Devocional: Lo que hoy está arriba, mañana estará abajo.
¿Cuántas veces hemos estado delante de personas que se creen inmortales, vitalicios en un gobierno, en un cargo público, en nuestra vida?, ¿Cuántas veces nosotros hemos pensado que del lugar de donde estamos no seremos movidos? Creo que a todo ser humano esto le ha ocurrido una vez.
Y la fuente de este mal es el orgullo. Cuando un hombre cree que nadie lo superará ni le quitará su lugar su corazón está lleno de orgullo y de sed de poder. Esto no solo viene actualmente con los altos cargos gerenciales en una empresa o con aquellos que ocupan una posición política importante, la Biblia nos enseña que muchísimos reyes pensaban de esa manera. Hoy quiero compartirte las palabras de Dios para ellos:
- "Y tú, rey de Israel, eres un criminal malvado. Pero te ha llegado la hora; ¡llegó el día de tu castigo! ¡Quítate de la cabeza el turbante! ¡Entrega ya tu corona, que todo va a cambiar! Lo que hoy está arriba, mañana estará abajo; lo que hoy está abajo, mañana estará arriba. Les juro que así será”.
- Ezequiel 21:25-26 TLA
En este caso la profecía iba dirigida a Sedequías, el gobernante en curso de Israel. Este hombre había preferido los malos caminos antes que buscar a Dios y su corazón se había endurecido al escuchar las palabras del Señor.
Quizás tú conoces a alguien que no quiere escuchar razones de los demás por causa de su posición alta e influencia. Quizás conoces personas que tampoco quieren escuchar la voz de Dios porque se creen autosuficientes. Cuidado si nosotros llegamos a considerarnos así.
Dios ha hecho todo lo que está en esta tierra con una duración específica, basta mirar las hojas de los árboles para darnos cuenta de ello. Ninguna hoja dura eternamente unida al tallo, cada una tiene un tiempo de crecimiento, un tiempo de esplendor cuando desarrolla su tamaño normal, un tiempo de sequía y posteriormente un tiempo de caída. Así somos todos los seres humanos. Un día estamos arriba y un día estaremos abajo.
La enseñanza de hoy es un recordatorio a eso. No seremos eternos en ningún lugar, no ocuparemos por siempre un cargo o un puesto en una iglesia. No siempre tendremos los bolsillos llenos de dinero. Todo en esta vida sube y baja cuando Dios lo dispone.
Algo sí podemos hacer para que no nos sean quitadas las cosas de mala manera como le aconteció a este hombre por causa de la invasión de Babilonia y eso es mantenernos humildes. La humildad es una característica fundamental del hijo de Dios, sin ella no podemos avanzar o llamarnos discípulos de Cristo. Es necesario que tú y yo mantengamos nuestro corazón lleno de fe y amor en todo tiempo, en el tiempo de la bonanza y en el tiempo de la escasez.
Porque aunque estés atravesando un momento difícil recuerda que el Señor es poderoso para sacarte de allí, siempre y cuando tú corazón se mantenga lleno de humildad. Cuando estés arriba acuérdate de tu Dios y de dónde estabas antes, así no tratarás mal a aquellos que ahora están atravesando un desierto.
Es hora de dejar de creernos inmortales y vitalicios. El Señor necesita hijos que necesitan aprender a estar en cualquier situación, esto es: En lo alto y en lo bajo. Porque cuando estén arriba le darán la gloria a Él y tratarán con respeto a los que están atras. Y cuando estén abajo se acordarán de Dios y también le darán gloria porque Él es el que tiene la capacidad de sustento.
Si conoces alguien que quizás se le subieron los humos a la cabeza recuerda que la oración es la única herramienta que tienes para martillar el corazón de piedra de esa persona. No hagas que baje de la nube con tus palabras, que sea tu testimonio el que hable por sí mismo y que tú oración resuene en el mundo espiritual.
No estamos solos, Jesús está con nosotros y quiere a aquellos que sean mansos y humildes de corazón. Si estás en la etapa de sequía recuerda que las temporadas no son eternas, y que el mismo que permitió que estuvieses abajo es el mismo que te levantará del polvo. Porque mientras que nosotros no podemos, Jesús nos levanta y nos anima a seguir.
Es Él quien nos ha dado el ejemplo. Él conoció ser recibido en Jerusalén con grandes atenciones cuando entró montado en una mula, pero también conoció estar en el hondo del pozo cuando se encontraba en el Getsemaní. Jesús es nuestro ejemplo a seguir, no dejes que el orgullo y el dolor consuma tu corazón. Sigue orando que a los gigantes se les acaba su hora, y si no es así pregúntele a David...