vez de sus propios ojos. Y vaya que era diferente sentir aquellos brazos, tan familiares, rodearle una vez más, cuando el pensamiento de que quizás no los tendría nunca otra vez le había atacado a cada hora del día, por lo que se permitió un momento más de llanto, de alivio, de sentirse nuevamente bien en su agarre. Y buscó devolver el gesto, brindarle el apoyo que seguramente necesitaba, brazos rodeando el cuerpo contrario de vuelta, pero fue un quejido lo que recibió de vuelta y pronto deshizo la acción, manos buscando terreno seguro, posadas sobra la cintura, ojos apretados con fuerza y labio capturado por los dientes, porque deseaba preguntar pero al mismo tiempo le atemorizaba saber, hacerle vivir de nuevo la experiencia—. Lo siento —murmuró con dejos de sorpresa, ojos abiertos, respiración controlada—, tu... espalda —medio pregunta, medio afirmación, sin necesidad de confirmar o responder. Solo negó con la cabeza, apretando un poco allí donde las manos agarraban el cuerpo en posición menos dolorosa—. Estuve buscándote —le confesó en el silencio creciente—. Salí tan pronto pude, y solo encontré tu chaqueta, y pensé lo peor... —torrente salino amenazando con volver a empezar, y se contuvo, apretó con fuerza los ojos para detenerlo. Al volver a abrirlos fue imposible no buscar su mirada, querer que supiera la honestidad de sus palabras, los sentimientos encontrados en su voz—. No sé qué habría hecho —tono trémulo, creyó que no había necesidad de completar la frase con nada más, porque era evidente a qué se refería, de qué hablaba.   
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         Dos días habían pasado desde su regreso. Había platicado ya con varias personas, conversaciones cortas, la buena mayoría compuestos por monosílabos. El tiempo comenzaba a hacer lo suyo, los golpes visibles ya no eran más que manchas violáceas adornando su piel, su rostro se recuperaba, ahora sólo portaba lo que parecían ser rasguños, nada tan aparatoso como lo complicado que era mirarlo al principio. Su espalda, bueno, ese ya era tema aparte. Observaba como los vendajes que constantemente le cambiaban seguían manchándose de tonos escarlata, pero se negaba a preguntar. En este caso, la ignorancia se sentía como calma.
         Era de madrugada, seguía pasando sus noches en el recinto médico, negándose a dejarlo, a encarar al resto de los estudiantes, que parecían también más cómodos evitándolo. Pero su mente se negaba a dejar de trabajar, a dejar de atosigarlo con mil y un pensamientos que conseguían constantemente confluir en dolores de cabeza. Se puso en pie, abandonando la quietud, encontrándose con un par de personas que parecían ser los que resguardaban la seguridad nocturna del hotel, apenas y asintiendo a modo de saludo, pero reticente a cruzar palabras. Subió hasta las habitaciones, colándose en la ya conocida y sentándose a la orilla, contemplando las hebras rubias que acompañaban a un pacífico rostro durmiente. Había estado preguntando por él, sabía que estaba bien, más tranquilo desde que volvió, pero también imaginaba la tremenda confusión que sentía al percatarse de que el británico había pedido explícitamente que no quería verlo. Pero tenía un motivo: no quería que lo viera así. Tan débil, tan arisco, incapaz de poner una sonrisa en su rostro y ser quien le jurase que todo estaría bien, porque ya no lo sentía así, no se sentía más como la optimista persona que era todavía algunos días atrás. Y estaba aterrado de esas diferencias, que sentía, que sabía, terminarían distanciándolos. Se atrevió a rozar con su diestra el rostro ajeno, se sentía tan cálido, tan real, que por un momento pudo sentirse en paz. Y algo más valiente, colocó de lleno su palma en las mejillas ajenas, más como un acto reconfortante para su persona. Un escalofrío le recorrió de lleno, no, no podía hacerlo. Retiró su mano de golpe, como si el tacto ahora más que reconfortarlo fuese como ácido, se puso en pie y pasó una mano por su cabello, desesperado, viendo todo aquello como un error y decidido a salir de la habitación, pero apenas se giró, dispuesto a llegar a la puerta y marcharse, su nombre se escuchó como un susurro, con esa típica voz adormilada del noruego, de cuando se debatía entre despertar de lleno o volver a caer en brazos de morfeo. Tragó saliva, quizás todavía podría fingir que no se trataba más que de una alucinación ajena, pero se sentía petrificado y el rubio ya estaba incorporándose, y tuvo que girar, dejar de evitar lo inevitable y encararlo de una buena vez. “No quería despertarte, lo siento.” La ansiedad se manifestaba en la punta de sus dedos como un temblor ligero, como el corazón acelerado, como una necesidad imposible de huir de ahí.    @wolffcass
