“¡Ese es mi trago!”
Casi escupe al escuchar la voz ajena. Baja de inmediato la botella, culpabilidad visible en todo su rostro. Quizás algo de vergüenza también. “¿Toda una botella es tu trago?” y se da cuenta de que la pregunta acusatoria es ridícula cuando ella se adueñó de la misma también. Sonríe a modo de disculpa. “¿Te ayudo a buscar otra?”