Cualquier mente con algo de sentido común, consideraba Amelia, hubiera pensado en escaparse. O al menos, no seguir sus normas. Todo la situación que estaban viviendo era demasiado surrealista. “No puedo decir que comparta ese sentimiento.” Quería a su madre… sí. O al menos eso consideraba la mayoría del tiempo. Pero últimamente no se veían mucho. Si antes Amelia era un recuerdo constante de una versión inferior a su hermano, ahora parecía ser una visión de todo lo malo que había pasado para ella. Incluso a veces pensaba que su madre hubiera preferido que sus papeles se cambiaran. Lo peor de todo es que la joven pensaba igual.

― No te preocupes, sé que no todos se sienten así ―le brindó una suave sonrisa a su amiga. La relación que tenía con su madre era la más importante para ella, algo que otros podían no tener. La extrañaba mucho; era su mejor amiga, su mayor confidente, la persona más importante en su vida. Era raro no estar cerca de ella―. Este lugar es horrible. Detesto que estemos encerrados aquí ―comentó tras un gran suspiro, apoyando su mejilla sobre una de sus rodillas, sus piernas dobladas mientras las rodeaba con sus brazos al sentarse―. Siento que es como una cárcel, no lo sé ―nada ahí lucía realmente amigable. Empezando por la asistencia obligatoria, y las sanciones sin una explicación concreta, no se pensaba realmente segura o libre ahí dentro.

Ha recibido suficientes lecciones desde que comenzó a trabajar, sabiendo que uno de sus puntos débiles era poder contener la rabia que surgían en situaciones similares. Solía cegarse por sus propios ideales y escuchar palabras de Rosalind recordando la gravedad en la que estaban, lo hizo detenerse. Parecía un campamento inofensivo pero estas reglas, sus consecuencias, decían otra cosa. Se resistió por unos segundos, la mano que empuñaba al otro se fue aflojando, sus nudillos dejaron de hacer un puño cediendo.  ― Es verdad, no vale la pena―se repitió más para sí que para dar la razón a la morena, la tenía. Lo soltó de mala gana queriendo calmar su respiración, sacudiendo sus manos sobre su túnica―. Te salvaste―gruñó, sin mirar al mago porque aun había rabia en su interior. E intentó suspirar largo y hondo para sonreír en dirección de Bungs.  ― Te debo una. Aunque no me arrepiento, ni siquiera sé que hacemos aquí, repitiendo actividades que deben educarnos.

El sujeto dirigió una mirada desdeñosa a ambos, escupiendo al ponerse de pie. A Rosalind no le asustó realmente, no con el montón de temores que plagaban su cabeza ahora mismo. “Esto no se quedará así” amenazó el mago, antes de darse la vuelta y andar lejos, cojeando un poco. Cuando desapareció, Rosalind se giró hacia Finnick: ― No me debes nada ―le respondió con una sonrisa amistosa―. Simplemente creo que hay que cuidarnos las espaldas los unos a los otros, en especial aquí, ¿no crees? ―Y dado que ambos eran hijos de muggles, la tenían mucho más difícil que el resto―. Está bien. No conozco a Moody personalmente, pero Benjy me ha hablado de él, y parece ser un hombre respetable ―intentó brindarle consuelo de esa forma. Parecía ser una persona importante para Snow. Rose exhaló profundamente, dando media vuelta para empezar a caminar lejos de ahí―. No lo sé... ―Y le daba miedo pensarlo a profundidad, si era sincera―. Todo esto es muy raro. Y terrorífico a su manera ―frunció los labios con desagrado, a la par que contemplaba su alrededor―. Muchos dicen que recuerdan Hogwarts aquí, pero... Ahí me sentía libre ―en cambio este lugar era lo contrario. Se sentía vigilada, encerrada... En el colegio era diferente. No era como una cárcel, la cual parecía aquel castillo.