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Era como vivir en la eterna línea entre sueño y pesadilla. Maravilla y locura. Estaba allí, entre las paredes del hotel, seguro, al fin, después de horas en desvelo y preocupación, viento frío chocando contra piel reseca en horas de búsqueda, rastros salinos como únicos testigos nocturnos de su desasosiego, y aun así no podía verle. Porque a pesar de estar cerca, no podía tenerlo a su lado. Un sueño: saberlo por fin salvo, bien, cuidado. Una pesadilla: la petición expresa de no verle. Y se había guardado las ganas de derramar más lágrimas, ocultó la inseguridad que le acompañaba como monstruo gris a la espalda, susurrando dolores al oído, controló las emociones porque Rhett venía primero, y respetaría cualquier decisión a la que llegara. Aunque escabullese miradas de lejos, alegaciones de amigos; nada sería como verlo por sí mismo, pero esperaría. Hasta que la espera fuese demasiado dolorosa, lo haría. No fue su intención dormirse, pero las malas noches debieron habersele acumulado en el cuerpo, porque en un momento estaba descansado la espalda sobre la cama en la habitación vacía, y al próximo algo le estremeció del profundo sueño, garras de Morfeo aferrándose a él mientras abría los ojos casi en pánico, esperando una máscara conocida, más terror, pero encontrando solamente la visión tan esperada, tan anhelada. El nombre salió roto, susurrado, primera vez pronunciado en voz alta desde su regreso, resguardado precisamente para este momento. Cuando la lucidez le atacó por completo luchó contra las extremidades adormiladas para ponerse de pie, acercándose, unas ganas casi físicas de estrecharlo entre los brazos, sentirlo cerca, asegurarse de una vez por todos de que estaba bien—. Estás...aquí, comenzó a decir, pero no terminó, incapaz de decidir qué decir, qué hacer. Y antes de que pudiera elegir los ojos se inundaron de las lágrimas echadas a un lado, imposible el detener su escandaloso estropicio, pies que buscaron la cercanía, manos que se adueñaron de las mejillas contrarias, observando los moretones, las heridas, vestigios de lo vivido—. ¿Bien? ¿Estás bien? —esperanza, flor naciente en su pecho, ¿significaba aquello el fin de la espera?—. Rhett —deseaba... tantas cosas, pero se conformó con posar la cabeza sobre el hombro ajeno, ese tan familiar, tan querido, con cuidado, apenas un roce, sin saber si incluso aquello podría hacerle daño en las heridas que guardaba bajo la ropa, aquellas que no había podido ver, las que mantenía lejos de su conocimiento. El nudo en la garganta le impedía expresar más, la confusión, el terror, el aleteo frágil de la esperanza.
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No consigue hacerlo, falla rotundamente. Movimientos certeros apuntan a una evidente negativa, consciencia que no arraigaba consigo la ausencia de un tercero en el curso del éxodo que fervientemente anhelaba su desenlace por más complejo que pudiera apreciarse frente a su psique. “No busco inquietarte, es lo que menos quiero en estos momentos.” Dígitos ágiles no dan a basto procurando desenmarañar decadentes imágenes que se proyectan cual fotografías frente a sus ojos por lo que resuelve no terciar las conjeturas foráneas. “Pero no sabía que él estaba perdido hasta que llegué aquí.” Conjeturas llegan a si con facilidad, emulación de la escena cuyo infortunio había sido protagonizada, cambiando el foco a la silueta de porte viril. “Pueden haberle hecho lo que a mi, pero la verdad es que desconozco su paradero de cualquier manera.” Descuartizado cual liebre por carroñeros, escenario tan viable como difícil de aniquilar inducido, mas prefiere suprimirlo. “Lo lamento.”.
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Fue en el transcurso de una respiración que buscaba otorgarle a los pulmones el oxigeno que parecía faltarles que comprendió, escuchó la respuesta, dándole a la inhalación una muerte certera, pronta, convirtiéndose en quimera de estremecimiento y dolor, sorpresa que en el fondo no trae consigo nada nuevo. Era apenas una esperanza fútil, una crisálida que se remueve intentando liberar a la mariposa, pero a fin de cuentas se queda intacta, nacimiento tardío. Asintió, porque a pesar de la negativa, del nudo que crecía en la garganta, su no también significaba podría seguir vivo—. Ah —fue lo que pudo pronunciar de momento, coherencia perdida en un segundo pero recuperada pronto—. Está bien, yo solo... solo quería saber —dedos temblorosos pasaron por las ondas rubias, dejando allí prueba de su descontrol, de la desesperación—. Gracias de todos modos —profirió con menos fuerza, con la valentía en huida, desazón en la mezcla de la voz, sin demasiadas energías. Pero alzó la mirada de entre los bucles para dedicarle una mirada sincera, breve toque de los dedos sobre el antebrazo, sin buscar postergarlo en caso de no ser movimiento aceptado—. Me alegra que estés bien, Bambie. Y lo siento por, lo que sea que sucedió —no deseaba que se sentiría en la obligación de confesarle nada, de revivir traumas. Todos estaban infestados de demonios sobre los cuales era mejor no hablar.
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Anonymous asked:

