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Seamos Poesía

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Y aunque no éramos nada, fuimos poesía de vez en cuando. - Fer Dichter

Ella sabía muy bien que, en algún momento, antes o después, tendríamos que despedirnos: el cansancio y el aburrimiento nos separarían... Quienes intercambian promesas de eternidad se separan con la misma seguridad que quienes tienen la honradez de guardar silencio. El amor es constante, solo cambian los amantes.

Leonard Cohen | Un ballet de leprosos

Sábado, 21 de noviembre.

Necesitas límites mentales. No entiendo cómo, a pesar de tu dispersión, comprendes cuál es tu remedio. Necesitas no esperar. Necesitas no esperar nada de los demás. Necesitas no traficar con tu dolor. Necesitas orgullo y soledad. Necesitas castidad. Necesitas orden. Por ejemplo, las lecturas. Poesía: limitarse a Bonnefoy. Tal vez, también, seguir con Dostoievski.

— Alejandra Pizarnik | Diarios

Eres culpable de haber hecho de ti un vaso de agua inalcanzable para una sedienta que apenas te conocía. Llegas, me hablas, me sonríes, me fascinas: cómo no comprender que tu rostro bastaba para enloquecer a la pequeña huérfana que fui —que soy, que seré— por tu culpa. Me hablas y te vas. Me hablas y te quedas en mí.

— Alejandra Pizarnik | Diarios

Te extrañé silenciosamente hoy. Tan silenciosamente que nadie se dio cuenta.

Te extrañé mientras salía de la cama y cuando me lavaba los dientes; cuando esperé en las luces en el camino hacia el trabajo y mientras escuchaba la lluvia fuera de mi ventana.

Te extrañé mientras pedí el almuerzo y cuando me quité los zapatos cuando llegué a casa; cuando apagaba las luces y me me metí en la cama por la noche.

Te extrañé sin lágrimas, ni ruido ni fanfarria.

Pero oh cómo lo sentí.

Lo sentí por la mañana, a la hora del almuerzo, por la tarde y por la noche. Lo sentí mientras despertaba, mientras esperaba, mientras trabajaba. Lo sentí en casa, en el camino, en la luz, en la oscuridad, en la lluvia.

Lo sentí en cada uno de esos momentos, cada uno sentado más y más pesado mientras el peso de mí extrañándote seguía creciendo y creciendo.

Sí, te extrañé tan silenciosamente hoy.

Pero lo sentí tan fuerte.

—Becky Hemsley

Querida nadie,

a estas alturas de mi vida

imagino que nunca llegarás.

Alguien me dijo una vez,

que conformarse es dormir con el fracaso.

A día de hoy tendría de respuesta,

que agarrarse a una esperanza

es abrazar a la mentira

y solo si eres capaz de soltarla

puedes contemplar la realidad.

Confieso que a veces ha sido culpa mía,

que en mis ganas de que aparecieras,

te he confundido en otros rostros,

incluso he amado a otras como si fueras tú,

agarrado a un para siempre

que ha parpadeado

cada vez con más fuerza

hasta la oscuridad infinita

de un nunca eterno.

Pero aún así,

deberías saber que lo he intentado,

con la excusa de un flechazo,

he perseguido a mujeres por la calle,

como un voyeur recién salido de prisión,

he pagado copas a rubias de bote,

escrito poemas a morenas de playa,

besado a casadas por si dijiste que si

en un ataque confuso

de un sueño de infancia,

donde el blanco de un vestido

podía devorar los grises de la vida.

Y he regalado flores y bombones,

anotado en un círculo fechas importantes,

enumerado estrellas agarrado de una mano,

visto figuras absurdas donde solo había nubes,

esperado trenes que pasaban de largo,

aviones con pánico a la puntualidad,

seguidos caminos con el único deseo

de que no acabaran en profundos precipicios.