Carcajeó, lo cierto es que también sentía lastima porque hubiese querido tener de compañero un personaje más pintoresco y no tan cuestionable.  ― Podría intentarlo con el humo hasta que se asfixie y me convierta en un héroe―bromeó, como si aquello fuera posible―. No mal, nadie se mete conmigo pero hay muchas cosas pasando. No estoy acostumbrado a que las familias se traten así, es interesante…―sus padres eran muy diferentes a otros, más allá de la naturaleza de su unión.  ― Los Davies se convirtieron en mis favoritos, ¿qué hay de ti?

― Un héroe para algunos, un criminal para otros ―señaló con una media sonrisa, escondiendo sus manos en el interior de los bolsillos de su suéter―. ¿Los Davies? ¿Qué hacen exactamente? ―Frunció el ceño. Sabía que Ivan no se llevaba muy bien con su familia, pero jamás hablaron de específicos. Lo consideraba un amigo, sin embargo no había tocado ese tema aún porque no deseaba entrometerse en asuntos demasiado privados. Sabía de primera mano que la familia era un tópico difícil para algunos―. Bastante bien, a decir verdad. Sólo hay un loco ahí dentro, pero quizá lo asustemos si todos nos comportamos como personas sin ganas de hacer daño a los demás ―en realidad su habitación era un sitio bueno, a excepción de Bullstrode que no era el ser más animado del lugar―. Además puedo ver el lago desde mi cama, así que no me quejo ―admitió. Por dentro estaba aterrada, más trataba de concentrarse en otras cosas para no perder la cabeza ahí dentro. No era el mejor lugar para dejarse hundir en sus temores y otros horribles pensamientos que transitaban su mente.

Todo lo que tenía que ver con el campamento la ponía nerviosa. Estar lejos de su hija, no poder ir a su trabajo, compartir habitación con tanta gente y tener que participar de duelos y clases de defensa. No estaba así de ansiosa hace mucho tiempo y, aunque quería creer que nada saldría tan mal, tenía malos presentimientos, que probablemente no eran más que su inseguridad. La voz de Rosalind fue la que la sacó de sus pensamientos caóticos– Oh, hola, Rose. Sí, un poco… abrumada –admitió– ¿Y tú? –preguntó, antes de notar que efectivamente las cosas de la joven estaban en la cama próxima a ella, lo que era un alivio. Con Ed a un lado y Bungs al otro, se sentía un poco más segura entre toda la incomodidad– Qué bien. Creo que quedamos bien ubicadas. Tenemos la ventana cerca –comentó, aunque sin duda lo mejor era que estaban lejos de las personas más hostiles del cuarto.

Produjo una sonrisa suave en sus facciones. Estos últimos meses no se le daba mucho sonreír, pero notaba que Darcy necesitaba apoyo en el momento. ― Creo que todos lo estamos ―concordó con ella, sentándose a su lado en la cama―. Estoy bien, un poco asustada ―en realidad un mucho, sin embargo eso no ayudaría a la ansiedad de la rubia. Prefería mantenerlo en secreto―. Es cierto. Desde aquí podemos ver el lago ―se percató, acercándose para correr un poco las cortinas. Efectivamente, ahí se encontraba aquel cuerpo de agua, pequeño pero muy agradable a la vista―. ¿Dónde dejaron a Lavender? ―Preguntó por curiosidad, sentándose sobre su propia cama. Parecía Hogwarts, donde estaba en frente de sus compañeras de cuarto. Aunque claro, eran mucho menos amables que Darcy. 

—Creo que sería muy estúpido que hicieran algo ahora— expresó mientras dejaba pequeñas caricias en los dorsos de las manos de su novia. —Tranquila Rose no dejare que te pase nada— claramente Rosalind era una de las personas por las que Benjy daría incluso su vida —Vamos a estar bien en verdad, nunca dejaría que algo más te pasara— claramente todo lo ocurrido en la clausura de las olimpiadas había sido un gran golpe para Benjy, y más porque aun sentía que era su culpa.

