Cabral.
A los oradores enfermizos
En las memorias de dos oradores, reposa el recuerdo fermentado de una postura que ‘murió’, de una belleza inverosímil, de un atisbo real de emoción que pasó por encima de los meditabundos como una aplanadora, dando brochazos intensos de afecto como acabado perfecto en las ‘penas’ de la piel.
A pesar de las ‘rondas’ del tiempo, con sus vejámenes para los más desagradables, no he tenido el tesón de atajarle en el pensamiento. No hay manera de borrarle, aunque insista en el forzoso pestañeo y así esfumarle de la plenitud de la tierra. Pero la última solo nos separa, no nos adolece. Al igual que la palabra que conmueve, la voz que le llama o el poema que uno quiere.
No diría mentiras al decir que somos naturalmente desmañados y pesados con la otredad, pero al cierre de cuentas, no hay muestra más genuina de ‘reciprocidad’ que echarle de menos en los libros, en la palma del Centro o en el verbo del gamonal.
Espero me considere, como también le mandaría a más en un café zamorano con tortas de jamón. Los ‘talantes’ siguen dispuestos sobre las historias que se escriben con los lápices invisibles del azar. Y así nos tocó.
Oradores enfermizos, no jalen las orejas al destino, ese no sabe de diagnósticos. ‘Remar’ no es mala observación ante las cruces que hemos juntado en el camino. Unos dirán que nos jactamos del olvido, pero no estará de más seguir en nuestros senderos. Gritaban los viejos vinagres de antaño: “A quien se siente en cada pena, nunca le falta qué le duela”.
Brujería
La brujería en las pasiones me tienen 'caco', mulata.
Quisiera verte conmigo, paz, encanto y agua.
Que no cojas por costumbre darme un jalón de tirantas.
O me derrito, tesón de acero, al compás de tu fragua.
'Minutas' son mis emociones, sin encantos ni dolores.
Cuando se apague mi cigarro, poquitos-más corazones.
Brujería que acecha los episodios y pormenores.
La medicina la tengo cerca a mis pulmones.
Pequeña trinchera, voz de mando y sensata.
Me acongoja de mil maneras tu actitud jacaranda.
Llévame lejos, o a cuarto de hora, a observar las montañas.
Que nos arrastre el agua por la cuenca, mañana.
Confundido bajo acecho, en conjuros y desvelos.
Se siente el frío en mis trincheras dicientes.
No muera nunca el calor de tu hoguera, vientre.
Hasta que el cigarro apague, brujería, terciopelo.
Andrés Caicedo - ‘¡Que viva la música!’ (1977)
JMG
¿?
"Arrecife" L.A.S. 86'
Pasan las horas, da la mañana. Domingo frío, pan mermelada. Salen los perros, vecinas también, los chicos del barrio y su vaivén.
Corre un señor, pasa el cartero, el que pone las multas y el peluquero. Y llega la tarde, ciudad se mueve, situaciones que pasan y yo espero...
Pasan los meses, cambios se han dado. Vidas que llegan y otras volaron. Cambia el país, cambian los ríos, cambia la gente con su cultivo.
¿Consigo un tiquete o voy al trabajo? ¿Compro el arroz o un vino barato? Se pierde agosto, vuelve septiembre. Situaciones que pasan y yo espero...
Pasan los años, las canas llegaron. Algunos con hijos y otros casados. Estrellas persisten, cielo estrellado. Me miro de reojo, ¿qué tanto he cambiado?
Cambia el verano, cambia el invierno. Cambian los bosques, cambia el sendero. Pasa el 21, 22, 23; situaciones que pasan y no sé qué espero...
No soy un gran tipo, ni artista para una Jet-Set. Tampoco tengo buenas rimas y a duras penas me tomo la sopa. Lo que sí tengo es un gran corazón, como el del Chapulín Colorado, esperando a que algún día nosotros, los 'sin nadie', nos llevemos bien. Por eso, cuando se cruce con un 'sin nadie' como usted o como yo, hágale saber que existe, que no (se) sienta como un "cero a la izquierda". Nadie debe sentir exhausta el alma por los caprichos del otro. Así crecemos, así seremos.
Lo equiparo a cosas sencillas, a cambios concisos, a pequeñas muestras de desconocimiento que terminan en “¿Y esta mierda qué?”.
Es como un niño comprando un libro. Es como un perro mascando un hueso. Es como un borracho y su pinot. Es como un mendigo y el andén. Es como la dama y su vagabundo. Es como que un ocho acostadito simboliza infinito. Es como el saborsito de las sopas de mi tía. Es como el sol colándose entre la lluvia. Es como la luciérnaga que alumbra. Es como leer la taza del chocolate. Es como conversar. O quizás como reír hasta la saciedad. Es como destapar un regalo. Es como el olor a libro viejo. Es como la lluvia y el café. Es como los amigos y las borracheras. Es como el reloj y sus horas…
Es como un sinfín de cosas, así, medio perdidas en ese olor a dulce y chicle, la esencia más genuina, los chistes agudos, los ojos inseguros y el corazón más culposo… Y es así como lo describo: me ecualiza de a poquitos y sin advertirlo, me devuelve tranquilito.
¿Alguna vez oíste hablar de la política de los insectos? Bueno, yo tampoco. Los insectos no tienen política. No compasión, no compromiso. Yo era un insecto que soñaba que era un hombre, y lo amaba; pero ahora el sueño se terminó y el insecto está despierto. Te digo: andáte antes que te lastime.
Charly.
“¿Cómo está tu corazón? ¿Vive aún preso en el ataúd donde lo pusiste la tarde en que se alejaron? ¿Le rezas plegarias, le cambias las flores una vez por semana y los recuerdos te llueven y te mueven aún? ¿O decidiste abrir la caja, liberarlo y pulirlo porque nada, nada está muerto del todo? Para que reviva, para que tú vivas y las heridas cierren, y los ojos cierres y los brazos abras, y los sueños abran, y las dudas surjan, y el amor resurja… otra vez y siempre…”
— Clara Ajc
Cartas a Clara ~ Juan Rulfo
Clara Ajc