HH: ¿No te sentiste nunca atraído por otra persona que no fuera Rhett? ¿Y quién crees que son los hombres más lindos del hotel?

Sí, en su momento me llamaron la atención varios chicos en el hotel, porque, eh, soy muy enamoradizo, no voy a negarlo. Tuve ilusiones con algunos que murieron rápido, y otras que vivieron por un buen rato. Creo esas últimas son más o menos de conocimiento general.
Bueno, a mi criterio todos los muchachos son lindos, pero como los más lindos, además del nombre obvio, debo mencionar a Nic, Alex y Dylan.
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Fue una necesidad intrínseca de saber, el corazón sacado del pecho y llevado en la mano, ofrenda de incertidumbre y la extraña tristeza que le embargaba esa noche, como si la desesperación le hubiese ganado incluso más que la noche en que el farol de rayos lunares iluminó la nieve y una búsqueda infructuosa, sentía el agujero dejado por la presencia ajena más presente, y ninguna explicación para dar cabida a aquello. Sin embargo se detuvo frente a ella al encontrarla, las emociones dibujadas en el labio inferior, en los ojos grandes—. Bambie —pronunció, por lo bajo, sin demasiadas fuerzas—. ¿Lo viste? —porque no se sentía en la capacidad de buscar conversación; necesitaba ser franco, ir directo a lo que anhelaba, le desesperaba saber—. ¿Cómo... cómo regresaste? ¿Estabas con—? ¿Rhett? —imposible detener la forma en la que la voz se rompió, fracturada, tan rota como temía estaba su interior. // @bskje
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Anonymous asked:

Hh qué te hace creer que savannah es tu amiga? Es una falsa

¿Lo es? Porque todos los momentos entre nosotros me han parecido bastante reales. Sé que ha tenido problemas con algunas personas en el hotel, muchas de las cuales son mis amigas, pero no soy nadie para juzgarla. Todo el mundo comete errores o dice lo que no debe decir, a mí me ha pasado lo mismo, y Sav me ha tenido la confianza de contarme cosas que no muchos saben, lo cual tomo en gran estima.
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Anonymous asked:

hh. ¿Extrañas a rhett? Si podrías verlo ahora, ¿qué le dirías?