No estaba muy certera de las palabras de Benjy, porque ya no se sentía segura en ninguna parte. Probablemente en su casa, pero no se encontraba ahí ahora mismo. Aquel sitio la asustaba, quería marcharse tan pronto fuera posible. ― No son precisamente inteligentes. Lo han demostrado antes ―al Ministerio no le importaba que tan mal lucieran, eran capaces de permitir que el caos se desatara ahí y asegurar que fue obra de otros, que fueron superados en número, o cualquier otra excusa estúpida. No se confiaba de la seguridad en el lugar―. No es eso, Benjy... ―Bajó la mirada, concentrándose en las manos de su novio―. Te lo agradezco, pero... No puedes evitar que las cosas ocurran, ¿sabes? ―Se había dado cuenta desde aquella noche en la clausura. No podía protegerla de todo, nadie podía―. No lo sé, sólo... ―Apartó sus manos de las impropias, para recostar su frente en ellas―. Este lugar me asusta ―susurró en una confesión, observando su alrededor a continuación. No se fiaba de nada ahí, no creía que su propósito fuera realmente ayudarles en defensa. 

Quedaba poco para el toque de queda, pero Amelia no estaba dispuesta a irse a dormir todavía. “¿Crees posible escapar y que no te pillen fuera de la habitación después de las 22:000?” Formula intentando no desvelar que planeaba algo, aunque evidentemente no era una pregunta inocente. 

― No lo sé, pero honestamente también lo he pensado ―confesó. Probablemente era un acto de rebeldía suyo, el querer estar afuera luego de las diez, pero también se sentía rara al estar lejos de Benjy, pues ya se había acostumbrado a dormir en su presencia. Rosalind suspiró profundamente―. Extraño a mi mamá, odio no poder hablar con ella ―ya había pasado largos periodos sin su progenitora previamente, pero esta vez se sentía distinto, en una forma terrible.

Sin duda, la parte más difícil de todo eso no era estar rodeada de puristas que la miraban en menos, o tener que tolerar las discusiones entre su esposo y su cuñada contra su primo en la misma habitación. No, la peor parte era estar lejos de su hijo, un bebé de apenas 7 meses y que aún necesitaba amamantar y estaba acostumbrado a la presencia de Grace. El simple pensamiento la angustiaba. Soltó un suspiro, mientras se sentaba en el pasto durante una de las pausas, sin siquiera fijarse quién estaba a su lado– No es para nada fácil –comentó, en voz baja pero audible. La rubia siempre quería pensar en positivo, pero quizás era su incomodidad con la leche materna acumulada o el malhumor de estar lejos de su hijo, la tenían un poco más negativa. 

― ¿Necesitas ayuda con algo, Grace? ―Ofreció tras escucharla en aquella encrucijada. No estaba segura a qué se refería, pero muchas situaciones no resultaban nada sencillas ahí―. No soy una experta en hechizos de defensa, pero creo que podría ayudarte si es necesario ―hasta ahora había conseguido conjurar todos los encantamientos, era una buena señal―. Si no, mi novio es muy bueno en defensa, también podría ayudarte.

—Quien sea que organizó las habitaciones quiere que nos muramos de aburrimiento, las únicas personas que valen la pena en la mía son Black y Bones— expresó mientras se encontraba recargado contra una pared.

― Ahora mismo lo último en lo que estoy pensando es en aburrición ―objetó. Sabía que el contrario era sumamente despreocupado, pero la situación ameritaba seriedad―. Esto no es un juego, Ludo. Te aconsejo que no lo tomes como tal ―lo mejor sería estar pendientes. No sabían qué situación podía llegar a desarrollarse ahí.

—En verdad que es increíble lo mal organizado que están muchas cosas en este campamento— claramente se estaba quejando de su habitación y había solicitado el permiso de que el y Narcissa tuvieran un cuarto propio, mismo que le fue negado. —Claramente no saben que hay niveles entre todos nosotros—

― Bueno, ve a dormir al baño o a la biblioteca. Créeme que nadie te extrañará ―expresó con hartazgo. Suficiente tenían al estar encerrados ahí cómo para oír quejas estúpidas de parte de aquellos que se pensaban superiores.

