wolffcass-blog reblogged
Silencio sepulcral el de la infinitud del bosque, un cielo raso pintado en amanecer. Los pasos dejan huellas en el manto níveo, son apurados, imaginando que cada segundo era de valor inconmensurable, un ritmo que persigue un tesoro de carne y hueso. Vuelve a leer y repensar las palabras escritas, más locos que cuerdos, parece estar guiándolos directamente al hogar que le espera a más de uno como huellas de la vivencia. La distancia le resulta insoportable, pasaje de minutos y paisaje que ya resulta dañino para su retina, siempre blanco, siempre nieve, siempre copos, extraña el sonido de la ciudad, agitada y revoltosa. “¿Ves algo, un papel, una nota?” cuestiona, padece de la sed de ninguna señal mientras se acercan con cada paso al santuario donde en algún momento desquiciados giraban en viciosos círculos. “¿Trajiste arma, verdad?” pregunta por las dudas, una interrogante guardada abajo de la lengua hace tiempo, en el caso del norteamericano, no podría ni hablar de aquella herramienta de defensa y ofensa en singular. @wolffcass
Si fuese otra situación, si no estuviera en riesgo la inocente vida de otra chica de mirada dulce y actitud benevolente, la caminata podría haberle recordado a las realizadas durante la infancia, la premura del paso como protagonista siempre, ansías por llegar al destino; pero esto era totalmente diferente. La tensión entre los dos cuerpos que por el momento tomaban la delantera del grupo voluntario era tan palpable como el frío del ambiente, como la desaparición de otras tres victima, como las arenas de un reloj que se deslizaban con mayor velocidad a medida que pasaban los segundos—. Nada —cedió la falta de información con pesadez, un suspiro agarrado en la garganta—, pero estamos cerca —quiso inyectar la frase de algún tipo de esperanza de todos modos, pero no se transmitió al tono, no aquella vez. Llevaba demasiados sentimientos sobre la espalda, algunos que prefería dejar de lado y no estudiar de momento, por lo que solo avanzó, paso firme, apurado. La pregunta le hizo dirigir mirada al amigo, un asentimiento como respuesta, mano que viajó a la parte trasera del pantalón, donde resguardaba un arma para la cual no poseía demasiada confianza. Se calló el deseo de no tener que usarla, de poder resolver aquello bajo cualquier otro modo, más sabía que no debía ser tan iluso. Y como si el destino estuviera aceptando sus pensamientos, fue papel blanco lo primero que notó cuando estuvieron a pocos pasos de la puerta, piernas que respondieron con aceleración del paso, distancia recorrida en tiempo récord, y el juego se hizo visible, notorio, las risas de ese que manejaba los hilos—. No... —susurró, frustración creciendo como la erupción de un volcán, las manos encerradas en puños—. No es aquí. ¡Samuel! No es aquí —repitió en mayor voz, aun con los ojos sobre la pieza de papel, impotente.