Por supuesto, pero es más que eso… siento un vacío en el pecho que no es posible llenar ni siquiera con la preocupación. De poder verlo le diría que este, este es el peor sentimiento de mi vida. Que es cierto que solo aprendemos el verdadero valor de las personas cuando ya no las tenemos cerca. Que tengo esperanzas, que no he dejado de buscarle, que le estoy esperando, y siempre será así.
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Anonymous asked:

hh. ¿con quienes deseas mantener el contacto al llegar a Oslo?

Deseo saber de todos, creo que hemos vivido una experiencia que nos ha unido y erm, sé que hay muchos que querrán olvidar todo cuando regresemos a Oslo, pero de ser posible sí hay personas con las que me gustaría seguir hablando, como Samuel. Ha llegado a ser... vital, ¿no? Y bueno, si me deja, me gustaría que podamos encontrarnos cuando salgamos de aquí. O aunque al principio se ponga cascarrabias, puedo ubicarlo en la universidad. Nicolas también, espero que no nos abandone por Francia, o que al menos podamos hacer videollamadas si decide irse, extrañaría su acento. Con Savannah y Brynja por igual, a pesar de las... diferencias que existen entre ellas, ambas se han convertido en personas importantes y no me gustaría perder el contacto, necesitaría saber sobre ellas. Y um, el resto de los chicos de la universidad, ¿supongo? Gustav, Ninon, Freya, y Alex, lo buscaré en Dahl.
Y... Rhett. Obviamente. Rhett. Lo voy a encontrar, donde sea.
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reblogged
❛I need to like, cry.❜
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Pasos se detienen vacilantes, los primeros motivos de acercamiento a la figura nórdica no van mas allá de asegurarse que carece del comportamiento peculiar que en aquella noche lleva a romper límites por parte de gran parte de los estudiantes, mas la frase llegando al puerto auditivo corta cualquier vocablo, pregunta o idea. “Eh…” duda, falta de enseñanza palpable, no le han dicho de qué manera actuar en escenarios de aquel tipo, sobretodo porque cualquier parecido a una lágrima en el circulo familiar y conocido era considerado un crimen al orden, un imán para burlas, apuntado como debilidad. “Bambie regresó, sabes, creo que debe ser cuestión de poco tiempo para que Rhett haga lo mismo” letras evocadas con ligera inseguridad, dichos que no sabe verdaderamente si son útiles de algo. Se acerca, diestra vacilante invita a una palmada por la espalda “Casper… ¿Quieres que… me vaya, huh? ” @wolffcass
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La distancia le separaba del resto de estudiantes, un rincón del comedor casi olvidado por el momento, donde la música llegaba con cualidad acuáticas, distorsionada y muda, donde podía permitirse bajar la guardia y así también la defensa, vulnerabilidad trazada a acuarela sobre los planos del rostro, una tristeza que se sentía inmensa, la seguridad de que no había esperanza para él ni los suyos ni aquel que le importaba por sobre todos en ese instante, el que no tenía al lado, el perdido. Patética la distancia a la que pudo elevar la mirada al escuchar expresión cercana, las facciones familiares fallando a la hora de entregarle algo parecido a la tranquilidad. Y la frase profesada solo sirvió para cumplir el propósito de las palabras con la que lo recibió, salino mar colándose en los ojos, la impotencia brillando fuerte en el horizonte—. ¿Cuándo? —susurró, y fue una cosa lastimera; más sollozo que palabra, voz ronca por la emoción que se volvía imposible de controlar—. Bambie regresa y él aun está ahí fuera, quizás herido, solo —continuó, lagrimas transformadas en algo certero en lugar de posibilidad, gordas gotas rodando por las mejillas—. Quizás piensa que nadie lo está buscando, Samuel, que nadie hará el intento, que yo no... quizás esté... —es imposible concluir cualquiera de las ideas porque cada una le llena de un pavor eléctrico, hondo, seco, y no pudo detener las lagrimas que salieron en torrente, una solución la de presionar manos contra el rostro y ocultar la expresión, el miedo, el dolor que le invadía.  
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