― Hola ―saludó con gentileza a Darcy, acercándose tras verla sentada en su cama. Lucía preocupada, y a decir verdad Rosalind también lo estaba. Tomó lugar a lado de la rubia con cautela―. ¿Estás bien? ―Inquirió, consternada por el estado anímico ajeno―. Escogí la cama a tu derecha ―señaló entonces. Si no se equivocaba, Ed tenía la de la izquierda. Rosalind había escogido de tal forma que se encontrara lejos de Bullstrode, el único purista en el cuarto. Por suerte, gracias a Lennox, ahora tenía una posición lejana de aquel sujeto.

― ¿Crees que hagan algo con nosotros? ―Susurró mientras sostenía las manos de Benjy entre las suyas. Estaba asustada, no podía mentir. Aquel no parecía un sitio amigable, en realidad todo lo contrario―. No lo sé, hay algo aquí que no me gusta, Benjy... ―le confesó, incapaz de sacarse aquel sentimiento del pecho―. Hay algo que no está bien ―sin embargo no terminaba por determinar qué.

― ¡Vuelve a decir una palabra en contra de Moody y te voy a quebrar el brazo! ―chilló, sin darse cuenta, había comenzado una disputa con algún mago que se quejaba de la ineptitud del auror y terminaron en el suelo.  ― ¡Oye tú…! ―señaló a la silueta que notó más cerca―.  ¡Agarra sus piernas! O al menos, cuida que no venga nadie, por favor.

― Finnick, aunque lo merece, creo que tú podrías salir peor que él de esto ―a pesar de que el sujeto era acreedor a una golpiza, al ser hijo de muggles, y un auror, Snow tenía las de perder―. Levántate, no vale la pena ―le extendió una mano al muchacho, esperando que entrara en razón―. Y tú, agradece que llegué, que merecías que te rompiera la cara ―se dirigió a aquel extraño con fastidio.

― ¿Crees que pueda encender algún incienso en mi habitación…?―fue lo primero que soltó en cuanto se encontró con otra persona, apoyando la espalda en la pared―. A la mía le hace falta buenas vibras, ni siquiera sé si podré disfrutar por completo esta experiencia. Además, pienso que Crouch huele raro, pero no le digas.

― Mencionaste a Crouch y ahora te tengo un poco de lástima ―opinó, dedicando una pequeña sonrisa comprensiva a su amigo―. No creo que un incienso limpie la energía de alguien así. Aunque podrías intentarlo ―no se imaginaba dormir en la misma habitación que aquel sujeto, la sola idea sonaba como una pesadilla―. ¿Tan mal te ha ido con tus compañeros?

Ir a la florería en realidad era matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, podía buscar flores bonitas para la decoración que tenía en mente para el jardín de niños y además podía ver a Rosalind. La joven era la novia de su mejor amigo y además siempre había sido una buena persona con ella, por lo que conversar con Bungs siempre era un agrado y le interesaba saber cómo estaba, después de todo lo que había pasado– Eh, hola –saludó con una sonrisa tímida al adentrarse en la florería y encontrarse con la contraria– C-creo que voy a necesitar tu ayuda –admitió.

[ ᴘᴀʀᴀ: @rosewithtthorns​ basado en abriré convos random ]

Alzó la vista tras escuchar la campanita de la entrada sonar. Rápidamente identificó a Darcy, a quien intentó ofrecer una sonrisa mientras apartaba una rosa a la cual le quitaba las espinas. ― Hola, bienvenida ―saludó a la recién llegada―. Claro, ¿qué necesitas? ―Preguntó, dispuesta a serle de apoyo de cualquier manera―. Estamos ofreciendo promociones por Navidad, si te interesa ―le estiró el pequeño panfleto con todas las indicaciones.