Querida nadie,

no imaginas cuantas noches

he ideado un encuentro fortuito,

cuantas mañanas te he buscado

a la derecha del colchón,

cuantas resacas tengo incrustadas en el hígado,

cuantos insomnios de no hallar bien la postura,

cuantos espermatozoides confundidos

por ir en dirección contraria a tu verdadera existencia.

He hecho montones de promesas

que solo podría haber cumplido contigo.

Y he cometido demasiados errores,

te he llamado en otros nombres,

ha girado todo mi mundo alrededor de otra cintura,

he llorado otras ausencias,

ganado la paz en en otras bocas,

perdido la guerra en otros muslos.

Incluso a veces querida nadie,

he dejado de echarte de menos

y he sido feliz sin ti.

Diciéndole a otras mujeres

el tiempo que llevaba esperándolas

como si por fin tú querida nadie

hubieras llegado a mi brazos.

Ahora estoy seguro que nunca fue así,

que no hemos sido capaces de encontrarnos,

que yo estoy solo y tú tal vez

con el hombre equivocado.

Y si vienes,

si alguna vez apareces en mis días

con esa seguridad entre los labios

del por fin y el para siempre,

tristemente querida nadie

a estas alturas de mi vida,

ya ni siquiera me queda amor

para creerte.

Ernesto Pérez Vallejo

Sí, hay que hacer algo con la muerte. Hay que hacer algo con los muertos. Hay que ponerles flores. Y hablarles. Y decir que les amas y siempre les has amado. Mejor decírselo en vivo; pero, si no, también puedes decírselo después. Puedes gritarlo al mundo. Puedes escribirlo en un libro como éste. Pablo, qué pena que olvidé que podías morirte, que podía perderte. Si hubiera sido consciente, te habría querido no más, pero mejor. Te habría dicho muchas más veces que te amaba. Habría discutido menos por tonterías. Me habría reído más. Y hasta me habría esforzado por aprenderme el nombre de todos los árboles y por reconocer todas las hojitas. Ya está. Ya lo he hecho. Ya lo he dicho. En efecto, consuela.

Rosa Montero | La ridícula idea de no volver a verte.

📷: José Luis Manriquez | Noche de muertos. Michoacán

Qué quieres, el amor pide calle, pide viento, no sabe morir en soledad. Detrás de éste triste espectáculo de palabras tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas, de que no me haya muerto del todo en tu memoria.

— Julio Cortázar

Y yo moriría mil veces por poder recibir amor sin pedirlo, sin haberme dado cuenta ser llevada, de improviso, a un sitio en que los ojos se miran sin desprecio.

Pero hubo de pasar tanto terror y tanto miedo de mal agüero para llegar cansada, feliz y doliente a mirar unos ojos que no me dañan.

— Alejandra Pizarnik | Diarios

En la madrugada del 25 de septiembre de 1972, Alejandra Pizarnik fue a buscar a Fernando Noy, pero la portera del edificio le dijo que él se había ido de vacaciones. Entonces regresó a su casa y, en algún momento, tomó cincuenta pastillas de Seconal. Por la mañana la llamaron por teléfono varias amigas –Olga Orozco, entre otras– pero nadie atendio , ninguna sospechó nada. Finalmente una de ellas, que tenía llaves, entró al departamento de Alejandra ubicado en la calle Montevideo a buscar unos libros y la encontró agonizando. En su pizarrón de trabajo, donde solía escribir las palabras como si fuera una tela de pintor, se leía: “No quiero ir/ nada más/ que hasta el fondo”.

Texto tomado del libro "Los Malditos"de Leila Guerriero.

Ven a mí, ahora que nadie nos ve, ahora que lo verde de este jardín entró en la austeridad anónima de una noche de verano. Ven a mí: si vienes, las estrellas seguirán siéndolo, la luna no se cambiará con colores ultrajantes ni habrá metamorfosis dañinas. Nadie verá que tú vienes a mí. Ni siquiera yo, pues yo ya estoy muy lejos, yo ya estoy en otro mundo, amándote con una furia que no imaginas…

— Alejandra Pizarnik | Diarios

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